Sin duda, la noticia estos días
para los españoles (además de intentar llegar a fin de mes)
es la reciente disolución de las Cortes aprobada por un
Consejo de Ministros de carácter extraordinario, presidido
por el jefe del Ejecutivo José Luis Rodríguez Zapatero (el
decreto será aprobado hoy en el BOE) quien, a continuación,
se trasladó al Palacio de la Zarzuela para, como es
preceptivo, informar al Rey en su calidad de Jefe del Estado
y convocar elecciones generales para el próximo 9 de marzo.
Como advirtió el presidente del Congreso de los Diputados
Manuel Marín, el pasado ejercicio político transcurrió en un
clima de crispación y malos modos como no se conocía desde
el advenimiento de la democracia. Añadiría a las palabras
del veterano político que a un pésimo Gobierno, el peor de
todos, se unía una Oposición que en cierta medida le hacía
juego; entre ambos, unos desleales socios nacionalistas
dedicados al pillaje. España no va bien y los síntomas
comienzan a emerger. Aparcando situaciones coyunturales se
impone una reforma de la Constitución y una drástica
revisión de nuestro sistema político, que lo revitalice y de
frescura, impulsando medidas regeneracionistas que
consoliden un sistema democrático aquejado de enfermedades
estructurales. En primer lugar atendiendo a una financiación
transparente de los partidos políticos, actualmente opaca y
que explica, en gran parte, las corrupciones “normalizadas”
en el campo urbanístico (tradicional correa de transmisión
del dinero negro), dando también un toque de atención al
depredador sistema financiero pues no es de recibo -ni en lo
ético ni en lo jurídico- que, mientras miles de familias ven
en peligro su futuro por no poder afrontar un crédito
hipotecario, todos los partidos políticos (desde el PSOE al
PP, pasando por IU) han visto exonerados, cuando no
congelados, números rojos de vértigo en sus endeudadas
cuentas con los bancos. La pregunta pertinente, que la
ciudadanía debería convertir en clamor, es: ¿a cambio de
qué?. Mientras y en un ejercicio obsceno y sin pudor esa
misma banca -que tan alegremente prestó el dinero, ora al PP,
ora al PSOE- niega y dificulta condiciones crediticias a un
nuevo partido, UpyD, de la carismática Rosa Díez que se
presenta con un programa alternativo, viable y con
posibilidades de futuro. ¿Por qué…?.
A la crisis económica que, como una ola, amenaza con echarse
encima engullendo nuestra estabilidad social, se une un
panorama internacional en el que los nubarrones van
amenazando tormenta. Cuando lleguen las vacas flacas, ¿qué
va a pasar por ejemplo con eses centenares de miles de
emigrantes asentados, irregularmente, en el país…? Y si
hablamos de la ordenación del territorio, ¿quién va a frenar
el apetito insaciable de los voraces, amenazantes y
anticonstitucionales nacionalismos periféricos?. También
está la cuestión religiosa, entre una Iglesia Católica
insumisa y un islamismo que campa a sus anchas; ¿España es o
no un Estado aconfesional?, ¿en qué medida?. Muchos
interrogantes y una realidad que se enturbia a pasos
agigantados. ¿Soluciones?. Seamos realistas y exijamos lo
imposible: un responsable pacto de Estado (PSOE-PP) que
ponga las cosas en su sitio.
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