Cuando llega el momento en que uno decide regresar a Ceuta,
el factor tiempo juega un primordial papel para hacerle
desistir del viaje. No escribo del tiempo de las horas sino
del tiempo de los vientos y las olas. Prefiero esperar a que
los hombres del tiempo (como aclaración: nunca atiendo a un
solo hombre/mujer del tiempo sino que atiendo a todos los
hombres/mujeres del tiempo de todas las cadenas que a veces
son contradictorias en sus predicciones) me aseguren de que
el tiempo será bueno para emprender la travesía del
“charco”.
Bueno, volviendo con el tema religioso-político, no me ha
sorprendido la respuesta del PSOE, que no del Gobierno que
quede claro, al replicar a la Iglesia Católica Apostólica y
Romana (ICAR). Es una réplica perfectamente sintonizada con
el derecho político y democrático pero creo que se quedan
cortos.
La ICAR nunca, pero nunca, es demócrata ni puede
representar, por tanto, ningún valor en los principios de la
libertad individual por cuanto exige, siempre, someter la
voluntad del ser humano a los designios que emana de la
misma.
Dentro del debido respeto y consideración que merece todo
ser humano está el de entender la voluntad del mismo como
una potestad individual mientras no se configure como un
peligro real para los demás.
Nadie morirá si su vecino es homosexual, a menos de que sea
un terrorista homosexual por añadidura y haga explotar las
bombas en su propia casa, y si mientras la ICAR tolera la
existencia de homosexuales, de hecho muchos de sus miembros
lo son, no tolera que se unan legalmente sólo puede ser
porque no obtienen beneficio alguno y prefieren cimentar lo
que es un producto comercial más dentro de su amplia gama de
conceptos de ingresos económicos.
Dado que la línea por la que pretende regirnos la ICAR está
en claro descenso, evidenciando una decadencia derivada por
la madurez intelectual del ciudadano español, sus
representantes pretenden utilizar las mismas armas con la
que dominó al país en la época de los Reyes Católicos: el
terror emanado a través de apocalípticas palabras.
Aunque yo no sea nadie, aconsejaría al clero que intentaran
convencer al ciudadano de la validez de su credo frente a la
proliferación de religiones ajenas a la católica y dejara la
política a los políticos. Tienen que adaptarse a los tiempos
que vivimos si quieren seguir teniendo prebendas, ya que
está muy claro que las razones de su decadencia no está en
los matrimonios homosexuales (que por otra parte crean
familias también) sino en la aparición de sectas como los
testigos de Jehová, los Evangelistas, etc. que sí carcomen
la base de la ICAR llevándose a sus fieles.
También influye enormemente en la fe de los ciudadanos la
manera con que llevan las cosas de Dios en éste mundo: la
pompa y boato que demuestran sin vergüenza los
representantes de la ICAR ante el mundo cuando éste mundo
tiene millones de hambrientos… todo lo contrario de lo que,
supuestamente, preconizó Cristo al que pretenden
representar: la humildad.
Pase que su presidente Benedicto XVI calce zapatos rojos de
Guzzi, tiene derecho a ello como cualquier otro presidente
de Estado, pase que vista sotanas de armiño, etc. pero no es
aceptable que se muestre al mundo rodeado de oro y escoltado
por velones en palmatorias de plata deseándonos que seamos
felices si muchos de los humanos ponemos dientes largos ante
tanta demostración de riqueza viviendo en una choza y sin un
mendrugo de pan con el que hacer feliz, al menos, a su
estómago.
La maniobra de la ICAR está más vista que los partidos del
Real Madrid, otro claro ejemplo antidemócrata de imponer
conceptos, y como le viene de perlas a cierto partido de la
derecha inmovilista en momentos muy relevantes para la
política española, no deja de ser una aborrecible maniobra
política digna de las tesis de Goebbels para imponer sus
condiciones de gobernarnos sin contar con la voluntad
inherente a nuestra potestad de libertad individual con la
que nos respalda nuestra Constitución. Lamentable y mísera
actuación de los representantes vaticanistas. No tienen
ningún derecho a tocarnos los huevos, como si fuéramos un
caballo semental guiado para padrear.
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