Otra vez me toca repetirme: ser
delegado del Gobierno no es tarea fácil en ningún sitio,
serlo en Ceuta, más que difícil es misión complicada,
complicada, complicada. Bien mirado, es un trabajo arduo,
engorroso... Pero, además, hace tiempo que los
representantes gubernamentales han sido presas fáciles de
las desgracias. Lo cual me lleva a pensar en que hay algún
cenizo en el edificio de la plaza de los Reyes.
Pueden llamarme supersticioso si lo desean, pero echen la
vista hacia atrás y pónganse a indagar en la vida de todos
los gobernantes que pasaron por la Delegación del Gobierno.
Empezando por Manolo Peláez... Y verán de qué modo la
mala suerte se cebó con ellos. Cito de memoria: de ocho
personas que accedieron al cargo, pocas consiguieron salir
ilesas de él.
Por tal motivo, me extraña que Jenaro García-Arreciado
haya declarado que recibiría una satisfacción si el Gobierno
socialista, caso de ganar las elecciones, lo confirmara en
el cargo cuatro años más. Porque hay que ser muy valiente
para querer continuar ocupando un puesto donde quien no sale
enfermo se pone a tiro de la justicia. Valiente o
masoquista. Vaya usted a saber.
Jenaro García-Arreciado le ha dicho a Gonzalo Testa
el domingo pasado, en una entrevista, que tiene la impresión
de vivir en una ciudad que funciona obedeciendo a leyes
distintas a las del resto de España. Los usos, los hábitos,
las costumbres... Y ha dejado caer, como quien no quiere la
cosa, los casos de altos cargos que se han sentado en el
banquillo de los acusados. Y, lógicamente, se ha ganado la
ira del presidente de la Ciudad. Lo cual es todavía peor que
estar mediatizado por los problemas que suele acarrearles a
los delegados del Gobierno de Ceuta, ese gafe que debe
existir en donde moran.
La respuesta del político onubense, a la pregunta de si
tiene la impresión de vivir en una ciudad corrupta, o al
menos más corrupta de lo normal, ha sido calcada, cambiando
lo que haya que cambiar, a la que Fernando Marín López,
ex subdelegado del Gobierno, le dio a Paco Amores en
el año de 1982. Una contestación que he aireado en varias
ocasiones porque me parece de interés general.
Vayamos, otra vez, con ella: “Mire usted, Amores, llegan los
interesados en que nada se innove y que se haga sólo su
santa voluntad, procurando convencer con sutilezas y por
medio de la influencia de ciertas amistades. Y si no lo
consiguen se emplean con acciones directas y tratando de
imponer sus leyes. Aquí se actúa con la palmada en la
espalda, el tuteo indiscriminado y exigiendo que los
despachos estén abiertos a todas las horas y para todas las
personas que se creen relevantes. Lo que yo suelo llamar el
chalaneo interminable. Prima la gestión informal; en
definitiva, una especie de Administración oral”.
Juan Vivas, además de saberse de memoria el
funcionamiento de esta ciudad y el comportamiento de quienes
gustan de practicar ese chalaneo que mencionaba Marín López,
estuvo un tiempo en la Delegación del Gobierno. Y conoce
perfectamente cómo los delegados están sometidos a una
presión enorme. Y lo están porque Ceuta, ciudad
extraordinaria en muchísimos aspectos, genera también
situaciones muy comprometidas para las autoridades. Por lo
tanto, haría bien el presidente en echar mano de su bonhomía
para evitar desencuentros con García-Arreciado.
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