No voy a presumir de lo que me he gastado en regalos para
Reyes porque la cosa no está, precisamente, para presumir. Y
como los culpables de esta situación económica, en pleno
enero del recién estrenado 2008, son los Reyes Magos (Santa
Claus, o Papá Noel, ya fue sentenciado y condenado al
destierro durante un año, menos unos cuantos días).
La precariedad laboral de mucha gente no es impedimento
alguno para llevar la felicidad a sus retoños. Simplemente
con un pequeño presente ya ponen contentos, que dan alegría
verlos, a los pequeños.
No se si lo he repetido, pero no viene de más insistir en la
historia, pequeña historia, de unos personajes provinentes
de la cultura popular italiana y que los conocen como los
Magos de Oriente.
No se sabe aún, hoy en día, si son personajes provinentes de
Egipto (según la Biblia, el evangelio de San Mateo es el
único que los menciona) o bien son de distintas procedencias
cada uno: África, Asia y Europa. Serían reyes políglotas
¿no?
Pero, en mi imaginativa tesis, considero a los tres magos de
muy distinto proceder y ninguno de ellos predispuestos a
regalar nada si no es a base de recibir algo recíproco.
Baltasar era natural de Babilonia, de ahí su nombre, y si es
considerado el rey negro por antonomasia ello es debido a la
creencia, en la Edad Media, de que las personas del África
negra eran muy acaudaladas debido a las importaciones de
oro. De ahí que fuera el portador de la mirra que se ofrecía
a Jesús de Nazaret. En mi versión freudiana, Baltasar ni era
negro ni era babilonio, ni mucho menos provenía de Egipto.
Era un vulgar santero judío de cierta aldea de Judea que se
ganaba la vida prediciendo el futuro a la gente de aquellos
tiempos oscuros para todos. La leyenda se basó en que
Baltasar podía haber sido aquel príncipe de Babilonia, hijo
de Nabónido y nieto de Nabucodonosor que fue corregente con
su padre en los períodos en que éste último se hallaba
ausente. Sin embargo, no podía ser el mago que visitó a
Jesús de Nazaret porque los tiempos no coinciden.
Gaspar, otro de los nombres asignados a los anónimos magos
del evangelio de San Mateo, es considerado de raza aria y
europeo por más señas, debido a su representación en una
persona de piel blanca, anciana y de poblada barba. Sin
embargo, Gaspar resultaba ser un sacerdote del templo de
Jerusalén, experto en ciencias astronómicas y muy
considerado por el constructor del Templo, Herodes el
Grande. La teología aprovecha esta consideración de los
magos como sabios o astrónomos para identificar en esta
adoración el encuentro entre la ciencia y Dios. Su presencia
ante Jesús de Nazaret se debía, mas que nada, al interés de
Herodes por descubrir el paradero de quién venía a
arrebatarle su reino y su unión a los otros magos fue pura
casualidad al encontrarse, los tres, en una posada para
reponer fuerzas.
Melchor, el más desconocido de los tres, es el único sobre
el que aciertan las leyendas. Hombre provinente de Asia,
concretamente de la India, identificación debida a su tez
morena y su barba oscura, era portador de la sabiduría de
toda la mitología hindú de aquellos tiempos. Interpretó la
venida de Jesús de Nazaret como el retorno de Krishna al
divisar la estela del cometa Halley, que cruzaba el espacio
en aquella época, y de hecho fue el único que comentó la
función del cometa respecto al lugar de nacimiento de Jesús
de Nazaret.
Las leyendas populares de los Reyes Magos varían enormemente
según los pagos en que transcurren. SI tenemos en cuenta que
el evangelio de San Mateo los trata de manera anónima siendo
así que el tal Mateo, conocido como Mateo de Alfeo o Mateo
Leví, no realizó ningún evangelio por cuanto era publicano,
recaudador de impuestos, y conoció a Jesús de Nazaret en una
gran fiesta que organizó en el convencimiento de que Jesús
de Nazaret sería el futuro rey de Israel. La única mención
que se hace a Mateo proviene de una muy reciente
interpretación de la Biblia, en el pasaje de los Hechos de
los Apóstoles (Hechos 1:13) que ha sido reinterpretada en
1995 y precisamente por los norteamericanos. Así, cualquiera
puede reescribir cualquier historia religiosa con enormes
tergiversaciones en tiempo y espacio.
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