Año nuevo, vida nueva. Con esta máxima empezamos todos el
año entrante y con él nos realizamos nuevos propósitos que
pretenderemos realizar durante los próximos meses para
mejorar nuestras vidas. En la mayoría de los casos, estos
propósitos se refieren a planes o deseos que se nos ocurren
al hacer balance de año que se va. Al comprobar que cosas no
nos gustan, queremos cambiarlas a través de estos propósitos
que, en la mayoría de los casos, en muy pocas ocasiones se
cumplen.
Según la psicóloga Eugenia Gómez Navarro, del Colegio
Oficial de Psicólogos de Ceuta, “la Navidad impregna a las
personas de su espíritu positivo, cálido y colorista, es
cuando más gala se hace de los buenos valores y
sentimientos”. Sin embargo, también es cierto que “se vive
una mezcla de emociones ambivalentes y cansancio que hace
que todo se perciba con una sensibilidad especial, y en este
estado se suele hacer balance del año que se despide,
revisándose lo bueno y lo malo que ha ocurrido, lo que se ha
hecho y lo que no se ha terminado”.
Gómez Navarro afirma que “los adultos generalmente suelen
hacerlo con una actitud muy crítica, siendo muy severos con
ellos mismos lo que les puede provocar sentimientos de
frustración, de impotencia o incluso de rabia”. En ese
contexto es donde entran los nuevos propósitos con el inicio
del año, para cambiar aquello que no les ha gustado en el
balance.
La psicóloga alude a que “con esta predisposición sensible y
crítica se pone toda la buena voluntad en nuevos proyectos
para el próximo año y que sustituyen mayoritariamente a lo
que realmente se hace”. Desde el mundo de la psicología se
advierte que el hecho de establecer metas para el nuevo año
es muy positivo como modo de superación y desarrollo
personal, en el que se suele mejorar el propio bienestar
abandonando ciertos hábitos perjudiciales para la salud y
sustituyéndolos por otros más saludables.
Entre los propósitos más comunes se encuentran empezar a
hacer dieta, ir al gimnasio, comenzar a estudiar, ahorrar,
sacarse el carné de conducir y otras ideas, aunque de todas
ellas la más repetida es la dejar el tabaco en el caso de
personas fumadoras. Lo malo es que la mayoría de las veces
sólo se trata de una intención y a los pocos días nos
olvidamos de llevarla a cabo. El problema es que nos sabemos
como realizar estos propósitos de una forma eficaz, hay una
falta de perseverancia y queremos resultados inmediatos
cuando la mayoría de ellos son realizables a medio o largo
plazo.
Gómez Navarro explica que “ese desconocimiento es lo que
lleva al traste los buenos propósitos que se comienzan el 1
de enero y que no llegan al 1 de febrero, lo que
posiblemente haga sentir que se ha fracasado cuando en
realidad existían grandes dificultades o directamente era
imposible hacer lo que se había propuesto”. En primer lugar,
hay que ser conscientes de que son proyectos que van a
exigir un esfuerzo no exento de dificultades. Ello obliga a
hacer un ejercicio personal deteniéndose a pensar y a
mirarse uno mismo para reconocer las propias fortalezas,
capacidades y defensas. Sobre esta base es cuando se debe
abordar el proyecto teniendo en cuenta algunas premisas que
aumentan las posibilidades de éxito.
La psicóloga del Colegio Oficial de Ceuta da las clave para
llevar a cabo estas promesas y asegura que “lo primero que
hay que hacer es planificar y establecer un planteamiento
realista, concreto y adecuado; acatar lo que uno se
proponga, considerar los pros y los contras del cambio,
evaluar las decisiones en función de su importancia, de lo
que va a suceder si se toma una decisión u otra”.
Evitar situaciones “complicadas”
Con ello se evita encontrarse con situaciones complicadas
que podrían dar al traste con los buenos propósitos. Otra
cuestión importante es la del número de propósitos que uno
pretende realizar, de manera que es preferible que sean
pocos y merezcan la pena a muchos y regulares. Por ello, los
objetivos que se establezcan han de ser en la línea del
planteamiento que lo sustentan. Gómez Navarro argumenta que
“querer hacer mucho de una sola vez o marcarse unas
expectativas radicales del tipo ‘no voy a volver a fumar’
resulta poco realista y es más que probable que no se
cumpla”, por ello puntualiza que “unos objetivos razonables
y mucho mas convenientes son por ejemplo ‘voy a intentar no
fumar’ o ‘fumaré menos’, que llevan inherente la posibilidad
de que se caiga alguna vez en la tentación”. En el mismo
orden, comenzar por caminar hasta el trabajo un par de veces
por semana en lugar de proponerse ir a correr todos los días
si no se ha hecho nunca, echar las monedas del cambio en una
hucha que no se vaya a abrir hasta final de año, introducir
pan integral en la dieta en lugar de no comer pan son
soluciones que aportan sólo pequeños cambios que harán más
fácil que los propósitos se lleven a cabo.
Para asegurar el éxito de los proyectos también será
necesario contar con los medios suficientes y adecuados,
sobre todo si surgen dificultades que les puedan superar.
Por ello, “es bueno contar con el apoyo y la ayuda del
entorno más cercano y querido así como del asesoramiento de
un especialista; por ejemplo, un endocrino en el caso de que
se quiera perder peso” destaca la psicóloga.
Por supuesto, “también se puede considerar la posibilidad de
pedir ayuda a un profesional de la psicología para ayudar a
establecer unas metas moderadas y prudentes, para elaborar
estrategias que ayuden a potenciar la voluntad a través de
la propia autoestima y mantener la motivación del logro, en
definitiva ayudar a establecer una serie de pautas para que
dicho proceso cuente con un mínimo de posibilidades de
éxito”. Por ultimo y no menos importante, Gómez Navarro
recuerda que tener presente los beneficios que se consiguen
o se van consiguiendo a medida que se va llevando a cabo el
proyecto, “el primero de los cuáles es constatar que lo que
a uno le sucede depende en gran parte de un mismo, no del
destino ni de las circunstancias que le rodean, lo que le da
un valor añadido al logro de los buenos propósitos”.
Sin embargo, todo esto no asegura que los propósitos
marcados al inicio del año vayan a hacerse realidad si en
algún momento no contamos con la dedicación y la
perseverancia necesaria. Por ello, la psicóloga concluya que
“si no se logra llevar a cabo, pensar que el fracaso es una
parte más del camino a recorrer en el crecimiento personal,
además queda el orgullo de haberlo intentado y la grata
sensación de que se puede volver a intentar el año
siguiente, contando con la ventaja de haber aprendido de los
errores del pasado”.
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