Es lo que parece que ha habido en
la frontera del otro lado, al haberse dado una gran
afluencia de marroquíes procedentes de sus destinos en
Europa.
Son muchos los marroquíes que, por necesidad de trabajo,
desde hace años residen en Europa, pero cuando llegan las
principales fiestas de su religión, tal como siempre han
hecho los emigrantes, no dudan en venir a pasarlas junto a
los suyos y entonces es cuando aparecen esos problemas.
Algo se apreciaba ya el viernes, y también en algunos
momentos el sábado, nada más entrar en Martínez Catena.
Podría haberse interpretado, inicialmente, como la
consecuencia lógica de las obras, el viernes. Sin embargo,
pronto se vio que era “otra cosa” y sucedió que las colas
que ocasionó la frontera de Marruecos fueron de más de dos
kilómetros aquí en Ceuta.
Un verdadero tapón se formó desde la frontera hasta las
gasolineras de la Avenida de Martínez Catena.
O sea que pagaron la falta de previsión, no sólo los
súbditos de quienes originaron eso, sino también otros,
ceutíes especialmente, que nada tienen que ver con todo
ello.
Todo empezó con la llegada de los primeros barcos de la
mañana, en los que venían muchísimos emigrantes magrevíes.
Esa avalancha, con la falta de previsión allá en la
frontera, ocasionó una serie de problemas que aquí no tenían
que ocurrir, y menos mal a que en territorio ceutí, esto es,
en España hubo una eficiente actuación de la Policía
Nacional y de la Guardia Civil, porque de lo contrario
hubiéramos tenido colas hasta el Monte Hacho .
Hubo instantes de tensión, porque lo que había proporcionado
la falta de previsión había ocasionado un verdadero caos que
se pudo solucionar a las cuatro o cinco horas. Demasiados
problemas en los que se encontró involucrado, sin comerlo ni
beberlo, todo el servicio de nuestra frontera, por no estar
en su sitio quienes debían haber estado, al otro lado. Y si
para Ceuta esto era un problema añadido, para los propios
emigrantes lo era real y de grandes dimensiones. Hay que
tener en cuenta que estos emigrantes llegaban a nuestra
ciudad, tras haber recorrido dos o tres mil kilómetros, en
muchos casos en condiciones penosas, sin, a penas, dormir y
cuando ya están llegando a su casa, se encuentran con otra
dificultad más: la frontera de su país.A lo largo de toda la
mañana, el embotellamiento fue enorme, desde poco después de
las nueve hasta casi las tres de la tarde.
Y esto no se debió a un incidente o a un accidente
inesperado. Esto es, o tiene que ser, sabido ya de antemano,
por cuanto todos sabemos que los emigrantes musulmanes
vienen a pasar las fiestas con sus familiares. No es algo de
este fin de semana, es algo que se da todos los años.
Además, lo que se ha demostrado con este hecho, que se ha
dado en más ocasiones y puede darse, también, en el futuro,
es que la frontera está muy lejos de estar bien
acondicionada para poder absorber una llegada masiva, como
la de estos días.
La frontera se convirtió en un embudo. Los responsables del
otro lado quisieron reaccionar, pero la situación ya les
había sobrepasado y era imposible normalizar la situación en
poco tiempo.
Si esto sirviera de algo la cosa podría darse por positiva,
pero la capacidad de absorción es tan baja que hechos así se
repetirán.
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