Estamos en días de jolgorio y de machacamiento. De jolgorio
por las fiestas navideñas y sus comidas y bebidas, ya
pasados esos días, y de machacamiento porque no hemos
parados de machacar nuestras carteras al objeto de
exprimirlas al máximo y con ello aportar nuestro grano de
arena al jolgorio, ¿he escrito grano?, serán paladas de
euros gastados.
Ayer, por el viernes, me gastaron tantas bromas que no las
he podido contar. Algunas con buenas intenciones; las más
con ganas de chingar y las menos de muy mala leche.
Lo que no entiendo, aún, es que un día conmemorativo de una
supuesta masacre de tiernos infantes sea considerado como el
día de las bromas. Según la historia, sobretodo la
religiosa, el día de los Santos Inocentes es la
conmemoración de un momento histórico o hagiográfico del
cristianismo al que corresponde el episodio de la matanza de
todos los niños menores de dos años nacidos en Belén y
ordenada por aquél rey de diabólica fisonomía, según lo
retrata la Iglesia Católica, Apostólica y Romana (ICAR), y
cuyo nombre corresponde a Herodes el Grande, impulsor del
Segundo Templo de Jerusalén. Este rey nació en Escalón el
año 73 antes de Cristo y murió en Jerusalén a los 69 años,
medio idumeo y medio árabe, por parte de madre ya que su
padre Herodes Antipas (Antípatro el Idumeo) era un idumeo
colaborador de los romanos tras la conquista del reino
asmoneo.
El día de las bromas no se celebra en todos los sitios el 28
de diciembre, por ejemplo. En Alemania, Bélgica, Brasil,
EE.UU, Francia, Italia, Japón y Reino unido es el 1 de
abril, con diversas denominaciones.
La ICAR recuerda este acontecimiento el 28 de diciembre,
aunque la matanza se desarrolló después de la visita de los
Reyes Magos a Herodes, de acuerdo con los Evangelios, uno o
dos días antes del 6 de enero. Aunque esta fecha no es
exactamente dada por las Escrituras.
Las bromas de los especuladores escritores históricos del
medioevo cifraban entre 3.000 y 15.000 bebés asesinados por
la guardia de Herodes el Grande, en clara contraposición con
el censo ordenado por el gobernador romano Quirino: el
pueblo de Belén tenía menos de 800 habitantes y por cálculos
matemáticos se deduce que cada año no habría más de 20
nacimientos y si tenemos que entonces la mortalidad infantil
estaba en el 50 %... ¡muchos niños fantasmas poblan la
historia de la ICAR! Menuda broma histórica.
El más grande historiador de la época, Flavio Josefo, nunca
relató una matanza de niños y la extrapolación de la
historia judía con la cristiana demuestra que el evangelio
de San Mateo, en el que se basa el episodio de la matanza de
los Santos Inocentes, se basó, a su vez, en episodios de la
vida de Moisés. Sabemos que Moisés fue depositado en aguas
del Nilo porque el faraón egipcio estaba haciendo matar a
los hijos de los esclavos israelitas porque estaban
superando, en demografía, a los propios egipcios.
El solapamiento de las historias de la ICAR con la de otras
religiones es habitual en el medioevo y así ha continuado
hasta hoy en día. La leyenda de la matanza de los Santos
Inocentes puede haber sido sustraída de la leyenda hindú
sobre el mismo episodio. Cuado nació Krishna (Mathura,
India), el mago hindú Nârada Muni expuso al entonces rey
Kamsa de Mathura que el bebé Krishna estaba destinado a
matarle y el rey, al no saber donde estaba Krishna, mandó
matar a todos los bebés menores de dos años en la zona de su
reinado. Y eso que este último episodio sucedió muchos,
muchísimos años antes del nacimiento de Jesús.
Para terminar, una advertencia para los inocentes del
próximo año si es que no han picado aún: ese día, 28 de
diciembre, nunca presten dinero, ni otras cosas, a nadie
porque sería diana del popular refrán: “inocente, inocente
que te dejaste engañar, sabiendo que ese día nada se puede
prestar”… por que si han prestado algo a alguien ya puede
olvidarse de que se lo devuelvan.
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