Decía La sabia de mí abuela: “más
vale ponerse una vez colorado, que ciento amarillo”. Y mí
abuela, una vez más llevaba toda la razón del mundo. Para
qué ponerse en tantas ocasiones amarillo si, al final, vas a
tener que poner los cartuchos sobre la mesa y cantar las
verdades del barquero poniéndote, de una vez por todas, rojo
En este mundo de la política, hay políticos que por las
razones que sean, cada uno es libre de tener sus propias
razones para reaccionar ante ciertos temas, se pasan media
vida poniéndose amarillo sin atreverse a coger el toro por
los cuernos y decirle al que sea o a quienes sean, esto es
lo que hay, son lentejas si las quieres las tomas y si no
las deja. Al final, un día, no tienen más remedios que coger
el toro por los cuernos y poner a cada uno en el lugar que
le corresponde. Y uno se pregunta ¿ha merecido la pena
espera tanto tiempo para decirlo?.
Esperar tanto tiempo, para poner a cada un en el lugar que
le corresponde no creo, con toda sinceridad, que haya
merecido la pena porque, ello, ha dado lugar a que algunos
se equivoquen de medio a medio, incluso calificando a
algunos de estos políticos de cobardes, y otros han llegado
a pensar que presionándoles un poco, nada del otro mundo,
darían su brazo a torcer y serían un juguete en sus manos.
Un muñeco al que sería fácil manejar a su antojo, para que
le concediera todo cuanto se le pedía.
Se equivocaron los que así pensaron y pincharon en hueso. No
llegaron a conocer bien al personaje a quien trataban de
intimidar. Confundieron los buenos modales y el tratar de
solucionar todos los problemas por la vía del dialogo, con
la falta de falta de valor para afrontar los mismos y, por
eso, le llamaron hasta cobarde.
Los errores se acostumbran a pagar muy caros, y estos fueron
por lana y han salido trasquilados. Su contestación, a la
solución del problema que planteaban estos personajillos, se
puede decir más fuerte, pero no más claro. Y, sinceramente,
creo que se quedo corto en la contestación. De haber sido el
menda, servidor de ustedes, jamás me hubiese puesto
amarillo, hubiese cortado por lo sano, desde el primer día.
Estos personajillos, ni me llaman cobarde, ni nada parecido
porque me duran menos que una pompa de jabón.
Personalmente y en persona, lo diga el mundo mundial o los
jóvenes y las jovenas, jamás hubiese permitido que el
analfabeto que pone los medios para que se me llame cobarde,
hubiese podido mantener los mismos más de dos meses. Todo
consiste en cortarle el grifo y contar cuatro cositas de sus
grandes habilidades, que como las meigas haberlas haylas e
importantes. Mercasa por un suponer.
Como estamos en esas fiestas, en las que le personal dice
que hay que ser buenos, cuando buenos hay que ser todos los
días, vamos a hacerle caso e intentaremos ser buenos en
estos días que quedan para despedir el año. Un año, que como
todos los años, ha tenido cosas buenas y cosas no tan
buenas. No digo que ha tenido cosas malas, para que vean,
los buenos de siempre que intento, por todos los medios a mi
alcance ser bueno. El verbo ser y estar es lo miso. O sea
que si soy bueno, es que estoy una jartá de… ¿O no?
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