D. Abundio, maestro veterano, titular de una escuela de un
pueblecito castellano, está a punto de jubilarse. El
compartió, en el mismo lugar, escuela con otra maestra que,
al jubilarse, dejó sólo a D. Abundio. La escuela de la
maestra se suprimió, por lo que el maestro asumió la
responsabilidad de atender también a las niñas,
convirtiéndose en coeducador, labor que, en principio, no
fue de su agrado.
D. Abundio recordaba aquellos tiempos donde los maestros
estaban bien considerados. Se ganaba poco, pero nunca le
faltó para comer. La generosidad del pueblo le sacaba de
apuros con la aportación de productos naturales del campo.
Recordaba también sus tertulias con el cura, el boticario y
el alcalde. Los dos primeros cargos desaparecieron por el
éxodo de los habitantes del pueblo hacia las ciudades para
encontrar mayor bienestar. El pueblo había quedado reducido
a unas pocas casas, y, por lo tanto, la población escolar
había quedado mermada, peligrando su permanencia en el
pueblo.
Su pueblo, como muchos otros de nuestra geografía, para
seguir existiendo pasaba por salvar la escuela. Perder el
colegio hubiera sido una sentencia de muerte. Muchos pueblos
han debido cerrar sus escuelas por falta de niños, es decir,
al carecer de relevo generacional.
D. Abundio sabía que en otros lugares, el problema se había
resuelto con los inmigrantes. La búsqueda de ellos no era
una preferencia, sino una necesidad; gracias a los
inmigrantes se había conseguido frenar el despoblamiento de
muchas zonas rurales españolas. En ello se encontraba el
maestro cuando tomó la decisión de recurrir al Sr. Alcalde
para, con la llegada de los inmigrantes, salvar al pueblo y,
por consiguiente, su escuela. Los inmigrantes, bien cierto
era, se conformaban con un trabajo, sea cual fuese, pero
también requerían ciertas condiciones, por ejemplo: un
puesto de trabajo estable, casas amuebladas, y como no podía
ser de otra forma, garantías de una buena escolarización
para los niños.
D. Abundio recordaba su llegada al pueblo. El era de la
misma provincia y tenía su plaza ganada de forma definitiva.
Todavía estaba vigente la Ley de Instrucción Pública de
1944. El había terminado la carrera muy joven, con apenas 18
años. Se hizo cargo de una escuela unitaria de niños, donde
todos los maestros se forjaban. Cualquiera le podía decir
algo sobre “adaptaciones curriculares”. Y enseñaba a leer, a
escribir, las cuatro reglas, Geografía e Historia, Ciencias
Naturales, Religión…..y veía con satisfacción como sus
alumnos progresaban adecuadamente, adquiriendo las
competencias necesarias para valerse en sociedad. Después,
D. Abundio, tuvo que aceptar de buen grado Ley del 70, ya en
las postrimerías del “Gobierno de Franco”. La ley de la EGB
y del Graduado Escolar. Y se encontraba muy identificado,
muy satisfecho del rendimiento de sus alumnos. Después con
el cambio político del año 82, con la LOGSE, la cosa no era
igual. Pero la aceptó. La LOCE, lo motivó, pero la LOE
volvió a disgustarle. Ahora espera que haya otros cambios,
pero ya le da igual. Se va. Imperativo legal.
En el fondo D. Abundio, vive de sus primeros años, de los
gratos recuerdos que le proporcionaron. Ya todo le da igual.
Le importa un bledo lo que diga el informe PISA y otros
informes. Lo único válido es lo conseguido en aquellos
memorables años, donde todos sus alumnos progresaban
adecuadamente.
De lo que está muy seguro es que nada se arreglará que no
sólo todo seguirá igual sino que empeorará. Pero él ya
estará libre de responsabilidades. Otros las asumirán,
aunque sueñen que volveremos a otros tiempos mejores. Pura
utopía.
Se dedicará a pasear, leer, asistir a actos culturales,
jugar al dominó….en su ya recuperado rincón, su pueblo
natal. Y siente una enorme satisfacción al hacer balance de
la conducta de sus alumnos, que nunca recibió de ellos ni
una mala mirada, ni un reproche, ni quejas de algún padre.
Una vida entregada a una noble profesión, como es la de
enseñar; también educar. Pero, por otro lado, una enorme
decepción, porque sabe que el día de su jubilación ningún
responsable cercano de la administración, se acercará para
felicitarle.
|