Todas las vísperas de todo viaje tienen su punto álgido en
los nervios de quienes preparan el evento, más aún si ese
viaje es a un país exótico. Viajar a países cálidos en pleno
diciembre resulta a veces una gozada, pero los nervios
pueden jugar una importante en el devenir de la vida.
Resulta que un amigo adquirió pasaje, para él y su mujer,
para estar en Cuba, los nervios le hicieron la jugada de que
se olvidara de recoger los billetes del vuelo que salía de
Madrid con dirección a La Habana, cuando ya estaba en el
mostrador de facturación. El golpe resultó demasiado duro
para él. Tuvo que regresar a su casa y ahora esta luchando
por conseguir que se lo cambien para una fecha cercana. Como
eran pasajes de “low cost” difícil lo tiene, como no sea que
desembolse otra vez íntegramente un nuevo viaje.
Pasa que los nervios también que vuelven eufóricos a ciertos
políticos de cierto principal partido de la oposición, a los
que aman las confusiones les aclaro que me refiero a
partidos de nivel estatal, que abren las espitas de sus
gargantas para proferir gritos incongruentes.
Si la ciudadanía comprendiera que la política está basada en
el oportunismo y en la mentira hábilmente manipulada, otro
gallo cantaría a esos políticos que utilizan la misma para
sus inconfesables fines. Así y todo, un partido con
aspiraciones de alzarse con el poder a través del voto
ciudadano debe saber conducir la política dentro de las
normas éticas. Lo que pasó en el Senado es una vergüenza
fuera de límites. Bien está que el PP presente una
reprobación contra Magdalena Álvarez, Ministra de Fomento, y
que la gane, únicamente, con sus votos. Pero sabiendo como
sabe que esa actuación no tiene ningún efecto, en referencia
a la continuidad de la Ministra, si no es el de buscar las
cosquillas al ciudadano confundiéndolo con esa decisión de
seguir peleándose contra el Gobierno en todos los frentes
utilizando todo y contra todo… me parece una aberración que
habla por sí sola del camino hacía una nueva derrota
electoral.
Los estentóreos gritos “Dimisión, dimisión” que se
escucharon en el Senado, provinentes únicamente de las
gargantas de los senadores del PP, cuando sabían a ciencia
cierta que la votación no tendría efectos, dejan muy a las
claras la total falta de diplomacia de un partido condenado,
de antemano, a la derrota. El ciudadano no puede ser ni es
tonto.
Cabe esperar, por si estos políticos del PP no lo han
entendido, que mediten sobre su proceder dado que si en el
Congreso se votó la continuidad de la Ministra y que el
Congreso es el único que tiene capacidad legal de establecer
las confianzas o las censuras, y den un amplio giro al
tornillo que los atenaza y se dediquen, de una vez por
todas, a trabajar por España. Desgraciadamente, con los
actuales dirigentes, el PP sólo trabaja para sí mismo.
No puedo creer que el novato Sirera, actual presidente del
PP catalán, sea tan cándido como para ponerse a reír
prepotente en plena explosión de los gritos peperos, más
parecidos a los gritos de una gaviota que de seres humanos,
cuando la moderación debía imperar en el evento. Pero no,
los peperos siguen tan palurdos como desde el principio… por
mucho dinero que tengan sus componentes, por muchos cargos
empresariales que ostenten, eso no le dan derecho a
mostrarse tan groseros. Están a la altura de ese presidente
venezolano, por hacer una comparación menos trabajosa, y
dejan a las claras su determinante tendencia a gobernar de
manera totalitaria.
Por si no lo recuerda, señores políticos y queridos
lectores, el motivo de la reprobación contra la ministra era
el trazado del AVE en Catalunya y las supuestas chapuzas
cometidas por la ministra.
El trazado, proyecto, del AVE en Catalunya fue realizado por
Francisco Álvarez-Cascos Fernández, entonces ministro de
Fomento con el PP, que además es ingeniero de Canales,
Caminos y Puertos. Magdalena Álvarez sólo hace continuidad
del mencionado proyecto de Cascos que, como saben, hace
aguas por todas partes… de ahí achacárselo a Álvarez ya es
un sadismo redomado. Acuérdense de las obras en la provincia
de Zaragoza. Una pasada sado-masoquista.
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