Lo de este sujeto es para vomitar,
cada vez que sale a la escena pública. Es un miembro, con
alto cargo en la Iglesia pero no creo que la Iglesia, o
parte de ella, se considere identificado con el obispo
emérito de San Sebastián.
La penúltima de sus afirmaciones le hace temblar al
mismísimo Colegio Cardenalicio cuando dice que “ el diálogo
es más humano y cristiano que la pura eliminación de ETA”.
En este momento uno no sabe por donde quiere salir el “señor
obispo”, pero estoy seguro de que sus palabras no serían
coreadas, por ejemplo, en el pueblo abulense de El Tiemblo.
Utiliza el término dialogar, como si ETA hubiera dialogado
alguna vez, y de sobra sabe él que el único diálogo que ha
tenido ETA desde su nacimiento, por cierto, no muy lejos de
ciertas iglesias, era el diálogo de las pistolas.
En otros casos yo hubiera dicho que mantenía respeto al
cargo, pero no al que lo ostenta, pero aquí debo decir y
digo que ni tengo respeto por José María Setién, ni tampoco
por el cargo que ocupa, y que con sus manifestaciones lo que
hace es dar cobijo a aquellos que ni han dialogado nunca, ni
han sido capaces de respetar la vida de todo aquel al que
han sentenciado desde su punto de mira.
Monseñor nos quiere hacer la cuadratura del círculo, siempre
tendiendo la mano a las de los pistoleros, y muy
especialmente cuando dice que “es mejor entenderse sin matar
y sin represión que seguir por la vía de la eliminación de
ETA”.
Esto ya es insoportable, porque hasta estos momentos, que
sepamos, ha sido ETA la que ha matado, no han sido las
víctimas del terrorismo las que han acribillado a ETA.
Luego, y como para tender, por aquello del cargo, una mano a
Dios y otra al diablo, quiere entrar en el mundo de la
política y opina que los planteamientos políticos en Euskadi
“ no deben hacerse al ritmo y al socaire” de lo que dice la
organización terrorista. Monseñor Setién se ha acorralado él
solo, porque aquí el término diálogo que utilizaba
anteriormente parece haberlo olvidado, salvo que él cuando
habla de diálogo se esté refiriendo al resto de España, y no
meta en la geografía a Euskadi. Si es así, ya tenemos el
doble sentido en las palabras del obispo emérito.
Y hay algo que no puede por menos de llamarme la atención,
como es el momento en el que pronuncia estas palabras, tras
el crimen contra dos guardias civiles en Francia, de lo que
dice “haber sentido dolor y mucha pena porque entendía que
ello no podía favorecer un proceso más humano”.
Palabras huecas las de monseñor Setién porque hechos de este
tipo se han repetido tantas veces que los términos dolor y
pena ya no significan nada cuando se trata de acciones de
esa banda.
Y como hay que defender “el cortijo” de la manera que sea,
aunque nadie crea en esa defensa, considera que “la
violencia no habría desaparecido con una postura franca de
la Iglesia contra ETA”. Y hasta puede tener razón, porque la
Iglesia, o parte de ella, desde el primer instante tuvo una
postura tibia y nunca se decantó contraria a lo que es y
representa ETA desde el primer momento.
Yo decía que no era momento apropiado para hablar o insinuar
el término diálogo con la banda terrorista. Estos días son
más apropiados para otras cosas, y lo único que podríamos
decirle a monseñor es:
“En el portal de Belén ya no tocan la zambomba porque un
hijo de Setién ha colocado una bomba”.
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