Tengo una especie de picor en la
garganta del que creo es culpable el fuerte viento que
padecimos ayer, por el miércoles, y que parecía venir
impulsado por Eolo escondido en las montañas del Rif. Fuerte
y potente viento, sí señor, que deja los pelos señalando por
unanimidad hacia el peñón de Gibraltar en una clara alusión
a que lo pidamos ya, a cambio de lo que todos sabemos pero
callamos.
Todavía estoy dándole vuelta a esa increíble, por estúpida,
maniobra política del sector duro del PP, -aunque Mariano
Rajoy diga que es una decisión personal suya en un
pretendido acto de autoridad, nadie se lo cree- de negar la
presencia de uno de los políticos más influyentes en sus
listas electorales. Con Ruiz-Gallardón se le escapan al PP
casi un 16% de las expectativas de voto que podía haber
tenido asegurada con la presencia del mismo. Que no piense
el líder pepero que con Pizarro ganará el doble. El efecto
Gallardón es muy importante en el voto de centro. Si un
hombre, un político con pretensiones y aspiraciones de
gobernarnos a todos los españoles, toma una increíble y
perjudicial, para su propio partido, decisión en vísperas de
unas elecciones generales no presente, obviamente, madera de
ser un presidente ecuánime. Demuestra que anda fuera de toda
lógica por lo que quiero pensar que ello de debe a las
influencias del llamado sector duro del partido… ¡si hasta
el mismísimo Fraga se mosquea!Como Ruiz-Gallardón haga
provecho de la situación a la que se ha visto condenado, o
sea agarrarse al victimismo, del que son expertos los
políticos peperos, muchas sirenas entonaran cánticos y
dificultarán el retorno a Itaca, digo a La Moncloa, de
Mariano Rajoy. Aunque éste no tiene madera de Ulises porque
se fue de Itaca, digo de La Moncloa como vice-presidente
saliente. Y que yo sepa, no creo tenga una Penélope
esperándole. Aunque tal vez sea una Penélope con bigotes.
Bueno, me extraña sobremanera, repito, esa decisión que
Rajoy podía haber tomado en un momento menos inoportuno y
encima con un órdago sobre la mesa. La jugada maestra,
aunque diga lo contrario así fue, estaba en la eterna
enemiga interna del propio Ruiz-Gallardón: la presidenta de
la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Su órdago
intempestivo no era improvisado, más bien se asemeja a una
jugada de maestro de ajedrez, y su paso como un ciclón ayudó
sobremanera a Mariano Rajoy para suavizar, en un intento
poco loable por estar cargado de hipocresía, su decisión de
apartar al alcalde de sus aspiraciones a un escaño en el
Congreso. ¿Por qué no se pronunció Esperanza Aguirre en su
momento? ¿Tenía que ser en ese preciso instante?¿Por qué no
tomó, Rajoy, esa misma decisión mucho antes? ¿Por qué no le
dijo a Gallardón que no contaba con él cuando lo pidió en su
momento? Porque sabemos que Gallardón le haría sombra,
demasiada, y no era cuestión de alargar el proceso de
enemistad hasta el mismo día de las elecciones, aunque ahora
el resultado sea el mismo.
Cuando un político de la valía de Alberto Ruiz-Gallardón
aspira desde hace años a un escaño en el Congreso, habiendo
estado trabajando íntegramente para el partido desde que lo
fundó su padre, junto con otros, y mirando hacia el frente
del país, por España, nunca pero nunca debería descartarse
tal aspiración.
La fortaleza de Alberto Ruiz-Gallardón, como político, está
en su planteamiento centrista. Un planteamiento que gusta a
muchos españoles y que el sector duro del PP ve con malos
ojos y las palabras de Gallardón al salir de la reunión en
que Rajoy le expuso su negativa a incluirlo en las listas,
son todo un poema: “… quién les habla, evidentemente, ha
sido derrotado en su aspiración”, palabras que expresan una
situación personal y que son refrendadas por su énfasis
puesto en la declaración siguiente de que la responsabilidad
de que no vaya a la Cámara es de Mariano Rajoy.
Mi conocido Josep Piqué ya tiene un compañero de infortunio,
Josep Piqué conoce bien a Rajoy y por ello, al telefonear al
alcalde madrileño para expresar su solidaridad, ya es más
que un poema tragicómico en el que las lágrimas de gorrión
juegan un papel muy importante. La “espantá” forzosa de
mentes preclaras del PP es una constante del partido, y ello
debe de servirle a Gallardón como una esperanza de un futuro
mejor mirando hacia el centro. No en vano las voces
moderadas del partido fueron condenadas al ostracismo: el
propio Piqué, Rodrigo Rato, Jaume Matas y, más antiguamente,
Herrero de Miñón… a Gallardón le llueven los palos a causa
de una vengativa respuesta, por parte de la cúpula pepera,
por haber discrepado de las teorías conspirativas del 11-M…
lo mismo que le sucedió a Rato cuando discrepó contra Aznar
por apoyar la guerra de Irak; a Josep Piqué por tratar de
moderar la postura del partido lidiando, en la propia
Catalunya, la campaña anti-Estatut… ¿seguirá vivo el PP
después del 9-M?
Si Gallardón abandona la política… los lagrimones de la
gaviota solaparán las lágrimas de gorrión en un suspiro. Y
Mariano Rajoy, como buen gallego, seguirá bogando por los
impetuosos y tempestuosos mares de la incertidumbre política
en busca de su añorada Itaca, mientras una no menos añorada
Penélope con bigotes se difumina en lontananza, allá en un
lujoso despacho de la FAES. Polifemo es demasiado fuerte y
grande para el remilgado gallego. Las sirenas son demasiado
atractivas para la tripulación…
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