Por primera vez he pasado por una especie de “OPE” a la
caballa, sí señores, una especie de Operación Paso del
Estrecho bastante estrecha. Me sorprendió, esa es la verdad
y así lo escribo, el masivo retorno de ceutíes. Cientos de
coches colapsaron los dos puertos más concurridos de España
en determinados periodos.
Los desplazamientos en automóvil son cada día peores,
parafraseando esa especie de antiguo refrán referido al amor
que carece de actualidad por cuanto “más que ayer y menos
que mañana” funciona hoy en día al revés, a juzgar por la
oleada de separaciones que las estadísticas publican
regularmente.
Ayer, por el lunes, falté a mi cita con los lectores de “El
Pueblo de Ceuta” precisamente por eso. No llegué a tiempo de
redactar el artículo. Tuve que aguardar, en la cola de
vehículos, para poder embarcar al siguiente barco. El que me
correspondía no podía “tragar” más vehículos. Encima, la
salida del barco se tuvo que retrasar media hora por culpa
de tres autocares marroquíes repleto de gente. Las maniobras
que hacían para meterlos en la bodega del barco necesitaban
calzador.
Lo malo de nuestro regreso no fue que el barco estuviera muy
concurrido sino que, precisamente, los pasajeros de esos
autocares marroquíes dejaron la atmósfera de las cubiertas
del pasaje cargadas de un tufo espantoso… parecían no
haberse bañado o duchado en un mes. Tal vez regresaran de la
Meca. Ha veces pasaba yo unos sofocos horripilantes y el
olor del barco daba señales de ser una cuadra de jumentos
nunca lavados. Debería ser obligatorio que los barcos
llevaran máscaras antigas. Ya me imagino lo que sería una
auténtica “OPE”, por suerte nunca he coincidido con alguna,
con gente que vienen a pasar sus vacaciones en el vecino
país y que llegan al puerto algecireño después de pegarse
una paliza con el coche cargado hasta los topes y por encima
de los topes.
La salida de ese barco resultó uno de los alivios mas
deseados. El aire puro de mi ciudad me vació los pulmones
del hedor a ropaje indescriptible, de sudores carentes de
hierbabuena, de alientos con hambre, de pedos y otros tufos
inenarrables… por no escribir de las letrinas del barco. En
cuanto llegué a casa, cuerpo a la ducha y ropa a la
lavadora… inmediatamente, sin excusas ni pretextos.
Olvidemos ahora ese viaje de retorno y pasemos a la
actualidad mediática.
Los religiosos renegados del catolicismo reunidos en
Barcelona llaman a todos los poderes políticos para que
asuman una neutralidad religiosa. Unos buenos pasos dados
por esos colectivos de evangelistas, baptistas, anglicanos,
hermanos cristianos, pentecostales, etc. en el intento de
que el Estado debe actuar con independencia respecto a las
tradiciones religiosas y abogan por la existencia de una
cooperación respetuosa y eficaz.
Este planteamiento… ¿por qué no lo hace la Iglesia Católica?
Quiero decir que la Iglesia Católica debe plantearse esa
misma asunción pero a la inversa. Que los religiosos
católicos no se inmiscuyan en asuntos políticos y asuman una
neutralidad plena. Bastante influencia política tuvieron en
el país. Con más hincapié lo indico para los clérigos
islamistas de todas las tendencias… dejad de inmiscuiros en
política y dedicad todas vuestras fuerzas en la religión y
la salvación de las almas, que es lo vuestro. La política es
mundana, superficial, perversa.
En temas financieros se viene especulando sobre la
corrupción, sobre todo en el ámbito urbanístico, de los
políticos. En declaraciones de un dirigente de la Fundación
Ortega y Gasset, asegura que el 70% de los alcaldes
presuntos corruptos, de un total de 133 sospechosos, son
reegidos porque la corrupción genera empleo y riqueza en una
primera fase, aunque se puede reducir considerablemente la
calidad de los servicios en localidades pequeñas. ¿No te
jode? ¿Me apunto a alcalde?
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