Creo que los españoles deberíamos
ponernos una orejeras a partir del mismo día en que comience
la campaña para las elecciones del día 9 de marzo. En
realidad, ya las deberíamos llevar puestas desde hace varios
meses vista la precocidad con la que, los partidos
políticos, se han puesto a la tarea de intentar convencer a
los ciudadanos de la conveniencia de votarlos. La
concreción, las ideas simples y claramente explicadas y la
expresión del posibilismo y el pragmatismo sin ambages, no
es precisamente lo que se puede sacar de los discursos que,
machaconamente, nos van repitiendo los líderes de las
distintas formaciones en liza. Por ello les recomiendo que
no les escuchen. Pónganse las orejeras, háganme caso.
“Por sus actos los conoceréis” o, lo que es lo mismo y quizá
más exacto: “por sus frutos los conoceréis” No hay duda de
que la cita evangélica, como todas las que hemos recibido de
la cultura cristiana, tiene un sentido aleccionador y real.
No nos atengamos a falsas promesas de lo “que están
dispuesto a hacer”, porque ello no nos garantiza nada y
mucho menos que, el que nos lo promete, tenga la más mínima
intención de cumplirlo. Atengámonos, más bien, a lo que han
hecho cuando han tenido oportunidad de gobernar.
Por ejemplo, si yo me planteo lo que ha hecho el gobierno
del PSOE durante la pasada legislatura, puedo comprobar que
no se ha caracterizado por cumplir las promesas que hizo a
sus electores; al menos en aquellas cuestiones fundamentales
que debían constituir la columna vertebral de su
legislatura. Si nos atenemos a la cuestión del terrorismo no
hay duda de que su política de prescindir del Pacto por las
Libertades y la Ley de Partidos, ha sido un completo
fracaso, en cuanto han seguido un camino equivocado enfocado
a una negociación –ocultada al principio y descubierta
después, por los medios de comunicación –, que no ha llevado
a nada más que a permitir que la banda terrorista se haya
reforzado; que haya conseguido que partidos abertzales hayan
ocupado lugares en los organismos públicos y que la cuestión
de las libertades y la seguridad en el País Vasco haya
llegado a extremos de máxima virulencia. Si nos fijamos en
su actuación respecto a las distintas autonomías, hemos
podido constatar el chauvinismo con el que se han
beneficiado a algunas y la cicatería con la que se han
tratado otras (por ejemplo: Madrid) En cuanto al problema
del separatismo no cabe duda de que, tanto los vascos como
los catalanes, han conseguido reforzar sus posiciones,
conseguir mayores cuotas de poder y chantajear al Estado con
sus continuas reivindicaciones, incluida, como no, la del
famoso Estatut catalán.
Si quisiéramos hablar de la actuación de los encargados de
impartir la justicia podemos afirmar, sin el menor rebozo,
que ha sido un año “horríbilis” en el que, tanto fiscales
como algunos tribunales (incluido el TC), han dado las más
descaradas muestras de estar dirigidos por el Gobierno,
olvidándose de sus deberes como garantes de la independencia
de la Justicia.
Si es que queremos entrar en el terreno de las libertades y
derechos ciudadanos, hemos podido constatar como se ha
legislado en base a conceptos partidistas, tanto de la
enseñanza como de la ética y moral, olvidándose del derecho
constitucional que les otorgo a los padres la facultad de
escoger la enseñanza moral, ética y religiosa para sus
hijos. La ley de Educación para la Ciudadanía ha sido, sin
duda, la más incontestable muestra de dirigismo político
encaminado a crear clones de ciudadanos a la medida del
PSOE. Se han concretado a favorecer, con sus disposiciones,
a sus amigos de los banco adictos o los que han fingido
serlo por conveniencia e intervenir en opas para favorecer a
sus “amiguetes” en perjuicio de los intereses de España.
Han sido incapaces de tomar medidas preventivas cuando ha
llegado la crisis de las hipotecas y el aumento de precios
que afectan a los ciudadanos menos favorecidos. Un triste y
decepcionante balance para quienes nos quieren vender la
piel del oso antes de haberlo cazado.
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