Eran las 11:30 de la mañana cuando me he llevado el enésimo
disgusto desde que he regresado a mi ciudad, nuestra ciudad,
en julio pasado. Ello lleva inherente el cabreo que me
invade y que no resulta bueno para los parámetros de mi
tensión arterial, bastante subida de tono, por lo que
procuro agarrar el disgusto con exprimidora y mantenerlo
dentro de los cauces normales derivados de estas situaciones
no queridas.
Resulta que me vine a Ceuta con mi coche, cargado como uno
más de esos transeúntes marroquíes en vacaciones pero sin
llegar a invadir el espacio aéreo con bultos sobre el techo,
y como no encuentro garaje donde dejarlo, lo tengo que
aparcar en la calle, principalmente en la plaza de África o
en la calle Independencia.
Meses después regresé con el segundo coche, también cargado
de cosas de la familia, y lo dejé aparcado cerca del
primero, con la intención de que a la semana siguiente
regresaría a Mataró para guardarlo en el garaje que tengo
allá.
Pues bien, un día después me encuentro con que me han
desvalijado el segundo coche, un Golf, arrancándome de cuajo
los faros antinieblas ubicados en el parachoques delantero;
los embellecedores laterales; los espejos retrovisores
exteriores de ambas puertas delanteras…, y eso que estaba
aparcado en zona céntrica, frente por frente al C. N.
Caballa. Me lo llevé a Mataró sin más.
Cuando regresé fui a buscar el Mercedes, el primer coche con
el que me vine a mi ciudad… ¡me lo habían abierto!. Estaba
en la Plaza de África, cerca del Parador y frente a la
Catedral. Me desvalijaron todo lo que contenía en el
interior, desde el GPS guardado en lugar seguro, que ya no
lo es, hasta algunos juegos de mi hijo pequeño. Presenté
denuncia en la Comisaría de Colón, sabiendo como sé que no
lograría nada, y volví a dejarlo en otro lugar de la plaza
de África.
Esta mañana, por el viernes, al ir a recogerlo para efectuar
un desplazamiento a Hadú y luego a Benzú, me encuentro con
que me lo han vuelto a abrir, destrozando la cerradura de la
puerta del lado del conductor. No pudieron llevarse nada
porque no había nada y, ya desesperado, al ir a arrancarlo
me dí cuenta de que también habían tratado de forzar el
contacto. No pudieron porque es un contacto difícil de
hurgar.
En una ciudad donde la policía cobra más que en ningún
sitio, es un suponer, que carece de servicio nocturno… y
donde se suceden delitos con una frecuencia que ya debería
estar en situación de alarma social, por cuanto esos delitos
ocurren en unos escasos kilómetros cuadrados que llevan a la
sospechosa posición de la ciudad española donde más delitos
se producen, no deja a uno tranquilo.
Que esas cosas sucedan en la periferia quizás pueda tener
una explicación, pero que suceda en el mismísimo centro de
la ciudad ya es otra cuestión. Cuestión de plantear la
seguridad ciudadana desde otra perspectiva y no lo digo por
que me pasó a mí con mis coches, sino porque casi
diariamente, con mayor frecuencia durante la noche, observo
multitud de actuaciones delictivas que quedas impunes.
Una de ellas, la que más me llama la atención, es la total
impunidad con la que actúan los narcos vendiendo esos
productos destructores de la salud humana. Sin ir más lejos,
el miércoles por la noche presencié una acalorada discusión
entre el conductor de un vehículo aparcado, impunemente,
encima de la acera que da a la entrada principal del mercado
central, en pleno centro de la ciudad, y un hombre con
aspecto de extranjero y casi borracho. El acompañante del
conductor, ambos de etnia musulmana, salió de improviso del
vehículo y abalanzándose contra el supuesto extranjero le
propinó una paliza de ahí no te menees. ¿La policía?... tal
vez durmiendo a pierna suelta o contemplando las noticias de
sucesos del Telediario de medianoche, teniendo un suceso
delante de sus propias y cerradas narices. No digamos de los
que comenten infracciones dignas de retirada inmediata del
carnet de conducir; de motoristas que ponen en peligro vidas
ajenas y la suya propia. Lo malo es que resultan todos ellos
musulmanes a los que parecen que les tienen miedo nuestras
autoridades. Si tanto miedo les tienen, que dimitan y dejen
el cargo a quienes tengan las suficientes agallas para
imponer la ley. Ley que nos puede tranquilizar en nuestra
convivencia. ¿No les parece? A ver si Vds. queridos
lectores, pierden el miedo y denuncian cada acto delictivo
en nuestro periódico. Nos guardaremos de mencionar sus
nombres.
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