PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - DOMINGO, 13 DE ENERO DE 2008

 
Análisis

Miscelánea  semanal

Por Manuel de la Torre


Lunes. 7


He tenido siempre la mala costumbre de no hacerles caso a las personas influyentes. Es verdad que, en alguna que otra ocasión, intenté seguirles la corriente. Pero, en cuanto daba ese paso equivocado, me avergonzaba al verme delante del espejo para afeitarme. Para qué decirles, pues, lo que pienso a mi edad de quienes han salido nominados en un medio de tirada nacional como personas con capacidades para influir decisivamente en el hacer de los poderosos y, por lo tanto, con poder suficiente para infundir temores entre los ciudadanos. Verdad es que a los políticos no se les puede irritar demasiado porque es bien sabido que los “políticos vapuleados son como boxeadores golpeados: el doble de peligrosos”. Aunque ya me dirán ustedes, a estas alturas de la vida, el respeto que me puede merecer la influencia que le otorgan a Juan Luis Aróstegui, Iván Chaves, Basilio Fernández, Manolo González Bolorino, etcétera. Porque si estos señores cuentan con ascendencia sobre las primeras autoridades para cambiar el sino de algunas decisiones, permítanme decirles que estamos huérfanos de esa minoría selecta que se necesita en todos los sitios para gobernar. Y, desde luego, se impone la pregunta: ¿si las personas citadas son las más influyentes cómo será el hombre masa?... ¡Que Dios nos coja confesados! Es la única frase hecha que se me ocurre en este instante.

Martes. 8


En el intervalo de una hora, más o menos, me voy hallando con Mustafa Mizzian, Hakim Abdeselam y Mohamed Chaib. Los tres me agradecen el artículo que escribí sobre ellos, días atrás. Es un detalle de agradecimiento. Sin duda. Y ojalá lo escrito les haya servido para seguir trabajando en pos de volver a recuperar la pujanza que otrora tuvo el Partido Demócrata y Social de Ceuta. Aunque mucho me temo que habrán de luchar sin descanso si quieren reverdecer éxitos anteriores. Debo decir, porque es de justicia, que yo me alegraría muchísimo si ello ocurriera. Porque tales dirigentes nunca me dieron el menor motivo de queja: dada la corrección con la que me trataron siempre. En realidad, fueron los únicos que me ofrecieron su ayuda cuando la necesité. Y ese comportamiento jamás se olvida. Y es que los políticos, habrá excepciones, como la ya reseñada, sólo gustan de los halagos. En cambio, son propensos a digerir mal las críticas. No me extraña que Albert Boadella los definiera así: “Un político es un hombre al que no le gusta la crítica; por instinto, sería fascista”. Lo mejor, para quienes escribimos periódicos, es tener el menor contacto con ellos. En mi caso, he tomado esa decisión y no me va mal.

Miércoles. 9


Tras estar en las instalaciones de El Pueblo de Ceuta, que son, dicho sea de paso, de premio, me doy un garbeo por el centro de la ciudad, para acabar acodándome en la barra de la cafetería del Hotel Parador La Muralla. Poco tiempo después, llegan dos conocidos y nos ponemos a pegar la hebra. Y sale a relucir, de buenas a primeras, lo mal que suelen hablar los políticos. Tal vez, porque, un momento antes, habíamos visto pasar a un ex diputado dispuesto a compartir charla con alguien que le esperaba sentado a una mesa en el fondo del local. La verdad es que no tuve más remedio que darle la razón a quien decía haber oído por la mañana en un programa de radio hablar a varios políticos y casi todos habían practicado la vulgaridad del dequeísmo. Un desliz gramatical que daña los tímpanos de quienes han de soportarlo. La conversación derivó hacia los políticos de Ceuta. Y fue cuando les indiqué a mis interlocutores que en el fondo del establecimiento estaba sentado, precisamente, el político que mejor había tratado el lenguaje en los plenos, siendo diputado del Partido Popular, durante muchos años. Se trataba de Emilio Carreira. Y ambos me dieron la razón. Una vez más, aunque sepa que mi redoble de tambor, con relación a esta cuestión, además de no sentar bien es como predicar en el desierto, me veo en la obligación de asegurar que haber prescindido de EC ha sido un lujo imperdonable por parte del PP. Por más que siga avasallando en las urnas por tener a Juan Vivas en sus filas.

