Entre un teorema y una teoría hay una diferencia tan grande
como entre esta y la práctica. Además, ambas sirven para
constatar la del medio. El líder de la oposición en la
Asamblea, Mohamed Ali, redujo ayer al nivel de teoría las
hipótesis sobre sus presuntas negociaciones con el Partido
Popular para entrar en el Gobierno de Juan Vivas. El
presidente de la UDCE se limitó, a la defensiva, a decir que
poder todo puede ser, pero que haber no hay nada: “Todo son
elucubraciones y no vamos a valorar absolutamente nada más
allá de lo que es nuestro apoyo a los Presupuestos”, rechazó
tajante cuando, una y otra vez, se le preguntó sobre qué
haría si tal o si cual.
“Somos un partido joven y luchador que no está obsesionado
por entrar a gobernar”, contrapuso Ali a quienes le pintan
loco por tocar poder, aunque paradójicamente no cerró
ninguna puerta: “Por hablar nadie pierde nada y nosotros no
somos de darle un no rotundo a nadie”, afirmó antes de
recordar que si hace un año ni siquiera mantenía relaciones
institucionales con la Ciudad y ahora vota a favor en el
debate político más importante del año fue porque, tras las
elecciones, su partido decidió que “por el bien de todos y
por la estabilidad de la ciudad es bueno que gobierno y
oposición mantengan unas buenas relaciones”. Antes de dar
cualquier paso más adelante, anunció, consultará a su
militancia.
Por todo ello, la experiencia de los sucedido durante las
últimas semanas demuestra que casi más importante que saber
qué haría o no Ali en ese supuesto es conocer por qué
estaría dispuesto el PP a ofrecer un pacto de Gobierno desde
su mayoría absolutísima al primer partido de la oposición.
El catedrático de Ciencia Política de la Universidad de
Santiago de Compostela Guillermo Márquez, que cumplió 14
meses de mili en Ceuta entre 1978 y 1979, es uno de los
mayores expertos nacionales en la “práctica coalicional”.
Uno de sus trabajos, titulado ‘La formación de gobierno y la
práctica coalicional en Ceuta y Melilla (1979-2007)’, versa
exclusivamente sobre este capítulo y formará parte de libro
que publicará el próximo mes de enero sobre este mismo tema.
Ayer, desde la capital gallega, Márquez encontró rápidamente
un teorema donde situar la teoría de la hipotética oferta
del PP a UDCE-IU. “Desde 1979 hasta ahora”, explicó el
catedrático, “ha existido una práctica de integrar a
miembros de la oposición o de otras minorías que yo he
denominado de la cooptación y que se puede concretar a
través de coaliciones previas o de invitaciones a formar
parte, con o sin atribuciones de áreas, de la Junta de
Gobierno local”.
La “corresponsabilidad”, un peligro
“Está destinada a la adquisición o el mantenimiento del
poder potencial de unos actores sobre otros”, describe
Márquez este tipo de ofertas, que “siempre” se producen
“cuando no representan una alternativa a la formación
dominante y para que nunca lleguen a representarla”.
“Generalmente esto se hace para atemperar, prevenir o
disuadir posibles coaliciones alternativas”, especula el
politólogo gallego, a quien sorprende especialmente que
“mientras UDCE está para los electores ceutíes en una
posición en el espacio izquierda-derecha [0-10] de 2,19 el
PP está en el 7,22 [a nivel estatal, 7,62]”.
Paradójicamente, sin embargo, en esa enorme distancia
ideológica se encuentran algunas hipótesis prácticas. “Es
posible”, elucubra Márquez, “corresponsabilizar al otro
partido y lograr así una desmovilización de su electorado,
que podría no entender un pacto así, y que salga beneficiado
el PSOE o el bloque de Mizzian”.
“En cualquiera de los casos”, amplía, “la formación
cooptada, que no forma parte nunca de una coalición inter
pares, sino que surge de una oferta desde una posición
dominante y de poder, queda siempre con un margen de
maniobra bastante reducido: podría pactar políticas
concretas vinculadas a qué cartera le dieran, pero en todo
caso estaría supeditado a la política general de la ciudad”.
Más complicaciones: “A la hora de hacer planteamientos o
reivindicaciones el elemento minoritario se queda pinzado, y
de ello tenemos ejemplos de sobra en Galicia porque incluso
las diferencias deben pactarse”, prosigue el catedrático,
quien advierte de que este tipo de movimientos también
genera “fricciones” en el elemento cooptante “al reducir su
cuota de poder”. “El que hace la oferta”, concluye, “se
supone que está muy seguro porque después se tienen que
corresponsabilizar de todo, pero también debe saber que da a
la parte minoritaria la posibilidad de demostrar que puede
gestionar y puede hacerlo bien”.
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