Salí de esa flor de melancolía
cultivada a la vera del Genil y el Darro, camino ya de
nuestra África (referente geográfico del que muchos, en la
Ciudad querida, reniegan u obvian) en otro día templado y
luminoso, con la vega granadina vestida de verde pese a la
pertinaz sequía. Dándole a la mandíbula con un jugoso
“pepito” de ternera (adornado con pimientos y crema de
queso) en Villanueva del Rosario, decidí titular esta
columna tomando prestado el nombre del subtítulo de una
interesante obra de Tariq Ramadán (“El Islam minoritario”,
de ‘Edicions Bellaterra”) que, anteayer, saqué de su
estantería para consultar -dado el perfil de mis compañeros
de viaje- estos días, cuya lectura y comentarios alterné
junto con mi última adquisición (en reciente edición de la
Universidad de Granada y la Fundación Euroárabe), una
clásica obra sobre el Califato y el gobierno en el Islam
obra del prestigioso jurista de la universidad “Al-Azhar”
Alí Abd al-Ráziq, publicada inicialmente 1925 y de la que
solo conocía su referencia en árabe.
Sí comparto con ustedes estas reflexiones es porque este año
se ha estrenado con dos importantes eventos cara al
trascendental debate Occidente/Islam, cuya onda está
alcanzando de lleno a la nueva Europa en construcción,
levantada sobre otros cimientos pero embarazada, en los
últimos tiempos, con multitud de hijos del Sello de la
Profecía en una realidad empíricamente unívoca: el Islam
vive, hoy, entre nosotros. En una curiosa sinergia de
alcance insospechado, si Rodríguez Zapatero tocaba a rebato
convocando (junto a su homólogo turco) el I Foro de Alianza
de Civilizaciones, recientemente clausurado, el 10 de enero
unas 400 organizaciones islámicas radicadas en treinta
países europeos (tome nota el lector de las cifras) firmaban
un interesante documento de 26 puntos (la “Carta de los
Musulmanes Europeos”) con el que quieren dotar de identidad
específica, ideológicamente hablando, a los más de veinte
millones de musulmanes (más de un millón en España) que
viven, actualmente, en Europa. Sobre ello escribiré otro
día.
Tariq Ramadán, icono intelectual de la juventud musulmana en
Europa, saltó a la opinión pública como activista musulmán
en 1993, criticando las -a su juicio- limitaciones que
presenta el espacio laico europeo a la hora de reconocer la
diversidad religiosa, en confusa expresión que haría las
delicias de un buen número de jerarcas de estirpe vaticana,
particularmente en la montaraz Iglesia católica española.
Pero a lo que vamos: Ramadán, nieto por parte materna de
Hassan al-Banna, fundador del movimiento islamista de los
“Hermanos Musulmanes”, plantea en clave islámica un discurso
ambivalente desde el Islam y para los musulmanes de Europa,
encorsetados entre el aislacionismo (gueto), la integración
(ciudadanía) y la insurgencia (islamización y/o yihadismo)?.
Ceuta no puede vivir ajena a este debate, máxime cuando
desde la Ciudad Autónoma se sostienen políticas no
precisamente aconfesionales y, en la comunidad musulmana, se
debaten soterradamente tres tendencias: la tradicional,
sunní-malikí, apoyada tácitamente por Marruecos; la
totalitaria, radical e islamista del Tabligh (¿sostenida por
quién?); y la salafista yihadista, agazapada y camuflada
donde, amigos, menos se esperan.
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