Lunes. 3
Se produce la destitución de Diego Quintero. Estaba
anunciada. Conviene decir que antes de firmar su contrato ya
había sido sentenciado por algunos directivos. No quiero
presumir de seguir teniendo el don de la adivinación, por
ser una cualidad que apenas práctico. A pesar de ello, supe
desde el primer momento qué persona veía con malos ojos, con
ojos de pajarraco, al entrenador sevillano. Y por medio de
quien le sirve de correveidile, ha aprovechado cualquier
instante apropiado para desprestigiar la labor del ya
despedido técnico ante la persona que ostenta poder
suficiente para dar el visto bueno a la decapitación
futbolística de cualquier hombre del banquillo. Y ha sido
así porque el pájaro, de vuelo siempre rasante, creía que
Diego Quintero era mi recomendado. Y, sobre todo, porque
estaba convencido de que con esa acción podría demostrar que
Juan Vivas come en su mano. Lo que más siento, de verdad, es
que Antonio García Gaona, a quien le tengo ley y con quien
suelo hablar sin tapujo, en bastantes ocasiones, no sea
capaz de abandonar ya su cargo en la Federación de Fútbol de
Ceuta. Pues de no hacerlo, día llegará en que se lamente de
esa permanencia a la vera de un presidente trasnochado y que
vive en estado de permanente intriga.
Martes. 4
De Adolfo Espí se decía, años atrás, que era muy dado a
darse aires de grandeza. Y que sólo abría la boca para
contar historias relacionadas con grandes empresas y
proyectos faraónicos que solían pasar por sus manos. De modo
que no pocas personas lo tachaban de trolero y de
fantasioso. Cuando yo lo conocí, hace ya mucho tiempo, me
causó buena impresión. Si bien rezumaba inmadurez y cierta
timidez. Sobre todo cuando le tocaba conversar con personas
formadas en la calle y a las que venderles humo no era tarea
que aún estuviera a su alcance. No obstante, nunca le perdí
la pista. Sentía cierta curiosidad por ver si era capaz de
alcanzar las metas aireadas y a las que aspiraba en voz
alta. También es verdad que aprecié en Espí una cualidad que
le ayudaría a abrirse camino en el mundo de los negocios
despiadados. Pensé que su timidez, en un corto espacio de
tiempo, podía trocarse en frialdad necesaria para tomar
decisiones sin pensar en los daños ocasionados a terceras
personas. Y encima, cuidaba su imagen, tenía estilo, y
además contaba con la ayuda de personas relevantes en el
mundo de la política y de los negocios. Incluso sospeché,
desde el primer día, que su vida era controlada por un
padrino todopoderoso y afincado en un despacho de mucho
poder. Y creo, modestamente, que acerté. Porque, según tengo
entendido, se ha convertido en un importante hombre de
negocios. Y es Espí, asimismo, un militante del PP que
parece hacer buenas migas con quienes gustan de ser tenidos
como componentes de esa tendencia que Umbral llamó derechona
(un término que, en su momento, criticó duramente Agapito
Maestre. Filósofo preferido de AE). Por ello, el Gobierno
presidido por Juan Vivas necesita designar a alguien con
muchas tablas para dorarle la píldora a Espí y que éste
arrime el hombro a la hora de aliviar en parte los enormes
problemas existentes en la Manzana del Revellín. A ver si
hay suerte...
Miércoles. 5
Rafael Montero, Manuel González Bolorino, Carmen Echarri,
Luis Manuel Aznar, con la colaboración del presidente de la
Federación de Fútbol de Ceuta, Emilio Cózar, se están
ensañando con el jefe de Gabinete de la Ciudad. Mal debe
andar de dinero Luis Manuel Aznar para atreverse a firmar un
reportaje extraído, según dice él, de una noticia dada por
una televisión local. Pero les ha salido el tiro por la
culata: puesto que el libelo le hace más daño a Juan Vivas
que a Francisco Javier Sánchez Paris. Y, si me apuran,
tampoco Pedro Gordillo sale bien parado del envite.
Aportadas tantas pruebas contra el asesor y amigo de Juan
Vivas, desde que eran niños, ya nos le queda a los cinco
conjurados nada más que decir que existen nexos de amistad
basados en atracción mutua o que nuestro presidente ha
emprendido la senda que antes habían cogido otros llevándose
los porcentajes de todas las obras cuando mandaba tela
marinera en el Ayuntamiento. Mal andan tales zorromocos que
han decidido cebarse con Sánchez Paris porque éste no deja a
Rafael Montero que la mamandurria y el amiguismo sigan su
cauce de toda la vida. Esperemos que Francisco Sánchez
Paris, que tiene poco que perder, no se arrugue ante la
presión a que está siendo sometido y dé su brazo a torcer.
Porque, de ser así, seguro que los cinco elementos
bufonescos terminarían por jiñarse encima de él. Y acabaría
el jefe de Gabinete por oler más que los pies de Aznar y la
halitosis de algunos de los citados.
Jueves. 6
Se publica una opinión en las páginas deportivas de este
periódico, firmada por Vicente D. Gomariz, bajo el título de
la “Cantera encantada”. En la que el opinante se refiere a
los variados intentos que ha habido por crear una Escuela de
Fútbol. Y todos ellos, desgraciadamente, frustrados. Escuela
muy necesaria para hacer posible que el primer equipo pueda
contar, otra vez, con mayoría de jugadores locales. Lo cual
es de suma importancia por muchos y variados motivos que
habrían de ser recogidos en un escrito amplio y minucioso.
