A servidor, qué quieren qué les
diga, todas esas batallitas, que ni a batallas llegan,
organizadas por el del cerebro carcomido por el gusanillo de
la ignorancia, me mueven a la risa y al cachondeo. Tomármela
en serio sería una de las mayores estupideces que se me
pudieran ocurrir. Estupidez que se vería acrecentada si, de
igual forma, me tomo en serio a los aprendices de
mercenarios que participan en la misma. Los cuales, si nos
tomamos la pequeña molestia de analizarlos uno a uno,
durarían en el campo de batalla, le llamamos batalla por
llamarle de alguna forma, lo que tarda en explotar una pompa
de jabón.
Me hacen tanta gracia la batallita y los extraordinario
mercenarios que se ha buscado el de la diarrea mental par
iniciarla que prometo, solemnemente, en mi vuelta a la
televisión dedicarle un monologo a ambos dos. El humor ha
suido una constante en mi vida.
No concibo una vida sin humor, ni el ver por la calle a
todos esos que parecen que van estreñidos o como si llevasen
diez días sin sentarse en la taza del retrete. Por qué no
vais con otra cara por la vida. Desde luego, si seguís con
esa cara de catre, ni por mucho que recen por ustedes
conseguiréis ir al cielo. Tenéis todas las papeletas para
ser castigados, de por vida, a meter la cara en…
Y rogamos a algunos de esos aprendices de mercenarios que no
luchen tanto por salvar nuestras almas, porque al infierno,
lo que se dice infierno, no vamos a ir porque no existe,
según dijo alguien que sabe más de eso que nadie del asunto.
Uno que se había hecho la ilusión de ir diciendo cosas de
todos, participando en la batallita, contando cosa de todos
los participantes en la misma, me ha desilusionado una jartá
la retirada a sus cuarteles de invierno amo y sus aláteres.
Me las prometía felices, porque la entrada en esas
batallita, me iba a proporcionar una buena diversión en este
mes donde está al caer la navidad. ¡Maldita sean las papas
en amarillo, con júreles fritos de un día para otro!.
Ha sido intentar ponerme las cananas y pegar par de tiros al
aire, para ver cómo estaban las armas, y va el enemigo, si a
eso se le puede llamar enemigo, y se me larga del campo de
la batallita. A eso no hay derecho, le han quitado ustedes,
con esa huida, una gran emoción al asunto y una enorme
perdida de pasárselo bien al personal.
O sea qué si queréis podemos seguir y cada uno a contar las
historias de los contrarios. Lo que no se puede hacer es
dejar al personal con la miel en los labios, cuando tan
felices se las prometían. Eran tan felices que estaban
dispuestos a darse un paseo en el Cristina C, llevándose
toda la basura, colocándola sobre la enlosetada cubierta,
para desembarcar en algún puerto, dejando a los expertos el
hundimiento del mismo, arrastrando al fondo de los mares,
además de todo ello la enorme cantidad de chatarra que era
el mencionado barco.
Eso entre otras muchas cosas está el personal dispuesto a
hacer como homenaje a quienes les han quitado divertirse
durante este mes. Incluso algunos apuestan, porque se recen
un par de oraciones mientras el buque vaya desapareciendo.
|