Era una calurosa noche de principios de Agosto, y todo Ceuta
se disponía a ir a ver la cabalgata que indicaba que la
“feria” estaba en su apogeo.
José Antonio, también.
Era un hombre de 28 años, joven, bastante sano, de su tiempo
y con muchos amigos y familiares.
Como nos ocurre a todos, tenía algo especial que le hacía
único, que le distinguía de los demás, y, en su caso, era su
particular forma de vestir: siempre llevaba un grueso abrigo
de piel sintética que le llegaba a los pies. Prácticamente
lo usaba desde que nació, por eso ya a nadie sorprendía
verle con él a todas horas.
O por lo menos, a casi nadie.
Esa noche de la que hablamos, iba con su familia dispuesto a
disfrutar como uno más de lo que la ciudad había puesto al
alcance de todos los caballas, de todos los visitantes y de
todo aquél que quisiera compartir sana alegría y diversión.
Pero al dirigirse al lugar, en una de esas encrucijadas que
se crean de manera puntual cuando se altera el tráfico, uno
de los encargados de dirigirlo todo, vestido de azul, le
prohibió el paso. El motivo: no podía pasar con ese abrigo
pues eran unas fiestas dedicadas a gente que vestían con
ropas veraniegas.
¡Vaya la que se organizó!
La familia empezó a hablar de discriminación, pero como era
tiempo de diversión lo único que se les ocurrió fue decir
que estaba bien, que no irían a ver las carrozas, pero que
se irían a la Feria, que tampoco estaba mal.
“¡Imposible!”, les dijo el señor de azul, “¡no existe una
ruta alternativa y tienen que esperar a que todo termine! Y,
además, ¡circulen, que están impidiendo el paso a otras
personas que tienen más derecho por ir vestidas
adecuadamente!”
En ese momento, la indignación fue tal que las protestas se
hicieron unánimes entre los familiares de José Antonio. Y el
hombre de azul, elevando la voz por encima de todos, con la
autoridad que le confiere el creerse en posesión de la
verdad, dijo: “Pero señores, ¡¿CÓMO SE LES OCURRE SALIR A LA
CALLE CON UNA PERSONA ASÍ?, ¿POR QUE NO SE LEEN LA
PROGRAMACION DE FESTEJOS ANTES DE SALIR DE SUS CASAS?!...
” Todos enmudecieron. Atónitos, cogieron de la mano a José
Antonio y empezaron a circular. Sabían que pronto se les
pasaría el disgusto pues no era la primera vez que esto
ocurría, aunque cada vez más de tarde en tarde.
Pero nunca lo hubieran esperado de “un hombre de azul”…
En fin, cuando encontraron un sitio en donde pasar el rato
hasta que el camino quedara libre para todos, ya casi se les
había olvidado el incidente y reían pensando en la anécdota.
Una más. Algún día escribirían un cuento con alguna de
ellas….”
Y hasta aquí el cuento.
Una cosa más.
En un ejercicio de imaginación cambien el abrigo de José
Antonio por una discapacidad intelectual, por movilidad
reducida; y la palabra cuento por la de cruda realidad.
Ocurrió en Agosto.
Queremos ir a ver la cabalgata de Reyes.
Esperemos que en Enero no ocurra igual. Han tenido cinco
meses para crear un recorrido y unos accesos adecuados para
todos. PARA TODOS, sin que haya que ir con el dorsal del
cociente intelectual colgado a la espalda, como si de una
carrera de obstáculos se tratara.
¿O no?
LOLA LARA, mamá de José Antonio.
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