No ha comenzado oficialmente la
campaña electoral y ya están las guerras de guerrillas en
algunos partidos. Ahora el problema es interno, parece que
ensayan el cuerpo a cuerpo para cuando llegue la campaña.
El problema, y serio, está en la confección de las listas
electorales, cuando algunos pesos pesados no encuentran el
cobijo justo que ellos pensaban y tendrán que ir a sitios
que no habían pasado por su mente para poder tener acomodo y
poder conseguir estar en primera línea de la política
nacional.
Donde saltan chispas, al menos de momento, es en el PP, en
las altas esferas, que si las cosas les salen bien todo se
dará por bien empleado, pero si vuelve a ganar el PSOE, los
populares tendrán que esperar unos cuantos años más, y no
precisamente cuatro, hasta que puedan aspirar a ganar otra
vez.
Y ese rifi rafe que hay por las alturas va haciendo eco,
también a niveles más bajos, donde las listas, y no son
largas, están tardando en cerrarse, tal como me decía
alguien dentro del propio PP, esperando a ver si no ha
encontrado acomodo alguno de los importantes y lo desplazan
a otras provincias.
Estoy escribiendo el miércoles, a la siete de la tarde, y en
Ceuta parece que no se ha cerrado aún la lista para el
Senado.
Dentro de todo, es lo bueno que hay en esto, que los que más
fuerza tienen, hay veces que, pierden la confianza del grupo
que elabora esas listas y tienen que andar danzando para no
perder el tren que habían intentado coger hace tiempo.
Y es curioso que esto ocurra en los grupos que tienen todas
o una gran parte, de ganar, porque en aquellas candidaturas
que, de salida, parten como perdedores, los que otras veces
buscaban con uñas y dientes un puesto, para poder salir,
ahora se han apartado como si les hubieran echado agua
hirviendo y han dejado paso ¿Voluntariamente? a otros para
ver si con la derrota se van quemando y ellos pueden volver
a la escena.
Eso es lo que piensan algunos ilusos, pero una candidatura
joven, aunque pierda, al menos demuestra dignidad y saber el
terreno que tiene que pisar.
Desde ahora hasta el día 9 de marzo, vamos a tener de todo.
Los grandes salen muy igualados en esta ocasión desde la
rampa de partida y dependerá de sus aciertos y de los
errores de los otros el éxito o el fracaso final.
Mayorías absolutas no parece que se vayan a dar, ni en uno,
ni en el otro de los dos que pueden ganar, lo que implicará,
una vez más, que ciertos grupos con un porcentaje mínimo, a
nivel nacional, van a ser los que “partan el bacalao” y los
que marquen, de alguna manera, las líneas que más les
convengan a ellos.
Y llegados a esta situación, malo será que un grupo ejerza
el rodillo, con una mayoría aplastante, pero todavía es peor
que algún grupúsculo, por aquello de su apoyo al que
gobierna, sea el que esté condicionando las líneas maestras
de la política del país.
A lo largo de los años que llevamos de democracia, hemos
tenido gobiernos de varios tintes, con 3 o 4 mayorías
absolutas y algunos otros, como la última legislatura con
apoyos variopintos. De todos esos gobiernos me quedo con el
primero de Adolfo Suárez, tras las primeras elecciones, sin
mayoría absoluta, y con el primero de Felipe González, con
el primero, con gran mayoría absoluta. En los demás fueran
del tinte que fueran hubo de todo.
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