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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 9 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / SNIPER

España y Marruecos: una vecindad por construir
 


José Luis Navazo
jlnavazo@telefonica.net
 

Un patio de vecinos no puede andar a la gresca: no es bueno para ninguno de los inquilinos. Y, si bien a lo largo de nuestra estrecha historia compartida españoles y marroquíes hemos vivido profundos desencuentros, no es menos cierto que también nos une, además de la vecindad, un común acervo de valores e intereses. Hora es de que vayamos aparcando de una vez nuestras diferencias, ventilando y barriendo hasta debajo de las alfombras pues, cara a las incertidumbres de este nuevo siglo que estamos encarando España y Marruecos, Marruecos y España, no pueden permitirse el lujo de seguir jugando a las batallitas y sí, por el contrario, arrimar el hombro para plantear a corto plazo una alianza estratégica de amplio calado. Sin ningunear al resto del Magreb, Marruecos es por muchos motivos nuestro socio en la región e incluso diría más, nuestra puerta en África, de la misma forma que el Reino de España es -y debe ser- el principal interlocutor y aval (sí, Francia también está ahí, no lo niego) del Reino de Marruecos en Europa.

Este y no otro debe ser el clima de referencia con el que debe ser recibida, en Madrid, la vuelta a su puesto del embajador Omar Azziman, del mismo modo que este -y no otro- debe ser el ánimo del diplomático marroquí a la hora de reincorporarse, felizmente, al frente de su legación. En cualquier caso, ambos países deben desarrollar un protocolo de actuación que invalide la tentación de “solucionar” cualquier futuro desencuentro (el que sea y por parte de quien fuere) de forma aventurera y pactar, a largo plazo, unas coordenadas maduras en las que vayan diluyéndose los contenciosos. Ya lo escribí alguna vez: la globalización económica y las amenazas emergentes acabarán llevando a ambos Estados, forzosamente amigos pese a todo, a cambiar el paso de sus posturas hasta alcanzar un equilibrio satisfactorio para ambos.

Como dice el viejo refrán español “bien está lo que bien acaba” y, sin entrar a cuestionar el hipotético contenido de la famosa carta entregada el pasado 3 de enero en Rabat por el ministro Moratinos para el rey Mohamed VI, lo cierto es que la vuelta del embajador del Reino de Marruecos no deja de ser un notable éxito -ruin sería negarlo- del presidente Rodríguez Zapatero en su activo. También es verdad que, pese a todo y siguiendo con los dichos populares, “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”, razón por la que Rabat no ha dejado pasar la oportunidad de dar por zanjada la crisis. También da la impresión que la oposición, el Partido Popular, no ha estado rápido de reflejos -quizás tampoco de perspectiva- para posicionarse en esta tesitura, haciendo valer su programa y alternativas cara al futuro de las relaciones bilaterales. En cualquier caso y como apuntó con generosidad, talante y visión política el presidente de esta Ciudad Autónoma, Juan Vivas (cito de memoria), “Lo que es bueno para España y Marruecos es bueno para Ceuta”. Hablemos de todo, busquemos salidas y preparemos el futuro. Mohamed VI está logrando cambiar, con coraje, el norte de su Reino. Y Ceuta, este pequeño y entrañable trozo de España en tierras africanas debe tener claro que, sin arriar los colores de la bandera pero tanteando su encaje, el futuro inmediato pasa por incorporarse de algún modo al desarrollo regional.
 

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