Estoy de nuevo en Ceuta tras 16 días en Catalunya
compartiendo las vicisitudes diarias de tan señaladas
fechas, comprendidas entre el 22 diciembre y el 6 de enero,
con mi familia catalana. Como de todo hay en la viña del
Señor, no podía yo ser menos y tener de todo en mi viña
particular. Desde malas hierbas, en forma de décimos no
premiados, hasta semillas provechosas… ¿qué le vamos a
hacer?
Durante mi estancia en las tierras regadas con el sudor de
mi frente durante más de cuarenta años, he disfrutado de
varias cosas que me llenaron de alegría y una sola cosa me
llevó a la tristeza que aún perdura en mi corazón. Como es
una cosa que de seguro no les interesará, no lo escribo.
Bien, empezamos el año con la entrada en vigor de la Ley de
Encarecimiento General, no escrita pero sí mentada. Todo
sube, desde la hipoteca que mantendrá a muchos jóvenes al
filo de la Ley hasta el peaje de las autopistas que ya me
parece un abuso de las entidades financieras propietarias
mayoritarias de las acciones en contubernio con nuestros
gobernantes, nacionales y autonómicos. Todavía guardo, como
paño de oro, aquellos decretos relacionados con las
autopistas en que se significaban que las concesiones
caducaban a los 30 años. Entonces, al pasar el tiempo
estipulado serían gratuitas… ¡ja, ja, ja!, que chiste más
malo.
Y como comenzamos el año con la entrada en vigor de nuevas
leyes, decretos, normas y/o reglas; vemos que la Ley de la
Carrera Militar, conocida como Ley 39/2007, entra dentro de
la lógica más lógica: las grandes transformaciones políticas
y sociales que ha vivido el país en los últimos treinta
años, así como el cambio de la posición española en el
escenario internacional en un mundo de rápida evolución
(aunque yo diría que también en rápida involución por el
incremento del protagonismo islamista), se vienen reflejada
en las normas establecidas por un marco jurídico de la
defensa del país y en consecuencia en uno de los recursos
claves del mismo: el personal militar.
La Constitución española da a entender que establece que las
Fuerzas Armadas han de adaptarse al sistema político
establecido en la misma y por ello era hora de cambiar
profundamente los aspectos esenciales del régimen militar,
tales como la enseñanza militar, las escalas, el sistema de
ascensos y recompensas, las formas de ingreso y retiro y los
empleos de los miembros de las Fuerzas Armadas.
Aunque en julio de 1989 (Ley 17) supuso un hito en la
racionalización y fijación de criterios en la política del
personal militar con la regulación del régimen profesional
de las Fuerzas Armadas, no establecía definitivamente las
condiciones efectivas del cambio.
Esta nueva ley procede a regular los aspectos del régimen de
personal, conjunto sistemático de las reglas relativas al
gobierno y ordenación de recursos humanos para que las
Fuerzas Armadas estén en las mejores condiciones para
cumplir las misiones definidas en la Constitución y en la
Ley Orgánica de la Defensa Nacional.
El establecimiento de ésta Ley y su entrada en vigor
proclama, por fin, la plena democracia de un Estado europeo
de Derecho al imponer, sobre quién se incorpora a las
Fuerzas Armadas, adquirir la condición militar, quedando
sujeto, por lo tanto, al régimen específico de compromiso de
emplear su dedicación en la forma y con la intensidad que la
nación, a través de las Cortes Generales y del Gobierno,
ordene hacerlo de acuerdo con la Carta Magna.
Aquí tiene la oportunidad, un colaborador fanático de La
Legión, de poder prestar un servicio del que siente tanta
nostalgia y cobrando encima: el artículo 3, punto 1 le
permitirá vincularse profesionalmente como militar de
complemento, con el grado de oficial, con compromisos de
carácter temporal, por ejemplo: dedicarse en Kosovo, en El
Líbano o en Afganistan, a animar a las tropas con prosas
sabiamente redactadas, y así atender una de las necesidades
específicas de las Fuerzas Armadas además de disfrutar de
comidas navideñas, y otras extraordinarias con motivo de
visitas de nuestras autoridades más importantes, en formato
rancho especial. Yo, personalmente y como casi todos los
españoles, ya contribuyo a las necesidades de nuestras
Fuerzas con los impuestos que pago para mantenerlas vivas.
Más no puedo ofrecer.
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