Para este viaje no hacían falta
esas alforjas. Al final, tanto la orgullosa Francia (vejada
y escupida hace días en su propia tierra) como la
desvertebrada España se tragaron su ¿dignidad? haciendo de
la necesidad virtud, escenificando la comedia y recibiendo
con todos los honores de Estado (a la mierda con ellos y a
otro perro con ese hueso) a este espeso personaje, antiguo
paria de la comunidad internacional (recordemos el Boeing
747 de Lockerbie, los atentados terroristas en Alemania o el
ataque con misiles Scud a la isla italiana de Lampedusa) al
que los F-16 norteamericanos “ayudaron” a recobrar el juicio
tras zumbarle en Trípoli y Bengasi el 15 de abril de 1986.
Según parece ni en Sevilla ni en Madrid Muammar El-Gaddafi,
iluminado guía de la revolución Libia, menospreció la
democracia, ridiculizó los símbolos religiosos ajenos a la
Media Luna o justificó engallado su pasado terrorista, como
no dejó de alardear en París ante un mercachifle Sarkozy más
mudo que Harpo Marx; antes al contrario, después de su sarao
sevillano con el opusiano matrimonio Aznar (que luego José
Mari no critique a Zapatero) se plantó arrogante en Madrid,
“capital europea fundada por los árabes” como no dejó de
recordar regalándonos, además, dos perlas cultivadas. Por un
lado glosando el añorado Al Andalus: libios y españoles
“llevamos casi la misma sangre”; nada que objetar. Por otro,
apuntando con certeza una histórica realidad a la que me
sumo: “ambas costas del Mediterráneo han intercambiado
invasiones mutuas”. No está mal, recojo la cita.
Detrás de tanta ceremonia Francia y España, con más miedo
que vergüenza, no han querido dejar la ocasión de granjearse
un buen puesto ante la jugosa cuota de mercado del gas y
petróleo libio, del que nuestro país se abastece al día de
hoy en un modesto 8% de sus necesidades, por no hablar de la
interesante posición de Repsol YPF en el país. Para España
el cerrar acuerdos con Libia se ha vuelto una prioridad
estratégica en el Magreb, pues contenidos los intereses
españoles en Marruecos (donde Francia sigue arañando
terreno) y burdamente desplazados en Argelia (el grupo
francés Total echó a la cuneta a las empresas Repsol y Gas
Natural, que además podría llegar a tener que abonar un 20%
de subida por el suministro), Libia se perfila -cerrando los
ojos- como alternativa.
Aparto manoteando una antigua edición del “Libro Verde”
(mamarrachada política que hace años hizo furor en un
conspicuo catedrático comunista, David Ruiz, quien en 1.983
logró becar para un viaje de estudios a Libia a quince
universitarios asturianos) y tras alumbrar mi vieja pipa,
echarme en el coleto un generoso trago de raspante orujo y
encender la chimenea me enfrasco a deleitarme un rato
leyendo al genial Quevedo, acariciado por el calor y
crepitar de las llamas: “Madre, yo al oro me humillo; él es
mi amante y amado pues, de puro enamorado, de continuo anda
amarillo; que pues, doblón o sencillo, hace todo cuanto
quiero, poderoso caballero es don Dinero”. ¡Ay Europa!. La
historia enseña el escaso empuje de avariciosas y decadentes
repúblicas comerciales, malamente federadas, corruptas y
cobardes, caídas como fruta en sazón al primer golpe de
viento… Por cierto, ¿financiará al final Libia a ciertas
asociaciones de la comunidad islámica de España?.
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