Les pregunto, por deferencia y no
porque me interese su opinión ¿Hay algo más deprimente que
una cárcel en Navidad? Pues a medias, por ejemplo un centro
de acogida de vagabundos, o de mujeres maltratadas, o un
comedor de pobres de esos que proliferan en nuestra europea
España. Todos lugares tristes y lugares que parchean
problemas sin resolverlos.
Los centros penitenciarios también parchean a veces, otras
escarmientan, otras sirven para represalias, son mayormente
punitivos, es decir, para joder al maleante. Aunque, a la
postre se chingan todos por igual, al cincuenta por ciento,
la mitad inocentes víctimas de la maldad, la estupidez y la
ignorancia humanas y la mitad culpables que están bien donde
están. Pero, aseveraciones aparte acerca de correctivos
terroríficos a quienes hayan intervenido en la instrucción
de una causa de donde resulte absolución, las prisiones en
Navidad están heladas. Incluso la de Alhaurín, pese a los
despliegues estéticos que se gastan, que aquello no parece
una cárcel sino una sucursal del Corte Inglés, todo
decorado, escamondado, pulcro hasta la asepsia, luces,
árbol, adornos, parafernalia para consolar al menos el
sentido de la belleza de los familiares y de los reclusos.
Que no por estar en el hotel la Reja tienen menos derechos a
disfrutar de la zambomba y la pandereta, de las guirnaldas y
de los Belenes.
Alhauvips de la Torre o Pijahurín de la Torre y el Puerto de
Santa María, ese destrozado penal, que respira decadencia y
un punto de abandono. De hecho está en ninguna parte, allá
donde Cristo pegó las tres voces, llegas a Jerez y de allí
tiras por la carreterilla de Rota y a la izquierda te
encuentras con esa cochambre ¡Que raro que, los malayos no
hayan sido castigados desde los madriles a gozar de sus
instalaciones! Bueno, con todo y con eso Jaén, donde se
muere Julián Muñoz, es peor. Bien que la seleccionaron, a
propósito, con premeditación y alevosía ¡A ver si se queda
ya ciego y la gente deja de murmurar y porfiar con la subida
de la cesta de la compra! ¡No vean el marketing! España
entera pendiente de la pobre víctima, haciendo comentarios y
sin que a ningún biennacido se le ocurra meterle a la
Directora General de Instituciones Penitenciarias, Mercedes
Gallizo, una querella por torturas y tratos vejatorios,
inhumanos y degradantes. ¿O me cuentan como se les llama a
las crueles conducciones de un pobre enfermo desde Jaén a
Málaga, para asistir a juicios de pamplina? ¿Qué por que no
la pongo yo? Porque no me lo han pedido pero por servidora,
encantada y encima recojo firmas de adhesión a la querella,
o mejor ¿Por qué querella? Una denuncia que se caguen hasta
los apuntadores. Pero nada de acudir a los cursis de
Amnistía Internacional, porque esos quieren tan solo casos
publicitarios y lapidaciones con pedruscos reales, que no
lapidaciones gotita a gotita, putadita a putadita, hasta que
el tipo espiche con lentitud, sacándole bien el jugo al
linchamiento.
El Puerto de Santa María y su raquítico Belén en el primer
rastrillo, humilde pero hecho ¡con tanta ilusión! Y eso que
esa mierda de cárcel tiene alambradas de espinos en los
tejados ¡ cosa más tercermundista! Y ni una mísera maceta
que llevarse a la vista, aunque espacio tienen. Lo que falta
es iniciativa, ilusión y la creencia firme y tozuda de que,
muchas de las criaturas que sufren entre barrotes son
inocentes como pichones, o, sin ser inocentes del todo, son
trajinosos inofensivos, o siendo “muy” trajinosos no suponen
un riesgo para la comunidad, ni se trata de psicópatas
violentos.
Veintiocho años pasados en el Penal de penas y cuanto más
veo, en menos creo. Creo en el árbol de Navidad barroco de
Alhaurín que despierta una risa en los hijos de los presos y
en el Belencito del Puerto, una menudencia entre alambres de
espino, pero con algo poético de esperanza hermosa, de que
hay un más allá de esas puertas metálicas que se abren y se
cierran y con solo oír el ruido te acojonas y te falta el
aire. ¿Qué si me cisco en las cárceles españolas que puedo
decir de las marroquíes? Pues nada. Porque, ni creo en
Alianzas de Civilizaciones, ni me considero aliada con nadie
ni es mi problema. Problema el de quienes, por intereses
hediondos, mantienen relaciones diplomáticas con países
donde tratan a las criaturas peor que a los perros. Yo voy a
lo nuestro, a lo que nos toca el forro del corazón, porque,
como está la cosa de mala, mañana nos puede tocar a
cualquiera y pasar unas Navidades peregrinando en las colas
de las comunicaciones. Esto está fatal.
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