Se me ponen los vellos de punta
cuando observo perplejo como los españoles, arrastrados sin
duda por los intentos de la prensa afecta al Gobierno se
deja convencer por los cantos de sirena que intentan
alejarnos de la dura y cruel realidad en la que estamos
sumergidos, para pintarnos espejismos de bonanza,
prosperidad y lluvias de claveles socialistas que, como
maná, nos caen del cielo para apartarnos de cualquier
posible duda sobre el porvenir que nos espera bajo la égida
del Gran Hermano, señor ZP, y de toda su camarilla de
ministros.
Es cierto que, en vísperas de elecciones, el que los
garbanzos se pongan por las nubes y que el pan se haya
convertido de artículo de primera necesidad a un lujo, no es
algo que favorezca a un Gobierno que se ha pasado los cuatro
años de ejercicio del poder, diciendo que España desbordaba
salud económica por los cuatro costados. Tampoco podíamos
esperar que el señor Solbes –que ha estado relegado al papel
de segundón a las órdenes directas de los demagogos de la
Moncloa, viendo como el señor Arenillas hacía y deshacía,
desde la Oficina Económica del Gobierno, lo que mejor le
convenía a él y a su partido (incluidas pantagruélicas
comilonas de miles de euros) –; pudiera expresarse
libremente mesándose la cabellera y llorando a moco tendido
ante el resultado de su mandato. Sin embargo, el que el
señor ministro de Economía nos salga ahora con alguna de sus
gracias para intentar que nos traguemos el sable hasta la
empuñadura, me parece que es algo patético. Sin embargo,
estos señores que le ríen los chistes a Solbes, saben que
están metidos en un buen atolladero, que la construcción ha
bajado en un 37% en Catalunya y que los bancos han cerrado
la espita de los créditos mientras muchas de sus empresas se
están viendo obligadas desprenderse de activos para
conseguir la liquidez que antes lograban con los créditos
bancarios. No es fácil que el señor ministro nos convenza de
que España está preparada para afrontar lo que se le eche;
entre otras razones, porque la construcción en España,
juntamente con el turismo, es uno de los motores de creación
de trabajo y riqueza. No parece que el señor Solbes se haya
percatado de las cifras de desempleo (35.000 parados en
Diciembre, (un mes tradicionalmente con buena ocupación) ni
de los descensos de afiliaciones a la Seguridad Social. Sabe
que si aumenta más la desocupación muchos de los inmigrantes
que, tan alegremente hemos ido aceptando por pura demagogia,
se pueden convertir en un grave incordio si empiezan a tener
problemas de subsistencia y a crear conflictos en las
ciudades con sus reivindicaciones.
Cuando el señor Solbes se muestra confiado porque los bares
están llenos de gente no hace más que demostrarnos su poco
conocimiento de la realidad del país. Los bares, señor
ministro, se distinguen en grandes cafeterías y en bares de
barrio. Cuando usted ve a los bares de barrio repletos de
personal quiere decir que son personas que no tienen trabajo
y que matan sus horas bebiéndose un vino o un café y jugando
a las cartas. No se confunda usted y recuerde que en los
bares de la zona del Paralelo de Barcelona, en tiempos de la
República era donde precisamente los anarquistas planeaban
sus atentados y el señor Lerroux despotricaba contra el
clero y los burgueses.
Si nos referimos a las grandes cafeterías, las de lujo, no
me extraña que las veas repletas, y si están cercanas al
Parlamento, aún más, porque allí, entre pinchos, cervezas y
alguna cigala, es donde sus compañeros de partido van a
matar las horas muertas que les quedan entre las siestas en
la Cámara y la visita al banco para cobrar sus astronómicos
emolumentos.
Le recomiendo que vaya usted a darse un garbeo por los
mercados, vea los precios de los artículos; escuche a las
amas de casa lo que dicen al respecto; tómese en “cafelito”
en uno de aquellos barezuelos que huelen a humanidad, a
sudor de los mozos de carga y a indignación popular y,
después, vuelva al hemiciclo y atrévase a decir ante sus
señorías lo que ha visto y oído. La economía señor ministro,
no la dictan los grandes especuladores, ni los empresarios
bancarios todopoderosos, como su amigo el señor Botín. La
economía se basa en la demanda y la demanda, en definitiva,
procede de la gente como yo, la gente de a pie, los que
hemos trabajado duramente para salir adelante.
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