Seguramente ustedes podrán
recordar su semblante afable cuando se dirigía al pueblo
español con el “talante” de un buen padre de familia, de un
inofensivo ciudadano que estaba ansioso de volcarse en su
trabajo para levantar a España del “fracaso” a la que la
había conducido el PP bajo la dirección del, tan denostado,
señor Aznar. Sus medidas palabras, sus ofertas a la
oposición para que dialogasen con el gobierno, su intención
de cooperar con ella en la lucha antiterrorista y su firme
decisión de acabar con la lacra endémica del desempleo, así
como su apuesta por fomentar la convivencia entre los
españoles, hicieron que muchos ciudadanos se quedasen
embebidos en una especie de hechizo mágico.
Lo que ocurre es que nos vamos a quedar sin aquella España
unida, próspera y decente que nos había legado el PP. Porque
si es que pretendemos buscar en los años precedentes algún
atisbo de entendimiento con la oposición – si concebimos
como tal el gran partido que constituye el PP – no
conseguiremos encontrarlo, por mucho que nos esforcemos; sí,
por contra, hallaremos pactos del Tinell; negociaciones
solapadas con ETA; secretismo; trampas y descalificaciones,
cuando no acusaciones de deslealtad e insultos descarados.
¿Dónde los pactos antiterroristas?, ¿dónde el cumplimiento
de la Ley de Partidos? Volaron, se difuminaron en el aire,
fenecieron.
España, antes del mes de marzo del 2004, era una nación
unida, con los nacionalismos controlados, con lo que fueron
los rescoldos de la Guerra civil amainados, cicatrizados y
alejados de la vida de los ciudadanos. Hoy, lo que se puede
decir que queda de nuestra Nación, se ha convertido, en
virtud del gobierno socialista, en un hervidero de pasiones,
una nueva escisión de los españoles que, casi al cincuenta
por ciento, se tiran en cara viejas ofensas, antiguas
rencillas y resucitados odios, fruto de la militancia de sus
antecesores en la casi olvidada Guerra Civil. Una Memoria
Histórica inútil, desfasada e inoportuna amén de esquinada y
carente de la más mínima objetividad, ha sido la
contribución socialista a aquel apaciguamiento que ZP nos
ofrecía.
Tampoco ha existido gobierno que, con más empecinamiento, se
hay empeñado en ir a contracorriente de lo que le demandaba
la ciudadanía. Sus actuaciones en materia terrorista han
superado con creces la medida del cinismo y la
prepotencia.Enfrentándose a la opinión de la mayoría del
pueblo español ha negociado con ETA; ha favorecido a los
etarras encarcelados; ha influenciado a la Justicia para que
retrasara sus decisiones o renunciara a sus deberes, para
favorecer sus conversaciones ocultas con la banda abertzale
y, para colmo de todo ello, a espaldas del PP y de la
ciudadanía. Ha traicionado a España dando alas al
separatismo vasco, catalán y gallego; ha inculcado la
Constitución ayudando a aprobar un Estatut que es,
prácticamente, el pasaporte a la independencia de Catalunya
y ha permitido al PNV que se le haya subido a las barbas,
hasta el punto de que, Ibarretche, ya ha anunciado un
referendo en octubre para decidir la autodeterminación de
Euskadi.
Cuando ya se anunciaba la llegada de la recesión, tanto el
señor ZP como el ministro de Economía señor Solbes,
pretendieron tomarnos el pelo a los españoles de a pie –que
puede que no seamos muy inteligentes pero que sí sabemos
ventear cuando algo malo se nos acerca –. ¿Para qué tantos
sabios?, ¿para qué tanta Oficina Económica del Gobierno?,
¿para qué los Asesores Económicos de la Moncloa?, si luego
resulta que todos sabíamos, menos los que nos gobiernan, que
deberíamos estrecharnos el cinturón, Lo peor es que sí lo
sabían, pero no les interesaba reconocerlo porque, para
ellos, “España iba bien” y les convenía que siguiéramos
pensando que era así. Nos engañaron a sabiendas, sin
importarles el coste que para los ciudadanos iba a
representar en enfrentarnos a una crisis sin estar
preparados para ello. Y así nos va.
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