Es el producto básico más fundamental de todos y cada vez se
vende menos. El sector del pan en Ceuta vive una de las
peores crisis de los últimos años. Las ventas han descendido
considerablemente y algunas de las panificadoras de la
ciudad se han visto obligadas a cerrar sus puertas ante la
falta de beneficios. Actualmente, trabajan en la ciudad once
panificadoras, aunque el pasado 1 de enero cerraba sus
puertas una de las míticas de la ciudad, ‘La Espiga de Oro’.
Sin embargo, en los últimos tres años han cesado en su
actividad otras tres empresas más dedicadas a la elaboración
de pan y está previsto que otras dos lo hagan en los
próximos meses.
Así lo explica el presidente de la Asociación de Fabricantes
de Pan de Ceuta, José Manuel Ruiz, quien argumenta que
“principalmente, esta situación viene motivada por dos
razones: el pan congelado que viene de la península y el que
entra desde Marruecos”. En el primer caso, las piezas vienen
congeladas en barco aunque siempre van a parar a grandes
superficies que tienen convenios con las panificadoras de la
península. Ruiz asegura que “a los pequeños comercios como
nosotros nos es imposible entrar en estos acuerdos aunque
aceptamos esta situación como una competencia leal”. El gran
problema es el pan que entra desde Marruecos, considerada
una competencia desleal “que nos deja indefensos”.
El representante de los panaderos ceutíes insiste en que “si
a nosotros nos exigen controles y certificados de
manipulación no entendemos como es posible que el pan que
entra por la frontera no tenga ningún tipo de control”. Por
ello, Ruiz advierte que “hay que concienciar a la gente de
que se trata de un producto elaborado que se puede
contaminar con cualquiera de sus ingredientes”. Estas piezas
se venden en Marruecos a diez céntimos y aquí se
comercializan en las calles a unos cuarenta céntimos. Esta
cifra queda lejos de los setenta que cuesta una barra de pan
elaborado en una panificadora española y repercute en el
sector que desde hace un tiempo viene teniendo grandes
pérdidas económicas. A esto hay que unir la subida de la
materia prima, de forma que un camión de harina costaba
6.000 euros en 2006, una cifra lejana de los 12.000 que vale
en la actualidad.
“Somos una especie a extinguir porque si esto pasa en
Algeciras, los panaderos pueden abrir el negocio a los
pueblos vecinos pero nosotros estamos aquí solos”, insiste
Ruiz. Por todo ello, los propietarios de las panificadoras
ceutíes esperan reunirse en pocos días con la Ciudad y la
Delegación del Gobierno para pedir más controles sanitarios
y de seguridad en la venta ambulante y en la frontera del
Tarajal. El representante de los panaderos afirma que “ya
nos hemos reunido unas cuantas veces para adoptar medidas,
pero éstas sólo se realizan los primeros diez días, luego
volvemos a lo mismo y se sigue vendiendo pan de forma
ambulante en zonas como el mercado de Hadú”. Ruiz también
puntualiza que las panificadoras con más presión son
aquellas “que se encuentran de Hadú hacia arriba, donde
están los barrios musulmanes”.
Por su parte, las pequeñas panaderías han empezado a
diversificar el negocio ante la falta de beneficios
derivados del producto básico. En ‘El Horno Artesano’, un
establecimiento ubicado en el Mercado Central señalan que
“nosotros no notamos mucho la falta de beneficios pero
porque también tenemos una gran variedad de bollería que nos
hace compensar las pérdidas”. La dependienta de la panadería
explica que diciembre siempre suele ser un mes de muchos
pedidos “aunque a partir de febrero las ventas empiezan a
descender”. En el establecimiento reconocen que hay crisis
en el sector y la dueña se lamenta de la suerte de ‘La
Espiga de Oro’, ya que reconoce que era una de las
panificadoras más señeras de Ceuta “porque mi abuelo ya
compraba allí, así que la verdad es que me da mucha pena”.
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