El centro de la ciudad lleva ya
varios días intransitable. Y no es que sus calles estén
sucias, descuidadas, peligrosas, o porque los comerciantes
hayan decidido alegrarles la vida a los viandantes con
ofertas de gangas impensables. No. El atasco que impide
andar por las arterías principales de la ciudad se debe al
gran gentío que se viene dando cita en ellas desde hace ya
varios días.
Desde todos los puntos de la ciudad, no cesan de acudir
personas con el deseo de coincidir hacia los alrededores del
Mercado de Abastos con el único propósito de protestar
ruidosamente contra la idea de que éste, el mercado, sea
instalado en la Manzana del Revellín.
En el punto de encuentro había ayer una abigarrada multitud.
Entre la muchedumbre destacaban los ecologistas, los jóvenes
socialistas, los amantes de la naturaleza, los
sindicalistas, los pícaros, los truhanes... Todos ellos
sometidos a la batuta del gran hombre; del hombre del
momento; del hombre que marcará una época en la vida de esta
ciudad: Juan Luis Aróstegui.
Una vez más, por si alguien lo dudaba, su fuerza convocadora
ha sido tan extraordinaria que desde las nueve de la mañana
hasta las nueve de la noche la riada humana ha colapsado las
vías importantes y adyacentes. Los encargados de mantener el
orden se han visto impotentes para contener a una
muchedumbre que gritaba encolerizada contra Juan Vivas.
Incluso, en un momento determinado, ni siquiera los
vehículos han podido circular. El caos se ha apoderado de la
ciudad y el presidente parece ser que está en Tetuán
esperando que amaine la tormenta ciudadana.
Es el sueño perpetuo de Juan Luis Aróstegui. Un iluso
obsesionado con hacerse notar cada día con dos fines bien
distintos. En los personales no entro, faltaría más; y en
los económicos necesitaría las pruebas correspondientes. Por
razones obvias.
De momento, el secretario general de Comisiones Obreras -al
alimón con Antonio Gil- se ha tenido que conformar con haber
reunido a 60 personas, pertenecientes a lo que llaman,
pomposamente, la izquierda ideológica. Una cifra ridícula. Y
han acordado darle vida a un documento en el cual expondrán
sus intenciones. Tras el manifiesto llegará la recogida de
firmas y la elección de personas cuya imparcialidad esté más
que demostrada para que lleven la voz cantante: o sea, que
persigan con saña la idea de trasladar el Mercado de Abastos
a la Manzana del Revellín.
Todo ello bajo el lema de cada ‘Cosa en su sitio’. Lo que
traducido significa el siguiente mensaje para Juan Vivas.
Como pienso que estás cortito de valor y te asustan las
manifestaciones y los gritos contra tu persona, yo, Juan
Luis Aróstegui, que llevo mucho tiempo sin participar en
ninguna orgía financiera, prometo que vas a saber lo que es
bueno.
La verdad es que Vivas tiene dos opciones. Una, jugársela a
la inglesa. Sí, como lo oyen: los ingleses piensan que un
talonario de cheques puede resolver cualquier problema de la
vida. La otra, darse cuenta, de una vez por todas, que su
mayoría absoluta no está únicamente para regocijo de los
aduladores que lo frecuentan. La confianza depositada en él
por una mayoría abrumadora está para que haga uso de ella
con eficacia, con justicia y de un modo racional. En este
caso, la legalidad le permite al presidente de la Ciudad
trasladar el mercado a la manzana. No hay más.
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