Hace pocos meses, en un crucero
por la costa del Adriático, disfrutaron algunos personajes
de esta ciudad. Dado que Rafa Montero había sido el
promotor de la idea, no sé si sus amigos tuvieron que bailar
con él la danza del vientre. Lo cierto es que algunos no se
privaron de nada. Los comentarios acerca de ese viaje
marítimo de placer hacen alusión a que fue allí donde se
fraguó la estrategia encaminada a poner a Juan Vivas
en su sitio. Es decir, a quitarle la careta de hombre probo.
Estas palabras habían sido pronunciadas por un abogado de
esta ciudad, que ha decidido juntarle al presidente chinitas
en los pies. O sea, traicionarlo a cualquier precio. Y se
jacta de poder hacerlo porque está enterado de cuanto
acontece en el Gobierno y, más aún, de todo lo que se habla
y se cataloga como materia clasificada. Sobra dar el nombre
del abogado. Pero si ustedes lo aciertan, por más que la
pregunta está chupada, se les gratificará. Lo que no sé, a
ciencia cierta, es si el letrado estuvo en ese viaje con
escala en ciudades donde las mujeres son altas, rubias, y
ojizarcas. Y los hombres rudos y muy dados a empinar el codo
con el delicioso vodka.
El que no estuvo en ese crucero, a pesar de haber sido
invitado, fue el sacristán. Porque todo viaje que no sea
compartido con Ángel María Villar es pecaminoso para
él. El sacristán no es partidario de que sus amigos bailen
la danza del vientre. De hecho, tengo entendido que pide por
la salvación de ellos todos los días en la iglesia de San
Francisco. Ya que considera que están en pecado mortal.
Pero, muy a su pesar, traga y traga y sigue tragando...
Porque, si deja de tragar, puede que no vuelva a ganar las
próximas elecciones. Y acabado el chollo: ¡Dios, qué
disgusto para el bolsillo!
Tampoco tengo noticias de que Juan Luis Aróstegui,
parte de la trama, estuviera también en esa deliciosa
navegación de cabotaje. La verdad sea dicha: Aróstegui es
demasiado soso para menear las caderas en ningún fin de
fiesta. Me lo decía a mí una allegada suya: este hombre no
se mueve ni... cuando le toca. Ahora bien, hay que
reconocerle que es un lince a la hora de defender los
dineros de las tres o cuatro familias más ricas de esta
ciudad. Por algo será. Yo lo sé. Y es así porque un día me
lo contó un empresario de postín, con pelos y señales. Mas
no te preocupes, me dirijo al empresario, que nunca
desvelaré lo que me dijiste en un momento donde tu pariente
tardaba en solucionar los problemas de la familia.
El que estuvo en el viaje de placer, aunque tampoco he visto
sus pasajes, fue Manuel González Bolorino. Y es que
éste no se pierde ningún fiestón. Y mucho menos si él sabe
que allí se acabará bailando el ritmo turco. Ay, todavía me
acuerdo de una mañana de primavera en la que sentados a una
mesa se encontraban “Francisco Antonio”, Morales,
Gordillo y el “Berlusconi” de la televisión ceutí, y
éste se reía a calzón quitado de no sé qué de Rafa Montero.
Y a mí, con la ingenuidad que me caracteriza, me dio por
defender la honorabilidad que creía merecer el editor del
periódico en el cual escribía.
Por cierto, hubo alguien que me denunció, azuzado por el
magnate de la televisión, y allá que en el acto de
conciliación me mantuve en mis trece: yo sólo he respondido
a las injurias que se han dicho del dueño del periódico en
el cual escribo. Y punto. Lo que va de ayer a hoy. Aunque
hoy toca destacar la integridad de Vivas.
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