Ahora, sin embargo, lo que quiero es agradecerle a Vicente
D. Gomariz el trato que me ha dispensado en su escrito. Lo
cual demuestra que debe estar enterado de aquel pasaje de mi
vida que tantos disgustos me ocasionaron. Ya sé que han
transcurrido muchos años, más de veinte, de mi intento por
dotar a Ceuta de una escuela donde todos los niños, desde
Benzú al Monte Hacho, hubiesen tenido la oportunidad de
formarse en ella. Es verdad que, al ser nombrado director de
ese proyecto de escuela, recorrí la Península en coche
propio y dinero de mi bolsillo. Y lo hice colmado de
ilusiones y dispuesto a sacrificar mis intereses
particulares. Luego, poco tiempo después, cuando además de
director de esa escuela me designaron también supervisor del
entonces llamado Instituto Municipal de Deportes, se
encendieron las alarmas del miedo por parte de quienes se lo
estaban llevando calentito. Como supervisor, aún conservo el
contrato, descubrí hurtos, chanchullos, porcentajes, manos
que se iban detrás de los alquileres de los campos, y para
qué seguir enumerando corrupciones. Pues bien, cuando
denuncié lo sabido a quien era mi enlace en el cometido, me
encontré solo frente a una jauría de sinvergüenzas que
trataba de liquidarme por todos los medios. Los nombres de
todas esas personas están apuntados en la libreta de mi
memoria. Al leer lo escrito por Vicente, he vuelto a
recordar esos momentos. Y, sobre todo, el día que me
presenté en el despacho de Fructuoso Miaja, alcalde, para
decirle que no quería continuar siendo empleado municipal
por nada del mundo. Y hasta ahora. Aunque me van a permitir
que remate la faena: tanto el alcalde como el funcionario
que estaba a su vera, aquella mañana, no daban crédito a lo
que estaba sucediendo: que yo me despidiera de un empleo
bien remunerado y perteneciente a la Casa Grande. Como ambos
gustaban de nominar al Ayuntamiento.
Viernes. 7
Muy de mañana oigo la noticia en Radio Nacional de España:
El Hotel Parador la Muralla será cerrado durante dos años.
Además facilitan la situación que las autoridades
pertinentes han acordado para que los empleados no sufran la
menor merma en su condición laboral. Y, de momento, me
siento aliviado en mi pesar. El cierre se va a producir por
una causa de fuerza mayor: los técnicos han detectado que el
edificio padece de aluminosis. En román paladino: se está
produciendo cierta alteración del cemento aluminoso que
reduce su resistencia. Lo cual es sinónimo de peligro. Y no
conviene tentar a la suerte. Pero a mí me cuesta trabajo
aceptar que ese establecimiento pueda esta cerrado dos años.
Y cuando anuncian dos años, mucho me temo que sea más
tiempo. Ojalá me equivoque. No es la primera vez que hablo
del Parador La Muralla como un sitio donde he pasado ratos
extraordinarios. Y en el cual tuve la suerte de formar parte
de una tertulia donde todos sus componentes podían
expresarse sin temor a represalias. A mí, quizá el más joven
de sus miembros, nunca me pusieron trabas para expresarme
como me viniera en ganas. Y mira que hubo ocasiones en las
cuales era difícil estar de acuerdo conmigo. Y otra vez,
como no podía ser de otra manera, vuelvo a acordarme del
hombre que llevaba la voz cantante de los contertulios:
Eduardo Hernández. Menuda habilidad tenía para impedir que
nadie se desmandara en un rincón donde era verdad que se
hablaba de política y de todo lo habido y por haber. Eso sí:
había que pagar a escote. De esa norma no se libraba nadie.
Mentira: se libraban algunos caras duras cuyos nombres están
almacenados en la alacena de mi memoria. Ah: Francisco Fraiz
y Fernando Jover, justicia obliga, se metían la mano en el
bolsillo con suma facilidad. Eran, pues, espléndidos a la
hora de alternar.
Sábado. 8
Fue a mediados de los ochenta cuando conocí a Pablo
González. Me lo presentó Juan Vivas y me lo recomendó como
abogado para sustituir a Manolo de la Rubia en un caso que
me llevaba éste. Y del cual hube de prescindir porque
parecía más bien que jugaba a favor de la parte que me había
engañado. Lo cual achaqué, en aquel momento, a torpeza. Y
todavía sigo pensando en su falta de mala fe. O de miedo a
enfrentarse a un banco. Y es que en esta vida hay
profesionales, en todas las ramas, que son mejores que
otros. A Pablo González lo he tenido yo de mi parte y en
contra. Y reconozco que es un profesional como dice el
tópico: o sea, como la copa de un pino. Días pasados, me
alegré de verle recogiendo un premio a una labor destacada
durante muchísimos años.
Y así se lo he dicho al topármelo, hoy, durante nuestro
paseo matinal. Encuentro que nos ha permitido charlar lo
justo para intercambiar saludos. Y sin acordarnos, por
supuesto, de los desencuentros que nos tocó vivir en épocas
pasadas. Las personas con carácter, y Pablo González lo
tiene, saben que el rencor es tóxico. Y además, dado que
este abogado es inteligente, tiene mucho respeto a quienes
gustan de decir las cosas en corto y por derecho. En fin:
que me he alegrado mucho de hallarme con PG y comprobar que
goza de una buena salud. Y es que, como él bien dice, se
encuentra todo lo bien que le permite haberse convertido en
un andariego empedernido. Un abrazo.
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