El primer plato festivo de las
Navidades ha traído buenas noticias en la calle y una
algarabía sorprendente por inesperada en los despachos de
los más altos representantes institucionales de la ciudad
autónoma. Mientras toda Ceuta se echaba a la calle anteayer
para celebrar la Nochebuena en una tradición que sorprende
por lo inusual en el resto de España, el presidente de la
Ciudad y el delegado del Gobierno se han enfrascado en una
tormenta dialéctica que conoce pocos precedentes con estos
protagonistas. La resaca de la Nochebuena fue buena porque,
a la luz de los datos presentados por los servicios
policiales, sanitarios y sociales la jornada, pese al mucho
alcohol consumido, no registró incidente alguno. Por ello no
cabe sino felicitarse por el hecho de que, aunque sería
bueno mayor educación en lo que a beber cuantitativamente se
refiere, es una buena señal que cualitativamente los ceutíes
sepan hacerlo sin degenerar en las algaradas que tantas
veces adornan los telediarios. Sin embargo, Arreciado y
Vivas no parecen estar por la labor de dar ejemplo. La
imprudencia del primero al cuestionar en términos muy duros
la reflexión electoral de los ceutíes, que según él no
valoran ni la honradez ni la honestidad a la hora de votar,
ha venido seguida de la escasa mano derecha del Gobierno
ceutí. A juzgar por las declaraciones de ambos el propio
delegado estaría dispuesto a asumir que pudo excederse en
sus comentarios, y de hecho el mismo lunes aseguró que
retiraba sus palabras si a alguien le habían ofendido. Pero
a Arreciado no le gustó que después de ceder y telefonear a
Vivas este no le devolviera la llamada e interpretó la
posición del presidente como un órdago a la grande en
público que, dice, no está dispuesto a aceptar. Ambos
deberían estar más atentos a los pequeños detalles o, al
menos, sus equipos deberían insistirles en que este tipo de
choques, que empiezan por una tontería, una palabra de más,
una llamada de menos, pueden dañar una relación de lo más
necesaria para los ceutíes. Y que estos salgan perjudicados
por sus deslices sí sería imperdonable.
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