No les encanta a ustedes el
hedonista placer del chismorreo? Hoy por hoy es una especie
de deporte nacional, donde se ejercitan a la par la sinhueso
y los malos instintos. Entendidos por supuesto como mala
baba y perverso regocijo, en plan aerobic neuronal y fitness
de la serotonina. ¿Qué carajo en salmuera están preguntando
ahora? ¿Qué si las endorfinas hacen pilates con los chismes?
Pues sí lo hacen.
Lo pone en el boletín del departamento de Salud Mental de la
ciudad de Nueva York, que está dirigido por mi querido y
admirado Rojas Marcos, el que fuera el alumno más
indisciplinado y petardo de la escuela, pícaro pero
imaginativo y llegó adonde llegó.
Así que, cuando tecleo con placer haciendo comentarios, lo
hago para prevenir el amuermamiento intelectual y, por
cierto ¿Han notado que Letizia estrenó corte de pelo con
melenita cuadrada en el cumpleaños del monarca? No le
favorece, porque tiene el rostro excesivamente anguloso y
los pelos largos le daban aire. ¿Qué está seca como un
espiche? ¡Se equivocan! La Duquesa de Windsor, que en paz
descanse, siempre decía “Una mujer nunca es lo
suficientemente rica, ni está lo suficientemente delgada”.
De hecho, en plan confidencial, les relataré que, por culpa
de los putos antidepresivos tricíclicos y de las malas artes
de mi neuropsiquiatra, hace un par de años y sin previo
aviso, en cuestión de meses, pasé de la talla treinta y seis
¡a la cuarenta y dos!.
Es decir, perdí mi “yo”, me cambiaron de inmediato a los
dobupales, que no son mierda tricíclica y quise poner en
práctica, en primerísima persona dos principios: Primero.-
Que la mujer con voluntad llega más lejos que la que es tan
solo inteligente. Segundo.- Que quien sabe leer sabe
adelgazar.
Cuento esta anécdota porque sé que hay muchos de ustedes que
estarán jodidamente amargados por el flotador, el michelín,
la celulitis, la molla jamonil, la papada reveladora y el
culo como un pandero. Pues bien, todo tiene remedio. Y no
puse en práctica dietas ridículas con puntos, cien gramos de
pavo y una escarola y pamplinas dietéticas complicadas y
amargantes. Primero tomé dos referencias estéticas: Letizia
y Maria Teresa Fernández de la Vega, ambas con aspecto de
estar aquejadas de auténtica, no anorexia, sino gurruminexia,
es decir que son gurruminas talla 36-38 y tienen menos
carnes que un bolígrafo.
Y luego me estudié a fondo las propiedades dietéticas de las
arkocápsulas y de cuanto remedio natural hace mear, drenar y
adelgazar. Cuestión de reeducación alimenticia y de tener
perennemente la barriga ahíta de yogur desnatado y de
cuencos de cereales kellogs con leche.
Si, tengas ganas o no te empiporras de yogures y de
cereales, no te entra en la panza ni la bendición de Dios,
porque te sientes llena y si encimas te metes cápsulas de
karaya y algas como fucus y espirulina, no te entra ni un
canapé. El hambre engorda. Pero, no basta con no meter más
kilos, sino que hay que quemar la grasa infecta, sudarla a
lo animal. Así que primero me apunté al gimnasio Sunset, que
se pronuncia “Zance”, en mi barriada, pero como allí todo el
mundo parecía ir tatuado, con mucho oro con la cabeza del
Camarón y bebían clara de huevo, preferí otro lugar más
modesto y acorde con mi ascetismo y me fui al Pitu.
A sudar todos los días la camiseta a las ocho de la mañana,
cuando ya venía de vuelta de andar una hora, calentando, de
beber un litro de agua con ortosifón, camilina, forte pharma
anticelulítico, forte pharma vientre plano, alcachofa con
papaya, piña, complejo vitamínico, hierro y ayuditas
naturales. Todo natural.
Nada de química. Y un batido de proteínas al acabar el
machaque, para engrasar los músculos. Los lectores de mi
anterior periódico asistieron encantados a mi lucha contra
la báscula. ¿Qué si lo pasé mal? Fatal.
Nunca dejaron de apetecerme los merengues ni los batidos de
fresa y de cuando en cuando hacía una diablura, pero con un
comprimido de quemacalorías. Y gané. Me costó más de un año,
pero, si quieren, tanto la Leti como María Teresa, ya pueden
pasarme sus modeletes cuando se cansen de ellos y siempre
que no sean del modisto Felipe Varela, que es el que hace
los trajes de chaqueta más relamidos y cursis de España.
Me pueden pasar los atuendos casuales y sencillos, porque
las tres pertenecemos al club de las gurruminas y nos
rechazarían en la Pasarela Cibeles, tan puristas ellos y tan
ñoños. ¿Qué dicen burlones? ¿Qué las tías buenas siempre nos
ganarán?
Depende. Nosotras no llevamos la belleza exuberante en las
copas del wonderbrá, sino en nuestro delicado esqueleto ¿Qué
parecemos el espíritu de la golosina? ¡Más quisiera el gato
lamer el plato!.
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