No se toma el menor respiro.
Habría que darle el premio a la constancia de querer hacerse
notar todos los días. No es la primera vez que lo pido para
él. Convoca conferencias de prensa, cada dos por tres, para
convencernos de que su palabra es palabra de rey. No cesa de
decirnos que el buen funcionamiento político, social y
administrativo de esta ciudad jamás será posible hasta que
él no forme parte de cualquier gobierno.
Juan Luis Aróstegui ha perdido además la compostura y
el insulto forma ya parte de su vocabulario habitual. Es
consecuencia de la amargura producida por quien lleva muchos
años fracasando en su intento de ser un simple concejal. Y,
sobre todo, la bilis le puede cuando convoca a los
militantes de su partido y acuden a la cita sesenta y un
loro. Mientras que los demás, otros sesenta, le comunican
que están cansados de que se rían de ellos. Por no decirle a
él, por educación, lo que propalan por la calle: que no
quieren seguir formando parte de un partido que lleva traza
de convertirse en un cuarteto carnavalesco.
Denigrar la imagen de Juan Vivas se ha convertido ya
en una costumbre para él. Lo mismo le llama cobarde que
servil; embaucador que hombre de bondad ficticia; y le
achaca todos los males que padece Ceuta. JLA es incapaz de
reconocerle el menor mérito al presidente de la Ciudad. Y es
así porque ya le resulta imposible domeñar su rencor: tóxico
causado por la envidia.
En su huida para adelante, JLA, tras darse cuenta, una vez
más, que se está quedando solo en ese su deseo de figurar a
cualquier precio, ha caído en la tentación de proclamar que
los ciudadanos de Ceuta son provincianos e incultos. Y lo
son, según su criterio mil veces expuesto en privado, porque
no consideran que el mejor político es él. Que se cree a pie
juntillas que está en posesión de cualidades y calidades
infinitas para gobernarnos. Y, claro, no entiende que los
ciudadanos voten a un Vivas a quien él considera un
advenedizo de la cosa.
Aróstegui, político perteneciente a un partido sin
representación en la Asamblea, es ya un caso preocupante. No
sólo porque ha ido perdiendo el oremus sin prisas pero sin
pausas, sino debido a que su estado es ya preocupante. Hasta
el punto de que bien harían sus más íntimos en recomendarle
que se tape si no quiere verse sentado en el diván usado por
quienes desean vaciar la mente de despropósitos.
Ahora, y en vista de que Mohamed Alí ha decidido
cambiar su estrategia política, por razones obvias, le toca
a éste sufrir las tarascadas de un Aróstegui que hasta hace
nada lo quería engatusar para formar un frente común contra
los socialistas y, concretamente, contra Salvador de la
Encina y Jenaro García-Arreciado. Otro nuevo
fiasco y otra insatisfacción que deben haber hecho mella en
su ya muy deteriorado ánimo.
Y ya tenemos titulares contra los presupuestos y contra el
dirigente de la UDCE-IU; al cual acusa de haberse vendido
por un plato de lentejas. Migajas, vamos. Y es que el
indecible Aróstegui sabe lo que dice: él hubiera obtenido
beneficios más cuantiosos que Mohamed Alí. Pues está más
acostumbrado a participar en componendas y chanchullos de
pactos políticos. Por tal motivo, los ciudadanos, tachados
de provincianos incultos por el tal Aróstegui, pasan de él.
Le convendría hacer mutis por el foro cuanto antes.
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