Estamos en horas bajas para hacer cualquier esfuerzo que
implique el uso de la fuerza bruta. Encadenar tres comidas
principales y de abundante recetario en tres días, conlleva
una serie de digestiones difíciles, más difíciles cuando se
llega a cierta edad en que el estómago nos puede decir
“¡basta!”. Confieso que, como ya no soy joven, mi estómago
ya no tiene la capacidad de antaño para almacenar alimentos,
fuertes por añadidura, que complican la digestión.
La cena de Nochebuena, la comida de Navidad y la comida de
Pascua (en Catalunya el día 26 es festivo a todos los
efectos) suponen un compromiso familiar ineludible… y un
compromiso voluntario de tragar en plan pantagruélico.
En el reposo subsiguiente a todo eso pasa uno por escuchar,
leer o visionar las noticias de estos días navideños que
para muchos no lo son. Noticias escalofriantes que conlleva
la necesidad de buscar soluciones definitivas que conduzcan
hacia una paz verdadera y no de palabras vanas.
Empezaré por la premonición que tuve años atrás y que vertí
en una teoría publicada en un diario con el que colaboraba
entonces. Entonces escribía de que los atentados de las
torres gemelas de Nueva York no podían haber sido cometidos
por terroristas árabes por muy diversas cuestiones técnicas
que hacían totalmente inviable la acusación en sí misma.
Hoy en día, algunos miembros de aquella Comisión de
Investigación sobre el atentado del 11-S, ya disuelta,
denuncia la obstaculización de sus investigaciones y
trabajos científicos por parte de la propia CIA, a
instancias de la Casa Blanca, y la destrucción de
innumerables pruebas, sobre todo vídeos de los
interrogatorios a los que fueron sometidos supuestos
terroristas, así como el borrado sistemático de muchos
archivos informáticos de las memorias internas de los PC’s
con los que trabajaron los investigadores.
Esos hechos ratifican, en su mayor parte, lo que escribí en
su día tras un concienzudo análisis, dentro de lo que se
podía hacer, de aquellos atentados y la premonición que tuve
en su momento. Análisis apoyados en mi experiencia en la
técnica constructiva, en la parte de demoliciones de
edificios. Insistía, e insisto aún, de que era totalmente
imposible que unos terroristas acertaran de lleno en el
punto “G” de un edificio para que éste se derrumbara, ¡y
fueron dos!, de manera perfectamente controlada sin que
afectara a los edificios de su alrededor. Que fuera pura
casualidad podría ser si hubiera sido un solo edificio, pero
acertar en dos edificios cuya altura máxima era de 526,3 m,
con un área total de 800.000 m², con 198 ascensores y 110
pisos por torre, cuyo diseñador, el arquitecto de origen
japonés Minoru Yamasaki, aseguraba que resultaba muy difícil
acertar de lleno en su derrumbamiento.
Que aquél horrible atentado tuviera lugar en un momento
oportuno en el que las torres estaba prácticamente
desocupadas (sólo estaban en su interior aproximadamente
1800 personas y casi todas en las plantas pertenecientes a
una compañía de auditoria que estaban estudiando las cuentas
del Gobierno estadounidense) ya que en un día normal suelen
concurrir más de 100.000 personas en cada torre, entre
empleados de las diversas empresas ubicadas en las mismas
hasta turistas, y si tenemos en cuenta de que en cada una de
ellas trabajan de manera fija unas 55.000 personas…
Muchas razones técnicas avalan mi criterio de que los
atentados fueron realizados por gente interna, tal vez de la
CIA para cubrir objetivos más grandes de la Casa Blanca, que
no por terroristas árabes por muy preparados que estuvieran.
El punto exacto de derrumbre de cualquiera de las torres
estaba ubicado en el cruce de diveros factores de gravedad y
sólo un mago, ajeno al sistema de construcción de edificios
de alto riesgo, podría acertar. Para ello se tenía que
estudiar concienzudamente todos y cada uno de los puntos
gravitatorios, acertar con las coordenadas de disparo en el
punto exacto y planificar el vuelo con aviones prácticamente
ingobernables para un ataque de esa naturaleza… ¿han tenido
Vds., queridos lectores, en cuenta que la mayoría de los
fallecidos eran oriundos de otros países? Mediten, señores,
mediten.
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