En estos días de regalos, lo más aconsejable es un libro.
Para aquellos que estamos comprometidos con la enseñanza, es
aconsejable que en nuestra biblioteca no falte “La secta
pedagógica” de Mercedes Ruiz Paz, licenciada en Pedagogía
por la Universidad Complutense, ejerciendo como maestra en
un Colegio Público. Especialista en Organización Escolar,
Didáctica de la Lengua, Medios Audiovisuales,
Discapacitados…. Una de las más solicitadas conferenciantes
sobre enseñanza. Autora de la pequeña revolución que supuso
su anterior obra “Los límites de la Educación”.
Piensa la autora que “hay unas creencias, rutinas y técnicas
que la pedagogía ha impuesto al mundo de la enseñanza y que
parecen más cercanas a la dinámica de alguna organización
con estructura sectaria que a un lógico y necesario
protocolo profesional. Son un conjunto de indicios que
quizás permitirían catalogar de secta a la pedagogía o que,
en todo caso, deberían provocar la desconfianza suficiente
como para poner en marcha una urgente y severa revisión de
sus orientaciones, de sus preceptos y de sus ensalmos”.
Sobre su concepto de secta, piensa que “coincidiendo con el
proceder de las sectas, la pedagogía captó a los maestros
haciéndoles creer que poseían en exclusiva la verdad
absoluta sobre la educación, el modelo último de progreso,
la panacea que durante tanto tiempo se había perseguido. Fue
un discurso inicial tan lejano a lo conocido y tan
paralizante que para cuando se pudo haber reaccionado contra
él, ya había adquirido rango de ley con sus obligaciones,
sus normativas y sus amenazas de expediente. Su implantación
se hizo, como es habitual, empezando por sumergir a los
profesionales en un nuevo lenguaje, por imponerles un nuevo
lenguaje…..”
¿Qué ha utilizado la pedagogía para conseguir, como poco
silenciar, cuando no anular, la critica hecha desde las
aulas?, se pregunta la autora: ¿la culpa?. Es su respuesta:
“Una de las técnicas que las sectas han tomado de la
psicoterapia pervirtiendo su utilización, ha sido la de
repelar la culpa en contra de la víctima hasta hacerla
sentirse culpable. La pedagogía ha utilizado el sentimiento
de culpa tanto contra los profesores, que por temor se han
abstenido de expresar sus dudas acerca del sistema, como
contra los que sin mayor oposición se han convertido en
fieles creyentes del mensaje pedagógico. No es, por otro
lado, nada diferente de lo que ha ocurrido en nuestra
sociedad en los últimos años, invadida ésta de visiones
extremadamente parciales y sectarias. Por ejemplo, cualquier
propuesta de revisión acerca del funcionamiento de un
aspecto parcial del sistema democrático, ha sido castigada
sistemáticamente con acusaciones privadas y públicas de
intolerancia e involucionismo como mínimo. Una buena parte
de los medios de comunicación ha desarrollado una tenaz
labor para presentar al crítico como un personaje varado en
el pasado, nostálgico del poder absoluto, opuesto al
progreso social y, desde luego, antidemócrata.
Frecuentemente se ha tomado al disidente por culpable.
Culpable de no sometimiento al actual estado de las cosas y
por lo tanto sospechoso de trabajar a la contra. Nunca se ha
llegado a considerar los fundamentos de esa crítica, la
cual, en no pocas ocasiones, habría servido para mejorar el
aspecto cuestionado…”.
“Ofrecer una escolarización donde se ofrecía enseñanza ha
determinado que la educación pase a ser un bien de consumo
mas. El actual sistema trata al joven como a un cliente cuyo
capricho hay que satisfacer más que como a un alumno al que
hay que formar. Se tiende a poner a su disposición la
enseñanza como una mercancía a la que “ tiene derecho” como
un objeto de consumo. Los planes de estudios, se ha adaptado
a una clientela variada y los contenidos de estudio se
acercan peligrosamente al “saber vulgar”. Pero ni aún así se
obtienen a veces buenos resultados. (El académico Gregorio
Salvador lo comenta en el artículo “Infancia desvalida”-ABC,
2-8-2000)
Por último “La secta pedagógica en particular tendrá menos
oportunidades en un ambiente que promocione la neutralidad
política de la acción educativa que en uno que incite a la
manipulación del alumnado en beneficio de una ideología
partidista. La secta flota mejor en un ambiente de nuevos
ricos culturales que opinen que todos los problemas de la
enseñanza se arreglan con dinero (su comisión incluida) que
en el reconocimiento humilde de que la escuela presenta
problemas de objetivo, de modelo y de estructura de los que
es preciso sacarla. Es de vital importancia para la
supervivencia de la secta ese ejercicio de autocomplacencia
que proclama que tenemos los mejores niveles de enseñanza de
la historia…”
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