Jueves. 10


No es la primera vez, y espero que no sea la última, que me da por escribir acerca del comportamiento de muchos de los periodistas que llegan a Ceuta comprometidos con algún medio. No hace falta decir que arriban a ella, lógicamente, sin saber ni papa de cuanto se cuece en la ciudad y a merced de las circunstancias. Obstáculos que han de salvar en el menor tiempo posible para poder funcionar adecuadamente. En la mayoría de los casos, los aleccionan de manera sesgada y parcial. Y, debido a tales orientaciones tendenciosas, lo primero que hacen es ponerse, por sistema, en contra del presidente de la Ciudad. Por considerar que éste recibe diariamente una ración desmesurada de halagos, elogios, lisonjas, loas, etcétera. Casi todos esos periodistas suelen expresarse como profesionales que están dispuestos a acabar con lo que ellos consideran un periodismo vomitivo. Un periodismo casado con el poder que habita en la Casa Grande de la Plaza de África. Y pronto, pero muy pronto, comienzan a criticar sin el menor recato a quienes llevan la friolera de dos décadas opinando con el conocimiento que han adquirido de esta tierra y de sus ciudadanos. Y, sobre todo, de cómo funciona el sistema. Muchos de esos licenciados en periodismo, apenas duran lo que duran: unos meses. Y se marchan alegando razones variopintas que no vienen al caso reseñar. En cambio, los que más se han distinguido por renegar de la ciudad, de sus costumbres, de los editores y de Juan Vivas..., trabajan y colaboran en los medios pertenecientes a la Ciudad. No creo que sea el momento de dar sus nombres. Aunque me da en las pituitarias que esos muchachos ni se sonrojarían si me diera por sambenitarlos. Tampoco estaría mal hacer la prueba correspondiente.

Viernes. 11


Un conocido le hace el artículo a José Antonio Carracao mientras yo le presto toda la atención que merece. Me cuenta, además, de qué manera le han apoyado los suyos en el acto en el cual se comunicó que era el candidato al Congreso. En el Hotel Ulises estuvimos los socialistas de verdad. Lo que yo te diga, Manolo, José Antonio Carracao es persona muy válida y muy preparada. A pesar de su juventud. “¿Has hablado con él?”. Le respondo que lo he hecho una vez. Y que me causó muy buena impresión. Pero... “Dime...”. Que tuve la oportunidad de oírle hablar en la Cadena Ser y me defraudó al expresarse con ese dequeísmo que deja a quienes lo practican en una posición muy desairada. Yo le aconsejaría, con todos mis respetos, que procure oírse cuando haga declaraciones. Con el fin de que compruebe lo mal que suena cuando le salen frases más o menos de este tipo: “Me han propuesto ‘de que’ haga o diga...”. Y fueron varias las ocasiones en las cuales cometió el mismo error que no deja de ser una manifestación de vulgaridad. Y en él, que al parecer vive pensando en hacer carrera política, esa manera de expresarse incorrectamente le perjudica muchísimo. Créeme que me cuesta trabajo decirte lo que te estoy diciendo. Pero no me importa pasar por este trance. Sobre todo porque es la mejor manera de ayudarle. Ya que entiendo que José Antonio Carracao, dada su juventud, tiene tiempo y ganas suficientes para corregir ese desliz idiomático.

Sábado. 12


Con el informe de Alvaro Siza, en su día, y con el sí mayoritario de los concesionarios, esta semana, el presidente de la Ciudad se ha llevado por fin una alegría relacionada con la “Manzana del Revellín”. Y es que este mes le será posible airear a los cuatro vientos que el Mercado de Abastos se construirá en un sitio criticado por una minoría dispuesta a ponerse en contra de esa idea. Una minoría que tiene derecho a exponer sus quejas. Faltaría más. Siempre y cuando no lo hagan bajo las directrices marcadas por una persona que trata de sacarle rédito a su oposición: Juan Luis Aróstegui. La forma de actuar del secretario general de Comisiones Obreras es ya tan conocida que pocas personas se dejan embaucar por él. Con lo cual ha perdido poder de convocación. Si es que alguna vez la tuvo. Por lo tanto, mucho me temo, y desde luego lo digo con satisfacción, que se sumen a su protesta la cifra de ciudadanos ya conocida: trece y un loro. Un loro que está siempre atento a ver lo que le cae por oponerse a cuantos proyectos trata de sacar adelante el Gobierno de la Ciudad. Es decir, si hay chocolate, el del loro, claro es, la protesta termina por diluirse como un azucarillo. Creo que se impone ya, y lo digo de verdad, que el presidente de la Ciudad se revista de la fuerza que le otorga su cargo para poner a este personaje en el sitio que se merece. Un Aróstegui que está más visto que el presidente de la Federación de Fútbol de Ceuta. Que no es poco.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto