El mensaje de S.M. El Rey nos ha
dado pié para reconsiderar, una vez pasadas las primeras
impresiones, la disputa, que no altercado, aun cuando sí con
calor y vehemencia, entre las dos más altas personalidades
de la Ciudad: el Presidente y el Delegado del Gobierno,
Sres. Vivas y Arreciado, respectivamente. Y aunque lo dicho
por éste último de que “tiene la impresión de vivir en una
ciudad que funciona obedeciendo leyes distintas de las del
resto de España. Los usos, los hábitos las costumbres…Los
casos de altos cargos que han pasado por el banquillo de los
acusados imputados en las cosas más tremendas habrían
producido una repulsa social considerable en cualquier
parte”. En definitiva, concretando las palabras de
Arreciado, “que la honradez, la honestidad, la dedicación al
trabajo y la no prevaricación no son tenidos en cuenta por
los ciudadanos de Ceuta al votar”, son cuestiones que Vivas
consideró de “muy graves y ofensivas para los que
representamos como para los propios ceutíes”, argumentos que
le “parecen absolutamente inaceptables de quien está llamado
a ser el delegado del Gobierno de todos los ceutíes”,
amenazando con que “mientras no se produzca una aclaración o
rectificación de estas manifestaciones las relaciones de la
Ciudad con la Delegación se limitaran estrictamente a
atender aquellos asuntos de interés general”.
Los dos altos cargos, Presidente de la Ciudad y Delegado del
Gobierno, que ostentan la suprema representación de la
Ciudad, el primero, y la del Gobierno de todos los
españoles, deberán hacerse eco de las palabras de S.M. el
Rey de que “frente a las dificultades de cada momento
debemos tener la seguridad de que juntos lograremos la
soluciones precisas, si ponemos la voluntad y los medios
para ello”.
No se puede involucrar, por mucha razón que se tenga y
porque altos cargos (concretamente el anterior Delegado del
Gobierno, el Comisario Provincial de Policia y una Consejera
de la Asamblea, ya fallecida) hayan estado involucrados y
condenados, los dos primeros, por difamación, a toda una
Ciudad y considerar a sus habitantes “que obedecen leyes
distintas a las del resto de España”. Es normal, pues, la
reacción de Juan J. Vivas para justificar lo sucedido y si
se quiere, por otro lado, hasta lógico, siempre de cara a la
representación que cada uno ostenta, amenazar con que las
relaciones entre la Delegación y la Ciudad “se limitaran
estrictamente a atender aquellos asuntos de interés general
que ambas administraciones están obligadas a atender”.
¿Habrá que recomendar a ambos dirigentes, el uno elegido por
ese pueblo del que dicen que es sabio (esto no hay que
olvidarlo nunca) y el otro nombrado por el Gobierno, las
palabras del Presidente Lincoln después de haberse llevado a
cabo la mas sangrienta y decisiva batalla secesionista entre
el Norte y el Sur de los Estados Unidos, citando aquello de
que “todo sacrificio es necesario para conseguir que el
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no
desaparezca jamás de la faz de la tierra”. Pero, es más,
volviendo a tomar los consejos de nuestro Rey, pediríamos
también a ambos contendientes que, salvando los impedimentos
que hayan surgido, “sirvan con el mayor ahínco el afán de
los ceutíes de construir una Ceuta cada vez mas justa,
integradora y solidaria, de todos para todos.”
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