Antonio Sampietro, cuando
algunos de sus diputados decidieron darle por retambufa,
sobre todo la distinguida Aida Piedra, traición que
incluso estuvo a punto de partirle el corazón, dijo que “Si
fuera ceutí, no volvería a votar nunca más”. Corría enero
del 2001 y Juan Vivas estaba ya a punto de ser
proclamado presidente de la Ciudad por medio de un voto de
censura.
Antonio Sampietro ha contado en sus memorias que ser
presidente de la comunidad Autónoma de Ceuta es lo más
grande que le ha pasado en su vida. Y, sobre todo, resalta
la oportunidad que le brindó el cargo para ser recibido por
el Rey. ¡Qué tendrá el Borbón para que los haya obsesionados
con no dejar de besarse la mano apretada por don Juan
Carlos en un momento determinado!
A pesar de que Sampietro, desde el hospital civil, incitara
a los ceutíes para que no acudiesen a las urnas, Juan Vivas
obtuvo una mayoría absoluta jamás lograda por el PP.
Diecinueve fueron los escaños conseguidos. Y a partir de ese
momento, 2003, su popularidad fue aumentando. De modo que
llegó al 2007 con la certeza de que volvería a ser el más
votado de los presidentes. Y así fue.
Todo cargo lleva consigo el desgaste consiguiente con el
paso del tiempo. Lo cual es una obviedad. Como lo es también
decir que los enemigos más furibundos de Vivas son pocos,
están localizados y además se sabe lo que persiguen con su
criticas acerbas: poner al presidente nervioso con el único
fin de sacarle tajada a sus denuncias. La Manzana del
Revellín se ha llevado la palma en ese menester.
En suma, que el desgaste de Juan Vivas ha sido mínimo. Y,
encima, la visita del Rey, cuando el año estaba tocando a su
fin, le permitió aumentar su ya de por sí enorme crédito y
le hizo ganarse la simpatía de innumerables españoles. Y al
Rey, además, parece caerle la mar de bien el presidente
ceutí.
Y debe de ser, no es cuestión de asegurar nada, por basarme
sólo en la intuición y en algunos aspectos observables,
porque el presidente de esta Ciudad se ha tomado como norma
el comportamiento que aconseja esta cita de un tal Lyn
Yutang, referente a la cortesía: “Se debe ser suave pero
digno, austero pero no áspero, cortés y completamente
sereno”.
A esta forma de actuar, su enemigo más encarnizado, Juan
Luis Aróstegui, la llama cobardía y servilismo. Se le
nota, sin duda, que cumple con las consignas del patrón al
cual sirve actualmente. Y me imagino cómo los celos estarán
haciendo mella en ellos al ver que Juan Vivas estará hoy
como invitado en la cena que se celebrará en el Palacio de
El Pardo, motivada por el cumpleaños del Rey.
Porque este Aróstegui, tan anarquista él, primero; luego
republicano y, posteriormente socialista, era el que más
abominaba de ponerse corbata: un adminículo tachado por él
de burgués. Y, no obstante, acudió a la comida del Parador
La Muralla con corbata y encorsetado en un traje que bien
pudo causar la hilaridad de un Monarca al cual le gusta el
cachondeo más que comer con cuchara. Que ya es decir...
Mientras tanto, no me cabe la menor duda de que Juan Vivas
gozará esta noche de todo el afecto de don Juan Carlos. Y es
que éste, créanme, le tiene ley al presidente. Lo cual no
deja de ser motivo de satisfacción.
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