España no hizo su revolución a la
francesa; y se nota. Advierta el lector que, hasta 1789, en
Europa el poder político de los reyes ¡venía avalado por
Dios!. Desde entonces y tras la Ilustración el Viejo
Continente (salvo el Reino Unido) había ido logrando
secularizar la sociedad (llave de la tolerancia),
conduciendo la religión a su legítima esfera: la privada.
Claro que España siempre fue diferente y hubo que esperar a
1975 para que, tímidamente, se abordara este proceso aun
inconcluso pues es un hecho que la Iglesia Católica sigue
gozando de poderes y prebendas que superan el marco
constitucional. En su ayuda acude raudo, curiosamente, otra
religión en alza con ribetes francamente totalitarios, el
Islam y que aspira a compartir ese espacio del que aun goza
el catolicismo romano. Ambas ideologías religiosas
(competitivas y excluyentes) pugnan por transferir al tejido
social (entendido como un todo) sus dogmas y costumbres,
siendo el deporte del fútbol el nuevo escenario que corre el
riesgo de convertirse, rápidamente, en campo de batalla.
Como advertía hace días el portavoz de prensa de la FIFA,
Andreas Herren, “Lo que para unos es valioso y sagrado para
otros es una provocación”, sugiriendo la regularización de
los mensajes religiosos como la forma más eficaz de prevenir
problemas (por si ya hubiera pocos) en el fútbol. Y eso es
valido tanto para el brasileño Kaká (recuerden al deportista
durante la final de la última Liga de Campeones, corriendo
por el campo con una camiseta en la que podía leerse,
traduzco, “Yo pertenezco a Jesús”) como para el Mohamed de
turno (todo se andará), arrodillándose sobre el césped y
rezando cara a La Meca. Hay equipos que ya se llaman “Los
Atletas de Cristo”, estando en ciernes otros como “Los Hijos
de Mahoma”… Y a darse estopa supongo, deportivamente claro.
Por no hablar, en otro plano, de anuncios televisivos a mi
juicio hirientes como aquél del ‘Getafe Club de Fútbol’ y su
injuriosa referencia a la Crucifixión de Jesús… No hace
falta ser cristiano (yo no lo soy) para repudiar el insulto
y el mal gusto hacia millones de creyentes que, con razón,
pueden verse ofendidos. Otra interesante referencia es la de
los forofos del Barca, equipo muy popular en los países
musulmanes; pues bien, las camisetas que del mismo se venden
en Arabia Saudí, Egipto o Argelia (de Marruecos les hablo
otro día) tienen expurgadas (censuradas, vamos) de su
escudo, en un didáctico ejemplo de “tolerancia islámica”, la
Cruz de San Jorge que debía de lucir en la esquina superior
izquierda. También podría escribirles sobre el absurdo
repudio de la prensa de Turquía (¡!) a la camiseta blanca
con cruz roja que el ‘Inter’ de Milán lució ante el partido
jugado contra el ‘Fenerbahce’ turco en la ciudad italiana;
¿hubiera sido posible que el ‘Inter’ jugara así en
Estambul?... Ni de coña, vamos y estamos escribiendo de…
¡Turquía!.
Hace unos días estuvieron por Tetuán directivos del Atlético
de Madrid. Yo me pregunto si el Fútbol Club Barcelona, con
la Cruz de San Jorge en su escudo o el Real Oviedo, con la
asturiana Cruz de la Victoria, podrían pasear sus colores
por el campo de fútbol de un país musulmán... Esperemos que
en Zúrich la FIFA ponga una pica en Flandes, marcando las
normas para unos y otros.
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