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OPINIÓN - LUNES, 14 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Mucho ruido y pocas nueces
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

El sábado pasado viajé a Madrid por trabajo. Que voy que vengo. Y tuve ocasión de probar las ventajas de las dos horas y media de trayecto del AVE. Por supuesto, a precios abusivos, como es todo hoy en día, que tiene bien poco de servicio público para mejorar la calidad de vida del ciudadano. Aquí y ahora se trata de “pelar” al paganini y hacerle pagar por duplicado por absolutamente todo.

¿Qué si viajé en preferente o en club? Inaccesibles para una economía media con hijos estudiantes. Me fui en turista y no por mi cristianismo ascético y esenio, sino porque, lo otro, es muy caro. ¿Qué que tal? Pues quitando la rapidez del trayecto y el hecho de que, los WC se abren y cierran con botón, bastante cutre. Nada del otro mundo. Y, por supuesto, aunque pagué mis ciento treinta euros, con descuento por ser ida y vuelta, allí nadie pasó a ofrecer ni un puto periódico, porque, el pueblo que viaja en turista no debe tener derecho a la información. Ni un mísero café en vaso de cartón. Nada. Si quieres satisfacer el retortijón de la barriga hay que acudir a la cafetería, pequeña, pésimamente surtida y con un café abominable a precios de terraza de alto standig de Puerto Banús.

Cutrerío. Se lo digo a ustedes. Aunque, los poderosos que pagan la preferente sí son tratados con mimos y desvelos y bien nutridos. A los otros nos conforman con pasar una cestilla de caramelos, en plan caritativo.

Mucho ruido y pocas nueces y menos previsiones. Porque llegas a la estación de Atocha que parece un mercadillo de pueblo en hora punta y al menos tienes dos cafeterías, una arriba en salida y otra abajo en llegadas, donde han reservado un amplio espacio a quienes apetecemos echarnos un piti para digerir el café. Ventajas de los madriles porque, en la estación María Zambrano de Málaga, con tantísimo metro cuadrado desperdiciado, los sénecas de la igualdad de derechos y oportunidades, no han previsto una zona para quienes hacemos uso del derecho inalienable de hacer con nuestra salud y nuestros pulmones lo que nos sale de las pelotas.

Eso demuestra la hipocresía asquerosa del sistema en que vivimos. Existe y publicado está, un repunte alarmante de enfermedades que se tenían por erradicadas, como la tuberculosis y otra serie de virus exóticos y contagiosos que os traen los importados. Y sin control. Un poner, eres fumador y no puedes materializar tu derecho a echar humo en un vagón de fumadores, ni en un bar de la estación, ni en el mismo andén. Pero va un tuberculosos o un enfermo contagioso y como hay un absoluto descontrol, puede subirse a un tren o a u avión o adonde la salga de la pichurra y contaminar a todo quisque. Lo que viene a significar que, los infecciosos tienen más libertades que los fumadores y eso que no pagan impuestos por sus patologías mientras quienes paladeamos un Chesterfield, con nuestro óbolo estamos ofreciendo un buen pellizco de impuestos indirectos al Estado. Nos cobran y nos putean pero, los que fumamos, no tenemos el síndrome de Estocolmo y preferimos mil veces, antes que esos desvelos por nuestra salud que, a cada inmigrante que entre en España, en la misma frontera, se le practique un reconocimiento médico exhaustivo, con pruebas del VIH, tuberculosis, hepatitis y enfermedades tropicales y que no pueda pisar nuestro territorio hasta que no se demuestre que vende salud. ¿Qué en los telediarios, cuando los africanos de los cayucos son capaces de bajarse por sus propios medios se les califica de “en perfecto estado de salud”? Porque, el stablishment es imprudente y negligente para con los españoles ¿Cómo van a saber la salud de esos tipos si no se les han practicado analíticas?.

Mucho ruido, pocas nueces y toneladas de hipocresía. De hecho, yo considero más enemigo público que al tabaco a la tuberculosis, el sida, el dengue, la malaria, el sarampión, la sífilis, la gonorrea, la tiña, la sarna, los piojos, las conjuntivitis víricas que afectan a la cornea y demás afecciones que teníamos erradicadas cuando no eran desconocidas.

En el AVE no hay vagón de fumadores, porque lo prohíbe la pamplinería vomitiva y represiva del Ministerio de Sanidad, pero cualquier enfermo puede montarse e infectar al pasaje, porque la pamplinería es incapaz de controlar más allá de quien se mete una calada entre pecho y espalda. Incluso consigue que, los fumadores, tengamos un aire canalla, de perversos antisistema, aunque paguemos impuestos indirectos y les engordemos la faltriquera. ¿Qué cual es mi impresión definitiva del AVE? Se ahorra tiempo. La clase turista cutre. La cafetería incómoda. Y si quieren tomarse un café y uno de los escasísimos dulces envueltos en celofán, mejor esperan a llegar a Madrid y desayunan en el Palace.
 

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