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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 9 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Cena en Palacio
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Antonio Sampietro, cuando algunos de sus diputados decidieron darle por retambufa, sobre todo la distinguida Aida Piedra, traición que incluso estuvo a punto de partirle el corazón, dijo que “Si fuera ceutí, no volvería a votar nunca más”. Corría enero del 2001 y Juan Vivas estaba ya a punto de ser proclamado presidente de la Ciudad por medio de un voto de censura.

Antonio Sampietro ha contado en sus memorias que ser presidente de la comunidad Autónoma de Ceuta es lo más grande que le ha pasado en su vida. Y, sobre todo, resalta la oportunidad que le brindó el cargo para ser recibido por el Rey. ¡Qué tendrá el Borbón para que los haya obsesionados con no dejar de besarse la mano apretada por don Juan Carlos en un momento determinado!

A pesar de que Sampietro, desde el hospital civil, incitara a los ceutíes para que no acudiesen a las urnas, Juan Vivas obtuvo una mayoría absoluta jamás lograda por el PP. Diecinueve fueron los escaños conseguidos. Y a partir de ese momento, 2003, su popularidad fue aumentando. De modo que llegó al 2007 con la certeza de que volvería a ser el más votado de los presidentes. Y así fue.

Todo cargo lleva consigo el desgaste consiguiente con el paso del tiempo. Lo cual es una obviedad. Como lo es también decir que los enemigos más furibundos de Vivas son pocos, están localizados y además se sabe lo que persiguen con su criticas acerbas: poner al presidente nervioso con el único fin de sacarle tajada a sus denuncias. La Manzana del Revellín se ha llevado la palma en ese menester.

En suma, que el desgaste de Juan Vivas ha sido mínimo. Y, encima, la visita del Rey, cuando el año estaba tocando a su fin, le permitió aumentar su ya de por sí enorme crédito y le hizo ganarse la simpatía de innumerables españoles. Y al Rey, además, parece caerle la mar de bien el presidente ceutí.

Y debe de ser, no es cuestión de asegurar nada, por basarme sólo en la intuición y en algunos aspectos observables, porque el presidente de esta Ciudad se ha tomado como norma el comportamiento que aconseja esta cita de un tal Lyn Yutang, referente a la cortesía: “Se debe ser suave pero digno, austero pero no áspero, cortés y completamente sereno”.

A esta forma de actuar, su enemigo más encarnizado, Juan Luis Aróstegui, la llama cobardía y servilismo. Se le nota, sin duda, que cumple con las consignas del patrón al cual sirve actualmente. Y me imagino cómo los celos estarán haciendo mella en ellos al ver que Juan Vivas estará hoy como invitado en la cena que se celebrará en el Palacio de El Pardo, motivada por el cumpleaños del Rey.

Porque este Aróstegui, tan anarquista él, primero; luego republicano y, posteriormente socialista, era el que más abominaba de ponerse corbata: un adminículo tachado por él de burgués. Y, no obstante, acudió a la comida del Parador La Muralla con corbata y encorsetado en un traje que bien pudo causar la hilaridad de un Monarca al cual le gusta el cachondeo más que comer con cuchara. Que ya es decir...

Mientras tanto, no me cabe la menor duda de que Juan Vivas gozará esta noche de todo el afecto de don Juan Carlos. Y es que éste, créanme, le tiene ley al presidente. Lo cual no deja de ser motivo de satisfacción.
 

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