Por motivos evidentes el político
y militar italiano Giuseppe Garibaldi (Niza, 1807 – isla de
Caprera, 1882) no goza precisamente de buena reputación
desde la historiografía oficialista española, aun cuando su
agitada trayectoria a caballo de dos mundos (el europeo y el
americano), galopando en pro de la libertad de los pueblos,
le sitúan a la cabeza del “Risorgimiento”. Disfrutando hoy
en el tangerino cabo Espartel de un soberbio espectáculo de
la naturaleza, oyendo las espumosas olas bramando a mis pies
y envuelto por el ulular del viento, con la lluvia azotando
rítmicamente el parabrisas del coche, aproveché el momento
para repasar unas notas sobre el revolucionario italiano de
cuyo nacimiento se cumple este año el centenario y que, como
otros, encontró un tiempo cobijo en esta milenaria ciudad
del Magreb donde se refugió con parte de sus tropas durante
seis meses entre septiembre de 1849 y febrero de 1850,
escribiendo sus memorias en la casa del barrio Marshan sede,
actualmente, del vice-consulado de Italia. Tánger guarda en
su memoria histórica un buen número de personajes que, por
uno u otro motivo, por aquí recalaron algún tiempo de su
vida. Garibaldi, héroe de la unificación italiana, discípulo
de Manzini y el movimiento de la “Joven Italia” así como del
socialista utópico Saint-Simón, es uno de ellos. Capitán de
la Marina Mercante y parlamentario, batalló desde las filas
liberales en un sinfín de contiendas contra la reacción y el
oscurantismo, significándose junto a sus legendarias
“Camisas Rojas” en la defensa de la independencia de Roma
(Pío IX, papa y titular de los “Estados Pontificios” huyó de
la Ciudad Eterna a finales de 1848) frente a las fuerzas del
ejército francés que acudió en defensa del Papado,
resistiendo hasta el 1 de julio de 1849, día en el que hubo
de replegarse con sus menguados efectivos al territorio
neutral de San Marino, desde donde más tarde navegó hasta
Tánger. Vuelto a Italia y tras vencer a las tropas del
imperio austro-húngaro en mayo de 1859, se dirigió
posteriormente a la Italia central con la idea de tomar
(apoyado al principio por el rey piamontés Víctor Manuel II)
los territorios sujetos al Papado, administrados y bajo la
férula de la Iglesia Católica de Roma, pero abandonó
finalmente el proyecto para apoderarse de Sicilia y Nápoles
(bajo soberanía borbónica).
Convencido anticlerical, tras proclamarse en 1861 el Reino
de Italia intentó infructuosamente conseguir la unidad total
del país luchando, bajo la consigna “Roma o la muerte”,
contra el anacronismo (político y religioso) y el cáncer
histórico que significaba la existencia, en el corazón de
Italia, de un Estado fundamentalista presuntamente basado en
la religión cristiana (católica) y amparado por las armas de
potencias extranjeras, al que consideraba con razón un
escollo para la liberación de Italia. Después de 1849 y por
dos veces más (en 1862 y 1867) intentó Garibaldi debelar la
ciudad de Roma. Después de una intensa y fecunda vida
convertida en leyenda Garibaldi, el héroe italiano, falleció
a los 75 años en la isla de Caprera, el 2 de junio de 1882.
Si un día, lector, viajas a Tánger y paseas por el barrio
Marshan, que estas líneas te ayuden a recordar la memoria de
Giuseppe Garibaldi y sus “Camisas Rojas”, luchadores por la
libertad.
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