Se trata, sin duda, de la mayor celebración del calendario
lunar musulmán, que conmemora aquello que relata,
curiosamente, tanto el Corán como el Antiguo Testamento: el
profeta Ibrahim –Abraham para el Cristianismo y el Judaísmo–
debía sacrificar a su hijo Ismael –que según la Biblia era
Isaac– para mostrar su total sumisión a Dios, como la
divinidad le había ordenado; pero en el momento de realizar
su gesto, Dios paró su mano y le ordenó ejecutar en su lugar
a un cordero.
La Festividad había traído a Ceuta más de 5.000 corderos, de
los que si hoy quedan algunos se les puede señalar con el
dedo por la calle por ser supervivientes.
Los sacrificios comenzaron al concluir el rezo de la mañana.
Unos musulmanes lo hicieron en sus casas –no es lo más
indicado por motivos higiénico-sanitarios–, otros en alguna
de las nueve carpas habilitadas por la Ciudad y otros
acudieron al único lugar que trabaja sin novedad en la
Fiesta del Sacrificio: el Matadero Municipal.
Las Consejerías del Gobierno de Ceuta a las que atañe esta
Festividad, Medio Ambiente y Servicios Urbanos y Sanidad y
Consumo, trabajaron conjuntamente para la limpieza previa y
posterior y la instalación de las carpas y los grifos para
evitar que las calles se convirtieran en ríos de sangre.
Las carpas comenzaron pronto a notar una actividad frenética
en esta fiesta que resulta ciertamente sangrienta para un no
musulmán. De hecho, los niños correteaban entre los despojos
mientras los periodistas avanzábamos con paso trémulo.
El cordero, claro está, lo vive desde otro ángulo.
Interrumpe una vida de tranquilidad y ricos pastos en
montañas a salvo de depredadores para convertirse en un
rito.
Asustados esperaban su turno, pero no tenían mucho tiempo
para lamentarse desde que llegaban a la carpa y su cabeza se
sitúaba mirando a La Meca y se veía sorprendido por el
cuchillo que lo degollaba rápidamente si el matarife era
eficaz, como así debe ser.
A cada cuchillada, la sangre –llama la atención su color tan
claro– se extendía lentamente por los dibujos de las
baldosas de la calle, mientras el animal expiraba durante
unos segundos. Si se piensa bien, tampoco difiere tanto de
lo que pasa anteriormente a poder coger unas chuletillas
envasadas al vacío en la zona frigorífica de un
supermercado.
No obstante, degollar un cordero en plena calle no deja de
ser impactante para alguien ajeno a la tradición, pero
también mi cuñado holandés nos llamó bárbaros la primera vez
que entró a un bar español y vio decenas de patas de jamón
colgadas del techo. Suponemos que depende, pues, de la
idiosincrasia de cada colectividad.
La matanza se acompañó, por su puesto, del consumo de
copiosos asados. La fiesta dura dos días enteros.
El referente mundial de esta Festividad está en La Meca,
donde dos millones y medio de peregrinos –entre ellos los
160 ceutíes– viven también su día del cordero. Hace ya años
que el Gobierno saudí prohibió la matanza libre de borregos,
para evitar problemas sanitarios, por lo que el sacrificio
se hace comprando unos bonos al Estado para que sus
matarifes hagan el trabajo. Y es que la tradición se ajusta
a los nuevos asépticos tiempos.
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Tan sólo 2.000 borregos, poco más del 30% de los
sacrificados, lo fueron en las carpas habilitadas
La Federación Provincial de
Asociaciones de Vecinos cifró ayer en 2.000 los corderos
sacrificados en las carpas habilitadas por la Ciudad
Autónoma. En total fueron sacrificados cerca de 6.000
animales, por lo que los borregos matados en las carpas son
algo más de un 30 por ciento del total, lo que supone un
descenso sensible respecto al pasado año. Así, en la
Festividad del Sacrificio del año 2006, los 30.000
musulmanes que viven en Ceuta sacrificaron una cifra de
animales similar a la de ayer, cerca de 6.000, pero las
cifras de asistencia a las carpas de asistencia fue casi del
doble.
Las consejerías de Sanidad y Medio Ambiente expresaron ayer
su satisfacción por el normal desarrollo de la Fiesta del
Sacrificio. Las nueve carpas habilitadas por la Ciudad
Autónoma en las barriadas de población mayoritariamente
musulmana trabajaron siguiendo el protocolo establecido sin
que se produjese ningún tipo de incidente. Los servicios de
limpieza trabajaron a destajo para no dejar rastro de los
despojos.
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