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OPINIÓN - VIERNES, 14 DE DICIEMBRE DE 2007

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Se acercan a pasos agigantados las fiestas navideñas. Los años van pasando a una velocidad de vértigo y, siempre, sin que fallen ningunas de las estaciones en que están divididos. Sin embargo no son los años los que pasan a esa velocidad de vértigo, sino nosotros pobre mortales incapaces de poner freno a esa velocidad que es siempre la misma. Porque, en definitiva, no son los años los que pasan, sino nosotros a esa velocidad que al hablar del tiempo todos achacamos a los tacos de almanaque.

Cuando más de prisa, nos parecen que pasan los años, es en esa cuesta abajo que iniciamos al cumplir cierta edad donde sabemos, con toda seguridad, que nuestro tiempo se va acortando y agotando, sin que podamos hacer nada por evitarlo.

Todos tenemos una fecha de caducidad marcada en nuestras vidas. Y esa fecha no se puede borrar, ni cambiar por otra a más largo tiempo de duración incluso para todos aquellos, cuya única finalidad en la vida ha sido atesorar una fortuna, pensando que con dinero todo se puede comprar.

Para desgracias de todos ellos, hay dos cosas en la vida que nos hacen iguales, a los que tanto tienen y a los que nada tenemos, nacer y morir. Todos nacemos por el mismo sitio y en pelotas picadas, y la muerte cuando llega no hace diferencia alguna entre el rico y el pobre. Para ella, para esa señora desconocida, el dinero y la pobreza le son, totalmente, indiferentes.

Todos nosotros, ricos y pobre, somos simples marionetas guiadas por las manos invisibles que soportan esos hilos que nos hacen representar el papel que, a cada uno de nosotros, nos ha sido asignados en este gran escenario que es el mundo.

Marionetas frágiles que, en cualquier momento, por la sola decisión de quien mueve los hilos, se pueden venir al suelo y decirle adiós a este escenario donde se nos ha colocado para realizar unas misiones que en ocasiones, a pesar del paso de los años, no entendemos cuáles son.

Todo ello me trae a la memoria esa enorme cantidad de ambiciosos, esclavos de ese papel asqueroso y maloliente que es el dinero en su lucha por tratar, por todos los medíos sean lícitos o no, amasar la mayor fortuna posible. Pobres marionetas, comedoras y parlanchinas que viven esclavos de un maldito papel que, al fin de cuentas, no les va a valer de nada a la hora de tener que decir adiós de este mundo.

Seguramente, no me cabe la menor duda, todos estos ambiciosos esclavos del dinero, sean felices recontando sus fortunas y tramando la manera de que estas aumenten cada día, sin importarles para nada el amor de su familias, ni toda esa gente que pasan hambre porque no tienen nada que llevarse a la boca. Ellos sólo sienten amor por el dinero e incluso creen que, como este todo lo puede comprar, pueden adquirir el amor verdadero. ¡Pobres diablos!

Se acerca la navidad, mis recuerdos vuelan a un ayer muy lejano, donde la solidaridad entre las personas alcanzó su máxima cota. Esa solidaridad, llegando la navidad, quedó plasmada en todos los barrios humildes de mi tierra. ¡Que felices éramos sin dinero!.
 

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