El Corán reconoce que los bienes materiales constituyen la
base, el medio esencial, de la propia subsistencia de la
humanidad, de la sociedad. No nos asombramos, pues, si el
pago del impuesto al gobierno ha sido elevado, por el
profeta del Islam, al rango de uno de los cuatro ritos
fudnamentales de la religión. En el Islam, no se paga ningún
tributo al jefe de la ciudad para su lujo y su gloria; se
pagan derechos de colectividad, sobre todo a favor de los
necesitados, y ello siempre con objetivo de crecer en gracia
y purificarse. Muhammad dijo: “El jefe de un pueblo es, en
realidad, su servidor”.
Para demostrar la veracidad de su palabra y el desinterés
absoluto con el que había asumido la dirección de su pueblo,
tanto en calidad de guía espiritual como de jefe del Estado,
había declarado formalmente que los ingresos del Estado
musulmán, provenientes de musulmanes, le estaban prohibidos,
por la religión, a él y a su tribu. Si el jefe del Estado no
abusa de la confianza pública, sus subordinados serán aún
más escrupulosos en el cumplimiento de sus deberes.
En los últimos tiempos el hombre de la calle entiende por
azaque el porcentaje de sus ahorros que es preciso dar cada
año a los pobres. Pero en el Corán, el Hadiz y la práctica
de los primeros siglos del Islam, el azaque [Corán, 2/43;
sinónimo en el Corán de hagg (6/141, 7/24), de nasib
(9/160), de infaq (2/267), de sadaqa (9/103) y de sadaqat
(9/160)] designaba todas las clases de impuestos que el
Estado islámico recibía de sus súbditos musulmanes (los
impuestos percibidos de los súbditos no musulmanes tienen
otro nombre): sobre los productos agrícolas, la explotación
del subsuelo, el capital comercial, el número de cabezas de
ganado y de animales domésticos que comen de los pastos
públicos, los ahorros de plata y oro…
En los primeros tiempos se pagaban todos esos impuestos al
gobierno, pero más tarde, bajo el califa Uzman (644-654) el
gobierno decidió que el impuesto sobre los ahorros podía ser
distribuido directamente por el contribuyente a los
beneficios, cuya lista está claramente indicada en el Corán.
Por razones económicas profundas el Corán ha penalizado el
atesoramiento gravándolo con un duro impuesto a fin de que
la riqueza nacional no cese de circular y de fructificar. La
directiva del Califa Uzman quería simplificar la
Administración: los musulmanes no eran entonces sino una
pequeña minoría de la población, pero estaban dispersos en
tres continentes, desde Andalucía hasta China.
La verificación de los ahorros efectivos exigía un aparato
administrativo más oneroso que los posibles ingresos
fiscales por ese concepto y aparentemente esta es la causa
profunda de esa reforma técnica.
En tiempos del Profeta y de los califas ortodoxos no existía
en el Estado musulmán otro impuesto sobre los musulmanes más
que el azaque. Lejos de ser una limosna, constituía un
impuesto civil, una tasa obligatoria apoyada en sanciones y
en el uso de la fuerza con los que se resistieran al pago.
Para inculcar mejor en los espíritus de los creyentes la
importancia de estos pagos, el Profeta los declaró deber
religioso y prescripción divina, del mismo carácter que la
creencia en el Dios único, los oficios de oración, los
ayunos o el Haýý.
Si la creencia es un deber espiritual, si la oración, el
ayuno y el Haýý son deberes corporales, el pago del azaque
es un deber monetario. Los juristas lo llaman ‘ibada
malilla’ (adoración de Dios por medio de los bienes). Es
otra prueba, si se tiene necesidad de ella, del hecho de que
eI Islam coordina el conjunto de la vida humana en un único
todo, para crear un equilibrio armónico entre el cuerpo y el
espíritu, sin favorecer ni perjudicar a ninguno de los
elementos de la constitución humana.
Como lo hemos visto, el Corán emplea indiferentemente varios
términos para designar este impuesto: Zakat que se encuentra
en numerosos versículos (significa, a la vez, creencia y
purificación; en virtud de la cual es necesario pagar una
parte del aumento de los bienes con el fin de purificarlos),
Sadaqa (que significa la verdad y la caridad; en virtud de
la cual, para testimoniar la verdad de la piedad, es preciso
hacer caridad), Haqq (derecho: pues si es el derecho de los
demás, es el deber de quien posee, siendo derecho y deber
correlatos necesarios para la colaboración, base de todo
funcionamiento social); Nasif (que quiere decir cuota parte
y cosa fijada) y Infaq (que significa gastar y cavar un
túnel, es decir, bajo el suelo de nuestra riqueza).
Son sujeto de impuestos los ahorros, las cosechas, el
comercio, el ganado que pasta en los prados, las minas, los
productos de mar, etcétera. Las tarifas difieren, pero todo
se llama indiferentemente Zakat, Haqq o Sadaqa.
No se consideran invariables las tarifas en vigor en tiempos
del Profeta: hemos visto ya que el Profeta mismo había
eximido a los habitantes de Taif y de ciertas otras regiones
del deber de pagar el Azaque. El gran Califa Omar redujo los
derechos sobre las importaciones alimentarias a Medina.
Durante su vida, el Profeta debió, en ocasiones, recurrir a
contribuciones extraordinarias, para la defensa del país
contra la amenaza extranjera, por ejemplo; esto permitió a
los juristas concluir que el gobierno puede imponer nuevas
tasas provinciales (llamadas nawa’ib) o , aumentar las
tarifas durante la persistencia de la crisis. El silencio
del Corán sobre los objetos y tarifas de los impuestos ha
confirmado a los juristas en este parecer.
Pero el Corán habla detalladamente de los principios del
gasto de los fondos públicos, de los grandes apartados del
presupuesto del Estado: “Los ingresos provenientes del
Sadaqat (ingresos del Estado, pagados sólo por los
musulmanes) son para los necesitados, los pobres, los
recaudadores, para aquellos cuyos corazones hay que ganar,
para la liberación de esclavos y el pago de deudas de los
insolventes, para la causa de Dios y para el viandante. Esto
es un principio de Dios y Dios es sapientísimo y prudente”.
Como se indicó antes Sadaqat no es más que un sinómino de
Zaqat (Azaque) y significa todo impuesto percibido de un
musulmán. Lo que el Estado de un súbdito no musulmán como
son el Khyây, la Jizya, el Fai… no están incluidos en el
Azaque. Los beneficios de las dos categorías de impuesto
difieren también considerablemente.
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