No voy a negar que uno de mis
deportes favoritos es la lectura. Acostumbro a leer todo
cuanto cae en mis manos. Si bien es cierto que tengo mis
plumas favoritas y otras que como me sé de memoria lo que
escriben y de que escriben, según las ordenes dadas por el
amo, ni me molesto en echarles un pequeño vistazo y perder
un tiempo precioso, robándoselo a alguien de quien leyéndolo
puedo aprender algo. No, a esos que escriben al dictado, ni
los leeos, ni me ocupan, ni me preocupan lo más mínimo.
Seguramente, no lo voy a negar, habrá personas que les
dediquen parte de su tiempo a leerlos. Ya lo dijo aquel: el
libro del gusto está en blanco. Ese libro está tan blanco
como la mente de todo esos que acostumbran a escribir al
dictado del amo- No crean nada, siempre dicen en sus escrito
lo mismo y contra las mismas personas. Claro que si no fuese
por lo que el amo les manda hacer o mejor dicho escribir,
son tan flojos que se permiten el lujo de firmar como
noticias suyas los fax que llegan a la redacción.
Como hoy es domingo y los domingos, ya lo saben ustedes, son
fiestas de guardar, por supuesto el que pueda guardar algo,
vamos a dejar tranquilos al personal, para que puedan
disfrutar de tan preciado día de descanso.
Desde pequeño me aficioné a la lectura y cuando tenía
algunas “perras” ahorradas, cosa que no pasaba para mi
desgracia con mucha frecuencia, me compraba un TBO. En
aquella época, se podía comprar el TBO propiamente dicho,
Roberto Alcázar y Pedrin, Juan Centella, Hazañas Bélicas o
el Hombre Enmascarado también llamado por las tribus indias
“el espíritu que anda”.
Mis preferencias siempre iban encaminadas hacia el TBO
porque, entre otras cosas, tenía más que leer, todas las
historietas acababan y no tenía que esperar a la semana
siguiente para saber el final de las mismas, en el supuesto
que tuviese dinero para comprarlo, lo que era mucho suponer.
Había personajes, como Carpanta que pasaba más hambre que un
caracol en un espejo, que se reencarnaba en gente que yo
veía cada día, Gentes que a igual que Carpanta pasaban una
jartá de “rasca”, porque lo mismo que el personaje del TBO,
no tenían, en la mayoría de las ocasiones, nada que llevarse
a la boca. Todos los personajes del TBO estaban sacado de la
realidad de la vida, por eso era fácil encontrase a muchos
Carpantas en aquella época de hambre y miseria. Quizás, sin
saberlo, estaba adquiriendo una buena cultura con la lectura
del TBO y, a la vez, aprendiendo que todos aquellos
personajes, que sus autores dibujaban creándoles sus
historietas cada semana, eran simplemente un reflejo de
cuanto ocurría en la vida real.
En cuanto tenía una “perra gorda”, me largaba al estanco de
Pepita, en la Plaza de Azcarate, para cambiar mi viejo y
releído TBO por otro que no hubiese leído y que, por
supuesto, estaba tan releído y tan manchado de aceite como
el mío.
Hoy, cuando el tiempo ha pasado, me acuerdo de los autores
de todos estos admirados personajes, y les agradezco en
infinito la gran cultura que me proporcionó el leer sus
historietas. Por eso mis personajillos, lameculos y pelotas
son un fiel relejo de la realidad.
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