Hace aproximadamente un año el
apedreamiento de los autobuses que enlazan el centro urbano
con la barriada de Príncipe Alfonso se convirtió en portada
de todos los medios de comunicación locales después de que a
un grupo de vándalos les diese por afinar su puntería, un
día sí y otro también, contra ellos. En una de esas
habituales y, a la vista de los resultados, inútiles ronda
de contactos multilaterales la Delegación del Gobierno, la
Ciudad Autónoma, la empresa de autobuses, la Asociación de
Vecinos y quién sabe cuántos agentes institucionales y
sociales más concluyeron que el asunto estaba zanjado.
Durante unos días una patrulla de la Policía Nacional
acompañó al autobús; después se probó a colocar junto con
los pasajeros a agentes policiales; se colocaron rejas en
las lunas frontales y laterales de los vehículos; se encargó
a las brigadas cívicas que trabajan en la barriada el
control de la situación... Al final, nada. Ayer, a plena luz
del día, en una jornada de fiesta para todo el vecindario de
una barriada que debería estar ya asqueada de ser noticia
sólo por este tipo de hechos, los mismos de siempre, otra
vez, volvieron a hacer de las suyas. Lo peor del asunto es
que tiene difícil solución porque no es algo que se pueda
solucionar con un policía, ni con dos. Ni con unas rejas. Ni
con unos cuantos jóvenes con conocimiento de la barriada. El
problema, como no se cansa de repetir el delegado del
Gobierno cada vez que tiene oportunidad, es más profundo.
Es, en realidad, el mismo que lleva a las portadas también
un día sí y otro también a Ceuta: las altísimas tasas de
fracaso escolar, el desempleo, la confusión... Tal vez
sigamos sufriendo durante semanas, meses e incluso años este
tipo de sucesos, pero la única manera de que no sigamos
padeciéndolos durante décadas pasa porque las instituciones
piensen de una vez por todas a largo plazo. Hace falta un
plan, o al menos una idea, para ofrecer otra salida a los
jóvenes del Príncipe que entretenerse, piedra en mano, a
reventar autobuses. Mientras, un poquito más de eficacia
policial.
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