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cultura - DOMINGO, 20 DE ENERO DE 2008


Joaquín Pinedo en una de sus clases. e.p.

REPORTAJE / ENSEÑANZA DE LA LENGUA DE SIGNOS
 

Un esfuerzo constante
para superar barreras

Joaquín Pinedo es asesor sordo en el
Juan Carlos I y su historia es la de un especialista recién llegado de la Península
que apuesta por la enseñanza de la lengua
de signos como un elemento integrador
a la vez que de comunicación

CEUTA
David F. Pascual

local
@elpueblodeceuta.com

La comunicación es un fenómeno inherente a la relación grupal de los seres vivos y por medio de la cual unos comparten información acerca de su entorno con otros. La comunicación es algo vital para el ser humano, capaz de crearla incluso cuando no tiene a ningún semejante con quien establecerla. El elemento clave por antonomasia de este fenómeno es la lengua. Ésta se enseña a los niños en los colegios ya desde pequeños. Y de entre todas ellas la de signos es una de las más desconocidas para una sociedad audiovisual donde priman los elementos mayoritarios.

Los niños y niñas pertenecientes a un colectivo minoritario en Ceuta, como es el de los sordos, progresan cada año en el conocimiento de su lengua, la de signos, en las aulas de los colegios e institutos de la ciudad. Ello se produce gracias a la labor entregada y altruista de profesionales como Joaquín Pinedo, asesor sordo procedente de Burgos, que desde hace pocas semanas ejerce como tal en el colegio de Primaria Juan Carlos I. Por desgracia, Ceuta no cuenta con una bolsa de especialistas en lengua de signos capaces de cubrir las necesidades de los escolares de los centros de la ciudad donde se agrupan. Así, cada año la Dirección Provincial del Ministerio de Educación (MEC) ha de recurrir a la Confederación Nacional de Sordos de España (CNSE) para conseguir a asesores sordos o intérpretes de lengua de signos que vengan a Ceuta.

El director del Juan Carlos I, Rafael Zaragosí, consideró que la labor del asesor sordo es “fundamental” ya que salvo la figura de estos especialistas, nadie puede enseñar lengua de signos en un centro. “En el momento en el que hay ausencia de estos profesionales los alumnos lo notan”, apuntó. Por su parte, María Luisa Amieva, jefa de estudios del centro, significó la importancia de personas como Pinedo porque para los niños es un referente con el que comparten la lengua.

Pinedo está recién llegado a la ciudad, al igual que su compañera María del Águila Sánchez, que ejerce como intérprete de lengua de signos en el instituto Almina. Reconoce que la decisión de venir a Ceuta “no fue fácil” y que los primeros días se ha sentido “extraño”. Su pasión por la integración del colectivo sordo y sus ganas por enseñar la lengua de signos convirtieron a Pinedo en un especialista.

Ceuta une a su extrapeninsularidad la presencia de colectivos de escolares de distintas religiones. Este hecho supuso un cambio respecto a lo que conocía: “Al llegar me dijeron que iba a tener a 7 alumnos, con edades diferentes y, por lo tanto, de distintos cursos”. Pinedo afrontó estas circunstancias como “un reto” que, según confiesa, va superando poco a poco.

Cuando se enfrenta a una clase, un grupo o un alumno, este asesor sordo lo tiene claro: “Mi principal objetivo es el desarrollo de la lectura y la comprensión de los textos”. Lo hace así porque es totalmente consciente de lo que este instrumento significa para una persona sorda. “Para nosotros es vital conocer la lengua de signos como una forma de establecer una comunicación con las personas y para reforzar nuestra identidad”, explicó.

Lejos de encerrarse en todo aquello que rodea a la forma de ver el mundo para los sordos, Pinedo no eludió que la mayoría de la sociedad es oyente y que tienen su propia vía de comunicación que también hay que aprender. Así, este apuesta por completar el conocimiento de sus alumnos con las dos lenguas.

El comportamiento de los padres


Los padres son la otra parte de la historia para los escolares sordos. La experiencia es un grado y Pinedo tiene de sobra. Este distingue dos casos: cuando el hijo es sordo y al menos uno de sus padres también lo es y cuando el menor es sordo pero ninguno de sus progenitores lo es. En el primero de los supuestos no hay una situación traumática inicial puesto que la relación paterno-filial está vehiculada, entre otras cosas, por la sordera. La preocupación llega para el segundo de los casos. Según explicó Pinedo “los sentimientos que predominan en los padres en los primeros momentos de vida de su hijo son la frustración y la ansiedad”. La recomendación que este hace es que se ha de asumir la sordera de un hijo con naturalidad ya que es una circunstancia que no impedirá una vida normal para el pequeño.

La sordera, en un momento inicial de la vida de un ser humano, ha de tratarse médicamente, pero también se ha de educar al menor teniendo en cuenta esa circunstancia, según precisó el asesor sordo. Por ello, independientemente de que los padres apuesten por un audífono o los implantes para sus hijos “el paso siguiente es asumir la sordera y empezar a conocer la lengua de signos”.

Por su parte, la jefa de estudios del Juan Carlos I manifestó que la lucha del colegio con los padres se centra en “evitar que los sobreprotejan por su discapacidad”. Según Amieva hay que transmitir a éstos que sus hijos son “normales” y que “con su exceso de atención a veces les perjudican”.

Pinedo no lleva ni dos semanas en el Juan Carlos I, pero su impresión, tanto de los niños como de los profesores, es muy grata. Respecto a los docentes este valoró su esfuerzo por conocer la lengua de signos: “He podido comprobar como algunos maestros se defienden bastante bien”. Por otro lado, y en relación a los más pequeños, significó su carácter integrador. “Cuando llega la hora del recreo es bonito ver como juegan todos juntos. Mientras, en las aulas he podido ver como la interacción entre oyentes y sordos es fluida”.
 


Una figura vital que escasea entre la población de la ciudad

La historia de la falta de especialistas en la ciudad se repite con los asesores de sordos e intérpretes de la lengua de signos. Este mal endémico de Ceuta afecta casi cada año al instituto Almina y al colegio Juan Carlos I, los centros que, junto al de San Antonio, aglutinan a la población estudiantil sorda de la ciudad. Estos dos centros iniciaron el curso en septiembre sin los pertinentes especialistas, que llegaron en enero, cuando la actividad volvió a las aulas. Los profesionales que han venido a ocupar las vacantes son Pinedo y Sánchez. El director del Juan Carlos I, Rafael Zaragosí, considera que el problema es “fundamentalmente económico”. No les pagan los veranos por lo que, según este, una persona se lo piensa dos veces antes de seguir un curso más en Ceuta.
 

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