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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 2 DE ENERO DE 2008

 

OPINIÓN / EL OASIS

Ilusiones que reverdecen
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Llegaron a la política activa escudriñados por mucha gente. Pensaron de ellos que eran unos simples aprovechados que iban a jugar con sus creencias religiosas para medrar. Mustafa Mizzian y Mohamed Chaib fundaron el Partido Demócrata y Social de Ceuta. Corría el año de 1994.

Chaib y Mizzian principiaron su aventura política sin interesarles a los medios. Mejor dicho: salvo alguna excepción, lo que consiguieron es ganarse la fobia de la prensa. Y, por si fuera poco, daba vergüenza oír lo que largaban contra ambos los miembros de los partidos pertenecientes a Ceuta Unida, Progreso y Futuro de Ceuta y el Partido Socialista del Pueblo de Ceuta: individuos que aún estaban rumiando sus estrepitosos fracasos.

Es verdad que tampoco en el seno del Partido Popular les estimaban. Con tan desfavorable ambiente, Mizzian vio su sueño hecho realidad: en 1995 se convirtió en el primer diputado, de religión musulmana, en la Asamblea de la Ciudad. Y los hubo, yo los vi, que se vinieron abajo de tal manera, que, durante mucho tiempo, estuvieron sometidos a un tratamiento de Prozac. Y es que la envidia, como decía Quevedo, va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.

La labor de ambos, o sea, de Mizzian y de Chaib, pronto comenzó a notarse. Y se corrieron las voces de que eran políticos que estaban siempre dispuestos a atender las sugerencias de los ciudadanos e incluso, en bastantes ocasiones, solucionaban sus problemas. Y, sobre todo, no hacían distingos entre las personas por razones de credo.

Tan destacada manera de obrar tenía que dar sus frutos. Y así fue: en las siguientes elecciones obtuvieron tres actas de diputados. A Mizzian le acompañaron Chaib y Hakim Abdeselam. Un triunfo espectacular, de un partido localista, que se vio obligado a enfrentarse a un GIL cuyas mentiras, contadas por individuos de poco fiar, trastornaron la voluntad popular.

Fue durante esos años, complicados y peligrosos, cuando los dirigentes del PDSC mostraron una generosidad digna de encomio. Y un gran sentido del deber. Porque los tres diputados, de religión musulmana, entendieron muy pronto que el GIL era un partido al cual había que erradicar de esta tierra. Cierto que en el empeño tuvieron que ser muy fuertes para no claudicar ante las sumas de dineros que les ofrecían por unirse a las huestes de Sampietro. Soportando, además, amenazas de todo tipo.

Mizzian, Chaib y Abdeselam, amén de que daban un ejemplo de honradez poco habitual, en situaciones así, evidenciaban un extraordinario apego al Partido Popular. Y, desde luego, le prestaban un servicio indiscutible a Ceuta. Semejante comportamiento, merecedor de pláceme en sesión continua, nunca fue valorado en su justa medida por quienes se aprovecharon de las actuaciones de los dirigentes del PDSC.

Luego, para más desgracia, un dejarse llevar –ay, la inexperiencia- por la vehemencia inducida, no sólo les arruinó la vida política sino que se resintieron, físicamente, por el castigo recibido. Chaib, Abdeselam y Mizzian me dicen que están dispuestos a que el PDSC reverdezca ilusiones. Y me alegro muchísimo. Pues los tres, por ser como son, se han ganado el derecho a seguir aportando entrega y conocimientos en la primera línea de la política local.
 

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