Es un suplemento confeccionado por
quienes trabajan en “El Pueblo de Ceuta”. Un dominical
atractivo y que, como cualquier otro producto periodístico,
exige ser mejorado continuamente. Es necesario mimar sus
páginas en todos los aspectos. Y, sobre todo, conviene
eludir el peligro que siempre acecha a tales publicaciones:
la rutina.
El domingo descubrí que la miscelánea semanal, con la que
suelo participar en el cuadernillo, había sido ilustrada con
varias fotografías y que una de ellas, la que ocupaba un
espacio mayor y prioritario, no guardaba ninguna relación
con el texto. No entendí, por tanto, a qué se debía la
presencia de Fernando Jover en lugar tan destacado.
Máxime cuando acostumbro a enviar mi colaboración acompañada
con una nota donde facilito los nombres de quienes han de
ilustrar el trabajo gráficamente.
Fernando Jover, que yo sepa, no dirige ninguna residencia
destacada a la cual convendría investigar. Por consiguiente,
sepa mi estimado director de la UNED que fue un error la
aparición de su fotografía en las páginas centrales del
“Cuaderno del domingo”. Eso sí: conviene reconocer que la
premura y el exceso de trabajo causan equivocaciones no
deseadas.
Quien sí se ha ganado el derecho a lucir palmito en esa
Miscelánea semanal, una y otra vez, es el presidente de la
Federación de Fútbol de Ceuta. Y es así, aunque algunos
crean lo contrario, por el enorme deseo que uno tiene de
destacarle su perseverante misión espiritual, al servicio de
una España expuesta al castigo de Sodoma y Gomorra, por mor
del Gobierno presidido por Zapatero. Un
fundamentalista del laicismo. Un comecuras. Sí señor.
Una misión que él lleva muy en secreto, en vista de su
reconocida humildad. Porque estarán ustedes de acuerdo
conmigo que nuestro hombre se distingue, precisamente, por
esa actitud. ¿O alguien puede achacarle a Emilio Cózar
soberbia desmedida en su modo de proceder o decir? Sin
embargo, por mucho que él quiera mantener en secreto su
altura de miras, es decir, la de conseguir la santificación
en la tierra, cundiendo entre los más cercanos su fe, su
moral, y la creencia en sus dogmas, es delatado por el olor
de la colonia que usa para ser reconocido por quienes
también forman parte de su misma institución.
Pero hay más, y ello sí que me parece una contradicción:
siendo Emilio Cózar persona a quien no se le cae de la boca
la palabra humildad y cuyo discurso se basa en decirnos que
carece de todo deseo de figurar, resulta que procura estar
en todas las salsas. El contar parece lo principal para él.
De ahí que cumpla un papel de figurón que debería estar
reñido con sus prédicas.
Todo un oxímoron el comportamiento de este Cózar que a mí,
la verdad por delante, me rompe los esquemas. Si bien no me
impide pensar que su deseo de figurar no está de más en el
ámbito político o en el empresarial, pero casa mal con
alguien sobrado de ínfulas espirituales.
Tampoco entiendo que cuando le he pedido las cuentas del
organismo que preside, con ánimo de que su nombre deje de
estar en entredicho, su única respuesta haya sido el airear
que reza por los mentirosos; que se ríe de ellos; y que
además los perdona por estar endemoniados. Se le nota que
como agregado en la tierra es capaz de ganarse el cielo. Así
cualquiera.
|