La comunicación es un fenómeno inherente a la relación
grupal de los seres vivos y por medio de la cual unos
comparten información acerca de su entorno con otros. La
comunicación es algo vital para el ser humano, capaz de
crearla incluso cuando no tiene a ningún semejante con quien
establecerla. El elemento clave por antonomasia de este
fenómeno es la lengua. Ésta se enseña a los niños en los
colegios ya desde pequeños. Y de entre todas ellas la de
signos es una de las más desconocidas para una sociedad
audiovisual donde priman los elementos mayoritarios.
Los niños y niñas pertenecientes a un colectivo minoritario
en Ceuta, como es el de los sordos, progresan cada año en el
conocimiento de su lengua, la de signos, en las aulas de los
colegios e institutos de la ciudad. Ello se produce gracias
a la labor entregada y altruista de profesionales como
Joaquín Pinedo, asesor sordo procedente de Burgos, que desde
hace pocas semanas ejerce como tal en el colegio de Primaria
Juan Carlos I. Por desgracia, Ceuta no cuenta con una bolsa
de especialistas en lengua de signos capaces de cubrir las
necesidades de los escolares de los centros de la ciudad
donde se agrupan. Así, cada año la Dirección Provincial del
Ministerio de Educación (MEC) ha de recurrir a la
Confederación Nacional de Sordos de España (CNSE) para
conseguir a asesores sordos o intérpretes de lengua de
signos que vengan a Ceuta.
El director del Juan Carlos I, Rafael Zaragosí, consideró
que la labor del asesor sordo es “fundamental” ya que salvo
la figura de estos especialistas, nadie puede enseñar lengua
de signos en un centro. “En el momento en el que hay
ausencia de estos profesionales los alumnos lo notan”,
apuntó. Por su parte, María Luisa Amieva, jefa de estudios
del centro, significó la importancia de personas como Pinedo
porque para los niños es un referente con el que comparten
la lengua.
Pinedo está recién llegado a la ciudad, al igual que su
compañera María del Águila Sánchez, que ejerce como
intérprete de lengua de signos en el instituto Almina.
Reconoce que la decisión de venir a Ceuta “no fue fácil” y
que los primeros días se ha sentido “extraño”. Su pasión por
la integración del colectivo sordo y sus ganas por enseñar
la lengua de signos convirtieron a Pinedo en un
especialista.
Ceuta une a su extrapeninsularidad la presencia de
colectivos de escolares de distintas religiones. Este hecho
supuso un cambio respecto a lo que conocía: “Al llegar me
dijeron que iba a tener a 7 alumnos, con edades diferentes
y, por lo tanto, de distintos cursos”. Pinedo afrontó estas
circunstancias como “un reto” que, según confiesa, va
superando poco a poco.
Cuando se enfrenta a una clase, un grupo o un alumno, este
asesor sordo lo tiene claro: “Mi principal objetivo es el
desarrollo de la lectura y la comprensión de los textos”. Lo
hace así porque es totalmente consciente de lo que este
instrumento significa para una persona sorda. “Para nosotros
es vital conocer la lengua de signos como una forma de
establecer una comunicación con las personas y para reforzar
nuestra identidad”, explicó.
Lejos de encerrarse en todo aquello que rodea a la forma de
ver el mundo para los sordos, Pinedo no eludió que la
mayoría de la sociedad es oyente y que tienen su propia vía
de comunicación que también hay que aprender. Así, este
apuesta por completar el conocimiento de sus alumnos con las
dos lenguas.
El comportamiento de los padres
Los padres son la otra parte de la historia para los
escolares sordos. La experiencia es un grado y Pinedo tiene
de sobra. Este distingue dos casos: cuando el hijo es sordo
y al menos uno de sus padres también lo es y cuando el menor
es sordo pero ninguno de sus progenitores lo es. En el
primero de los supuestos no hay una situación traumática
inicial puesto que la relación paterno-filial está
vehiculada, entre otras cosas, por la sordera. La
preocupación llega para el segundo de los casos. Según
explicó Pinedo “los sentimientos que predominan en los
padres en los primeros momentos de vida de su hijo son la
frustración y la ansiedad”. La recomendación que este hace
es que se ha de asumir la sordera de un hijo con naturalidad
ya que es una circunstancia que no impedirá una vida normal
para el pequeño.
La sordera, en un momento inicial de la vida de un ser
humano, ha de tratarse médicamente, pero también se ha de
educar al menor teniendo en cuenta esa circunstancia, según
precisó el asesor sordo. Por ello, independientemente de que
los padres apuesten por un audífono o los implantes para sus
hijos “el paso siguiente es asumir la sordera y empezar a
conocer la lengua de signos”.
Por su parte, la jefa de estudios del Juan Carlos I
manifestó que la lucha del colegio con los padres se centra
en “evitar que los sobreprotejan por su discapacidad”. Según
Amieva hay que transmitir a éstos que sus hijos son
“normales” y que “con su exceso de atención a veces les
perjudican”.
Pinedo no lleva ni dos semanas en el Juan Carlos I, pero su
impresión, tanto de los niños como de los profesores, es muy
grata. Respecto a los docentes este valoró su esfuerzo por
conocer la lengua de signos: “He podido comprobar como
algunos maestros se defienden bastante bien”. Por otro lado,
y en relación a los más pequeños, significó su carácter
integrador. “Cuando llega la hora del recreo es bonito ver
como juegan todos juntos. Mientras, en las aulas he podido
ver como la interacción entre oyentes y sordos es fluida”.
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Una figura vital que escasea entre la población de la ciudad
La historia de la falta de
especialistas en la ciudad se repite con los asesores de
sordos e intérpretes de la lengua de signos. Este mal
endémico de Ceuta afecta casi cada año al instituto Almina y
al colegio Juan Carlos I, los centros que, junto al de San
Antonio, aglutinan a la población estudiantil sorda de la
ciudad. Estos dos centros iniciaron el curso en septiembre
sin los pertinentes especialistas, que llegaron en enero,
cuando la actividad volvió a las aulas. Los profesionales
que han venido a ocupar las vacantes son Pinedo y Sánchez.
El director del Juan Carlos I, Rafael Zaragosí, considera
que el problema es “fundamentalmente económico”. No les
pagan los veranos por lo que, según este, una persona se lo
piensa dos veces antes de seguir un curso más en Ceuta.
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