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OPINIÓN - VIERNES, 11 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Yolanda Bel
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Está ahora mismo en sazón. Yo no sé si sabe idiomas, tan necesarios en la actualidad; pero si así fuera, con su historial, bien podría aspirar con éxito a ingresar en cualquier empresa de las consideradas cinco estrellas.

En la Banca Morgan, es un suponer, sería recibida con los brazos abiertos. Puesto que posee cualidades que forman una magnífica condición para poder acceder a un cargo de tronío. Pero tampoco es necesario que nuestra estimada Yolanda Bel se vaya a hacer las Ámericas. De ningún modo. Porque, dado su perfil, no me cabe la menor duda de que en España se la rifarían algunas multinacionales.

Ustedes se preguntarán qué ha visto uno en la portavoz del Gobierno para hacerle el artículo tan encendido que me está quemando la piel. Pues, simple y llanamente, pensar que vivimos en el siglo XXI y que ella, Yolanda Bel, es mujer que cuenta con ventajas indiscutibles para dar la imagen que se lleva. No olvidemos que lo que el público reclama es la imagen de la pasión, no la misma pasión (Roland Barthes).

Yolanda Bel ha ido creciendo al ritmo que lo hacía el Partido Popular. Es una militante con historia. Se puede decir que ha echado los dientes en la calle Real 90. Y, por lo tanto, conoce perfectamente todo los entresijos del partido. Por lo cual, además de por su valía en muchos aspectos, se le tiene algo más que respeto. No es que tenga bula, sino que ha sabido ponerse en su sitio desde el primer momento. Y nadie la discute por un quítame allá esas pajas. Y lo que es más importante: actúa con una soltura aparentemente candorosa y libre de prejuicios.

No me extraña, pues, que YB sea objeto de miradas profundas cuando le da por lucir su garabato peculiar. Ni tampoco que a unos y a otras, a partes iguales, se les vayan los ojos detrás de su figura. Sobre todo cuando consigue liberarse de ese corsé que es la portavocía. Un potro de tortura. Una labor ingrata que acabó por acelerar los padecimientos físicos de Elena Sánchez.

Con Yolanda Bel he hablado yo ni mucho ni poco. Pero siempre he tratado de hacerle ver que estaba en condiciones de ser lo que ella quisiera. Por razones explicadas ya, así por encima; pero que son de más hondo significado y, por supuesto, quedan para mí. Aunque jamás le negué que lo de ser la portavoz del Gobierno era un regalo envenenado. Una misión en la cual se ve obligada a dar lo peor de sí misma.

Incluso he comprobado, en ocasiones, de qué modo pierde gran parte de su encanto cuando tuerce el gesto ante cualquier pregunta que ella considera impertinente. Y, claro, se me viene el mundo abajo. Y es entonces, en ese preciso instante, cuando digo para mí: a esta chica la están quemando a fuego lento. Y se me encoge el corazón. Y mis interiores gritan contra lo que creo que no es de recibo. Y más que inaceptable me parece que es toda una injusticia. Ay, señor...

Así se lo dije, días atrás, a YB cuando se acercó a la mesa donde estábamos sentado varios conocidos para felicitarnos las fiestas. Y ella, siempre en su papel de militante histórica, me respondió que el partido estaba por encima de las personas. ¡Qué bonito!... Mas, con todos mis respetos para ella, me sigue pareciendo que la portavocía es un puesto hecho a la medida de Emilio Carreira. Verbigracia.
 

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